Si Eugène Atget hizo un gran retrato de París, Walker Evans lo hizo de la cultura americana.
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Recibí mi primera cámara en 1977. Lo he escrito por doquier: era una Kodak Instamatic 144. Con ella hice mis primeras fotografías. Solía salir al mini-jardín que estaba frente a mi casa, alineaba a mis muñecos de peluche y clic-clic-clic, les hacía fotos. Yo tenía 8 años.
Un sábado por la noche regresamos después del obligado paseo de fin de semana y la puerta del garaje estaba abierta de par en par. Mi papá bajó primero y nos anunció que habían entrado a la casa a robar.
Las cámaras llevaron la peor parte: robaron una Minolta sub-miniatura 16mm de mi padre (regalo de mi abuelo), una Bell & Howell, regalo del Sr. Odinotte (el mismo generoso francés que me regaló mi cámara) y también desapareció para siempre mi Kodak Instamatic 44.
La mítica empresa con sede en Rochester (NY) estuvo conmigo en mis primeros momentos de fotógrafo. Con el tiempo las japonesas coquetearon más y me acabaron seduciendo con sus múltiples encantos. La americana era fiel, pero poco sofisticada. Y uno a cierta edad se deslumbra fácilmente.
Desde entonces hasta ahora han transcurrido 35 años, exactamente. La fotografía me ha acompañado durante todo ese tiempo y realmente no sé qué balance se obtiene. Ignoro si he tenido más satisfacciones que sinsabores, pero supongo que nos pasa lo mismo a todos los artistas. Como decía Cartier-Bresson, en la fotografía uno sabe en qué se ha equivocado justo cuando ya es demasiado tarde.
Hace exactamente un mes me enteré de la bancarrota de la Eastman Kodak Co. Nunca pensé que me afectaría tanto. Así pasa siempre: aunque se visulmbre un resultado nefasto, una vez que ocurre es peor de lo que se anticipaba.
La agonía lucía muy mal desde finales del año pasado. Nada pintaba bien para esta empresa legendaria, y para ser sinceros, hacían bastantes años que había comenzado el final.
Es todo un caso de management para las escuelas de negocios. Kodak no supo adaptarse a los nuevos cambios en el mercado. Resulta irónico que Steven Sasson hubiera desarrollado la primera cámara digital en los propios laboratorios de Kodak.
Desgraciadamente el negocio de las películas y el papel eran demasiado grandes en aquellos tiempos como para que Kodak tomara en serio lo que parecía una moda pasajera. Otra ironía extraña es que la propia Kodak produjera algunas de las primeras cámaras digitales disponibles al consumidor promedio, entre ellas la Apple QuickTake 100. Un brillante ejecutivo de Apple decidió, de un plumazo, darle fin al proyecto de las cámaras digitales pues tenía otras «ideas revolucionarias» en la cabeza. Aquel señor se llamaba Steve Jobs.
Kodak comercializó un modelo idéntico a la QuickTake 100 con su propia marca, la Kodak DC40.
Para cuando las cámaras digitales se popularizaron y se convirtieron en un mercado masivo, y el verdadero futuro de la fotografía, Kodak no hizo nada. Sus directivos estaban demasiado preocupados con otras áreas de negocios y en diez años perdieron todo el terreno que habían dominado durante otros cien.
Esta empresa, tal vez la más famosa en la historia de la fotografía, buscó muchas formas para mantenerse a flote, pero ya era demasiado tarde: a Kodak y a sus directivos se les agotó el combustible. Sus tácticas nunca lograron articularse dentro de una estrategia sólida. Aunque quisieron vender algunas de sus valiosísimas patentes, el hundimiento era imparable.
El futuro de Kodak aún es incierto. Algunos otros gigantes ven con ojos golosos las dichas patentes y tampoco es despreciable la marca misma, cuyo valor es de aproximadamente $1 billón de dólares. La compañía espera sobrevivir este 2012 con sus impresoras y consumibles. Parece un remake de una película que ya fracasó.
L empresa ya cerró sus divisiones de cámaras digitales. Kodak no descarta la posibilidad de otorgar su nombre en licencia para que alguna otra empresa fabrique las cámaras. Aunque este podría ser el fin de las cámaras Kodak, como ocurrió con las cámaras digitales Epson o HP.
A pesar de las pifias de Kodak, para millones de seres humanos (yo entre ellos) fue la facilitadora para preservar recuerdos muy felices. Aunque suene a cliché (y a uno sensiblero que es aún peor), una cámara Kodak nos acompañó en muchos momentos importantes y felices como una graduación, boda, bautizo, vacaciones, o simplemente uno de esos maravillosos momentos de un niño a quien le fascinaba hacer fotografías de sus peluches.
Gracias, míster Eastman. Vamos a extrañar sus Kodaks.
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Por Óscar Colorado Nates*
De todos los conceptos fotográficos, seguramente no existe ninguno más famoso que el célebre “instante decisivo” acuñado por el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson. Sin embargo esta noción está tan difundida como malinterpretada, o en todo caso entendida de manera incompleta. En este artículo buscamos desentrañar algunos de los elementos menos conocidos del “instante decisivo”del fotógrafo francés.
No sobra recordar que Cartier-Bresson es considerado uno de los grandes maestros de la historia fotográfica. David Präkel señala que este importante fotógrafo nacido en Chanteloup, Seine et Marne (Francia) es «considerado por muchos el padre de la fotografía de calle y el fotoperiodismo.» [2]
A pesar de haber nacido en el seno de una familia muy rica, Henri Cartier-Bresson decidió decantarse por una azarosa vida de fotógrafo. Pudo elegir una cómoda posición en la industria textil, heredada de su padre pero su vocación artística fue más fuerte.
El modernismo de la década de 1930 fue de gran importancia para la fotografía, que se vio influida por muchos de los “ismos” de las vanguardias: constructivismo, dadaísmo, cubismo, futurismo, surrealismo, etcétera. París embelesó a buena parte del Panteón de las deidades fotográficas: Eugène Atget, Brassaï, Berenice Abbott, Man Ray, Robert Doisneau, Walker Evans… Cartier-Bresson no fue la excepción. Durante algún tiempo trabó amistad con los surrealistas húngaros André Kertész y Martin Munkácsi.[5]
El concepto del “instante decisivo” no sale de la nada, como indica el aforismo latino nihilo nihil fit. Por aquellos tiempos, los fotógrafos privilegiaban crecientemente a la fotografía tomada “al vuelo”, la famosa “instantánea” en contraposición a los complejos y claustrofóbicos procedimientos de la fotografía de estudio decimonónica. “Se había acabado la época de posar en forma organizada, ahora se captaba el mundo inmóvil en movimiento.”[6]
Esta época, marcada por la originalidad (recordemos los experimentos de Man Ray o László Moholy-Nagy), también dejó su huella en el joven Cartier-Bresson, quien afrontó los temas cotidianos y sociales con la estética de aquel tiempo. [7] Peter Stepan afirma que Cartier-Bresson creó con su fotografía una contraparte visual de la escritura automática surrealista. A lo largo de su vida, este fotógrafo defendería la importancia de no forzar la fotografía, sino dejarla fluir.[8]
La influencia de París y de los años treinta acompañó a a Cartier-Bresson durante toda su vida.[9]
Henri supo entender que en la fotografía había una capacidad única de capturar el tiempo, de suspenderlo y mantenerlo vigente de forma indefinida. Él mismo afirmó: “La fotografía es, para mí, el impulso espontáneo de una atención visual perpetua, que atrapa el instante y su eternidad.”[10] Este apuro en aprisionar el tiempo alude a las propias obcecaciones de Jacques-Henri Lartigue.
Cartier-Bresson trasluce su intranquilidad ante la fugacidad de los momentos y el eterno correr del tiempo cuando escribe que:
“De todos los medios de expresión, la fotografía es el único que fija el instante preciso. Jugamos con cosas que desaparecen y que, una vez desaparecidas, es imposible revivir… …Para nosotros, lo que desaparece, desaparece para siempre jamás: de ahí nuestra angustia y también la originalidad esencial de nuestro oficio.”[11]
El concepto del “instante decisivo” comenzó a cobrar forma. Si la fotografía era una religión, el“instante decisivo” se convirtió para Cartier-Bresson en su dogma fundamental. Este artista ha sido, involuntariamente, el sumo sacerdote de la iglesia de Cronos, con una numerosa feligresía de fotógrafos.
Sin embargo el tiempo parece solamente un vehículo donde la verdadera protagonista es la vida misma, que se convierte en la sustancia de este manar del tiempo. El concepto del “instante decisivo” implica que el fotógrafo anticipe un “…momento importante en el flujo constante de la vida y lo capta en una fracción de segundo”. [12] Este es uno de los conceptos más atrayentes y cautivadores de la fotografía. El “instante decisivo” “permite sorprender la vida, nos dice [Cartier-Bresson], «¡en flagrante delito! »”[13]
Empero, el concepto del «instante decisivo« ha quedado reducido en la mente de muchos fotógrafos al mero oportunismo temporal. Significa el presionar el botón de obturación en el momento justo para obtener la parálisis dentro de una acción específica. El concepto implica el congelar un instante que se habría perdido de no haberse realizado la fotografía.
De la vasta obra de Cartier-Bresson, una que sintetiza claramente la noción de «instante decisivo» es la célebre fotografía Tras la estación St. Lazare (1932). Esta imagen es una auténtica rebanada dentro de una secuencia narrativa donde existe claramente un antes (el hombre caminando por la escalera arrojada en el suelo) y un después (el aterrizaje) que anteceden y preceden al hombre que parece estar suspendido, flotando en el aire. El espejo de agua, imperturbado, muestra una simetría vertical perfecta de la forma triangular del hombre en movimiento. Medio segundo antes o después y la imagen sería totalmente diferente.
La siguiente fotografía del también afamado y talentoso Garry Winogrand constituye un perfecto ejemplo del «instante decisivo» ligado al tiempo:
Innumerables seguidores de Cartier-Bresson darían, a lo largo de los años, un valor casi desmedido a la cualidad de pulsar el obturador en el momento oportuno y reducirían el “instante decisivo” solamente a la mera acción temporal, dejando de lado otros componentes también importantes.
David Bate [14] al escribir sobre Cartier-Bresson en el marco de la fotografía documental, relaciona la noción del «instante decisivo» con una función dramática dentro de la fotografía. Esto implica constreñir el concepto del fotógrafo francés a una pura función narrativa: la fotografía debe mostrar una historia completa dentro del cuadro tal como se hacía en el marco de la pintura história.
Podemos ver un ejemplo típico de pintura histórica en el cuadro Napoleón en la Batalla de Eylau de Antonie-Jean Gros, donde se encierra toda una narrativa dramática y sí, una especie de“instante decisivo”. Aunque esta función dramática se enmarca en la relación instante decisivo-tiempo, no es la única.
Bate equipara el «instante decisivo» al concepto helénico de la Περιπέτεια (Peripateia), que significa «momento dramático» o «repentino cambio de fortuna». Para este académico de la Universidad de Westminster, la Peripateia fotográfica implica la captura de un momento definitorio, justo cuando el futuro es alterado irremisiblemente por un momento crucial.
Esta concepción del «instante decisivo» se antoja parcial y podría discutirse arguyendo que se está tratando de entender a la fotografía en el marco de las reglas de interpretación de la pintura. La fotografía es un medio artístico con sus propias peculiaridades al que no se le pueden aplicar sin más todos los sistemas y métodos de interpretación de otros medios plásticos, incluida la pintura.
Esta lectura del “instante decisivo” como función narrativa, corre el riesgo de reducir el valor de una fotografía un marco meramente anecdótico. Como exploraremos más adelante, el “instante decisivo” va más allá del ingrediente narrativo en la fotografía.
Ahora bien, aún hay más que la mera noción del tiempo en la idea del «instante decisivo». Cuando se revisa la obra de Cartier-Bresson en conjunto una de las características que sobresalen de inmediato es su pericia magistral en el arte de la composición.
Cartier-Bresson también ponía un gran énfasis en la importancia de los elementos formales dentro de la imagen fotográfica:
“La fotografía es para mí el reconocimiento en la realidad de un ritmo de superficies líneas o valores… …En fotografía hay una plástica nueva, función de líneas instantáneas; trabajamos en el movimiento, una especie de presentimiento de la vida, y la fotografía tiene que atrapar en el movimiento el equilibrio expresivo. Nuestro ojo debe medir constantemente, evaluar. Modificamos las perspectivas mediante una ligera flexión de las rodillas, provocamos coincidencias de líneas mediante un sencillo desplazamiento de la cabeza de una fracción de milímetro…”
El artista galo abunda que «La fotografía es, en un mismo instante, el reconocimiento simultáneo de la significación de un hecho y de la organización rigurosa de las formas, percibidas visualmente, que expresan y significan en ese hecho.» [16] Respecto al término hecho puede entenderse como acontecimiento o suceso. Y al hablar de significación podría referirse a la idea de dotar de sentido un acontecimiento (hecho). Al mismo tiempo, tal reconocimiento se dirige también a la composición, pues incluye la «organización rigurosa de las formas» es decir, la composición. De modo que con este pequeño párrafo, podemos procurar desentrañar que Cartier-Bresson ligaba la ontología de la fotografía con el examen cuidadoso y detenido a través de una expresión percibible por el ojo.
Tal vez pueda pensarse que Cartier-Bresson supeditaba sus geniales tomas a una considerable porción de azar. De hecho, ante su exposición en la Julien Levy Gallery de Nueva York (1933) «Surgió la impresión de que esas fotos habían sido realizadas casi automáticamente y que debían al azar su extraña y provocativa belleza; fueron descritas como «equívocas, ambientales, antiplásticas, accidentales »».[17] En aquellos tiempos se consideraba a su cámara un aparato diminuto, en comparación con las monstruosas cámaras de gran formato. Esto nos habla también de la mentalidad general de los primeros observadores de la obra de Cartier-Bresson. También es importante hacer notar que el genio de este autor no fue siempre comprendido ni valorado como se hace hoy.
Cartier-Bresson no descansa su concepto del «instante decisivo» en el azar: el brindar una desmedida preeminencia a lo fortuito en la fotografía reduciría la labor de los artistas a un mero estar en el lugar adecuado en el momento correcto. Entonces ¿Solamente unos cuantos fotógrafos afortunados pueden capturar imágenes de valor mientras que otros, los desventurados, estarían predestinados al olvido ignominioso y la frustración eterna? Si así fuera, el mérito fotográfico simplemente no existiría. No podría explicarse, entonces, el valor de autores como Graciela Iturbide.
Paradojicamente, en las composiciones de Cartier-Bresson no hay casualidad alguna. Observemos su clásica imagen Hyères, France (1932). Existe una cuidadísima composición donde se ha previsto, minuciosamente, cada una de las relaciones de líneas; el espacio negativo se encuentra en perfecta armonía con el resto de las formas presentes mientras que las líneas dominantes dirigen la mirada del observador. La toma sintetiza una composición admirable.
Pensar que esta imagen es excepcional solamente por la presencia del ciclista resultaría en una reducción de su valor. Es muy claro que el autor primero compuso la imagen con esmero para luego esperar, y esperar hasta que algo ocurriera. Y ocurrió: la aparición del ciclista en movimiento quien termina convirtiéndose en el punctum barthesiano de esta fotografía. El mérito no se encuentra, exclusivamente, en la composición ni en la captura afortunada del ciclista. Nos enfrentamos más bien a una particular forma de Gestalt donde se han sumado la composición (espacio) y el movimiento (tiempo) conformando una experiencia total, superior a la suma de sus partes. De modo que el «instante decisivo» trasciende al tiempo para abarcar también el espacio (la composición).
Para Cartier-Bresson la forma, la imagen, es tan importante que defendía la importancia de incluir la educación visual como cualquier otra disciplina esencial a la educación humana: «Debe haber una educación visual, subrayada desde el comienzo mismo en todas las escuelas. Debe ser incluida igual que el estudio de la literatura, la historia o las matemáticas. Con un lenguaje, se aprende primero la gramática. En la fotografía, hay que aprender una gramática visual. Lo que refuerza el contenido de una fotografía es el sentido del ritmo, la relación entre formas y valores. Para citar a Víctor Hugo: «La forma es la esencia llevada a la superficie»». [18]
Cartier-Bresson conmina a sus seguidores: “La composición tiene que ser una de nuestras preocupaciones constantes, pero en el momento de fotografiar no puede ser más que intuitiva, ya que nos enfrentamos a instantes fugitivos en que las relaciones son móviles.”[19]
Puede apreciarse que Hyères, al igual que otras fotografías del genio francés, no es una mera «instantánea» como podría pensarse en un primer momento. No obstante, Cartier-Bresson sí que era capaz de componer la fotografía y presionar el obturador oportunamente «al vuelo». Esto denota una pericia francamente insólita, una maestría que no era, en lo absoluto, fruto de la casualidad. Esta capacidad exige un dominio total del aparato fotográfico: “El manejo de la cámara, del diafragma, las velocidades, etc., tiene que ser un acto reflejo, como cambiar de velocidad en un coche.”[20]
Truman Capote recuerda a Cartier-Bresson “danzando por el pavimento como una libélula agitada… clic-clic-clic la cámara parece ser parte de su propio cuerpo con gozosa intensidad…”[21] Con tal facilidad, Cartier-Bresson fue capaz de crear una obra maestra tras otra. [22]
Esto puede apreciarse claramente en el documento videográfico The Modern Adventure[23] donde Cartier-Bresson se mueve por la calle con soltura, al tiempo que acecha (y atrapa) a sus presas. Esto resulta aún más sorprendente si se toma en cuenta el funcionamiento mecánico de una telemétrica Leica desprovista de los automatismos actuales.
Claude Cookman apunta hacia un tercer ingrediente que se suma al tiempo (oportunidad) y al espacio (composición) para incluir el motivo (sujeto) de la fotografía en la ecuación del «instante decisivo».
Cookman, profesor de comunicación visual en la Universidad de Indiana, subraya la idea del significado del contenido fotográfico a la noción del “instante decisivo”. Este contenido ha de incluir la condición humana.
Para el académico “La forma, la línea, la textura, la tonalidad, el contraste y la composición geométrica tiene tanta importancia como el contenido, del que son indisociables.”[24] Abunda explicando que “De hecho, el momento decisivo se define mejor como el instante en que forma y contenido se unen para crear una imagen cuyos elementos formales, emocionales, intelectuales y poéticos tienen sustancia, es decir, que le confieren un significado real.”[25] Cartier-Bresson lo sintetiza: “Nunca he sentido pasión por la fotografía «en sí misma», sino por la posibilidad de captar –olvidándome de mí mismo—en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma.”[26] (Los subrayados en todas las citas de este párrafo son nuestros.)
De modo que el «instante decisivo» no es únicamente el atrapar en el momento justo una acción, sino más bien el momento en el que se conjugan el tiempo oportuno más la composición visual de un contenido o tema.
De alguna manera se puede atisbar con este triángulo el por qué de la universal aceptación de las fotografías de Cartier-Bresson, pues se suman “las cualidades formales con la accesibilidad del contenido.”[27] Acciones oportunamente capturadas en una fotografía bellamente compuesta de temas que tocan el y al ser humano. Ésa podría ser una conceptualización más completa del “instante decisivo” de Henri Cartier Bresson.
La noción del «instante decisivo» en fotografía es producto de la mente de un fotógrafo insertado en el Paris de la década de 1930. ¿Es este un concepto que ha trascendido al tiempo y que es capaz de dotar a toda fotografía con una impronta de universalidad o una idea cuya vigencia podría ponerse en duda a más de 80 años de su concepción? ¿Es el “instante decisivo” la piedra angular de la fotografía o solamente una ocurrencia fruto de un trasnochado modernismo? La osada desvergüenza de cuestionar este dogma ¿Es la máxima herejía imaginable contra la religión fotográfica y los adoradores de Cartier-Bresson? La respuesta a estos cuestionamientos no es (afortunadamente) la materia de este pequeño estudio. Empero, habría que recordar que a veces resultan mucho mas interesantes las preguntas que las respuestas.
Se puede apreciar que hay mucho más de lo que aparece superficialmente en la idea del «instante decisivo». Además del tiempo será necesario sumar la oportunidad al integrar en la fotografía la composición y el tema.
Henri Cartier-Bresson defendió que “Fotografiar, es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira.”[28] He ahí el genuino «instante decisivo».
* Óscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).
Es autor de los libros:
Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).
Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las posturas de la Universidad Panamericana.
[1] Jeanneney Jean-Noël, “Ver es un todo” en Fundación Henri Cartier-Bresson, Henri Cartier-Bresson ¿De quién se trata?, Lunwerg Editores, España 2003, p. 14
[2] Präkel David, Diccionario visual de fotografía, Blume, Barcelona 2010, p. 48
[3] Museum of Modern Art, Henri Cartier-Bresson: the Modern Century, http://bit.ly/wRrVp consultada el 19 de noviembre de 2011
[4] Cookman Claude, “El artista y el reportero: variaciones sobre un tema” en Fundación Henri Cartier-Bresson, Op. Cit. p. 390
[5] Sougez Marie-Loup (coord.), Historia general de la fotografía, Cátedra, Madrid 2007, p. 464
[6] Jeanneney Jean-Noël, Op. Cit. , p. 13
[7] Sougez Marie-Loup (coord.), Historia general de la fotografía, Cátedra, Madrid 2007, p. 464
[8] Stepan Peter, 50 photographers you should know, Prestel Verlag, London 2008 , p. 99
[9] Jeffrey Ian, Cómo leer la fotografía, Electa, Barcelona 2009, p. 156
[10] Cartier-Bresson Henri, Fotografiar del natural, Editorial Gustavo Gili, Barcelona 2003, p. 35
[11] Cartier-Bresson Henri, Op. Cit. p. 18
[12] Badger Gerry, La genialidad de la fotografía: Cómo la fotografía ha cambiado nuestras vidas, Blume, Barcelona 2009, p. 104
[13] Jeanneney Jean-Noël, Op. Cit. p.14
[14] Bate David, Photography: the Key Concepts, Berg, New York 2009, p. 56
[15] Cartier-Bresson Henri, Op. Cit. , p. 24
[16] Castellanos Paloma, Diccionario histórico de la fotografía, Ediciones Istmo, Madrid 1999, p. 53
[17] Newhall Beaumont, Historia de la fotografía, Ed. Gustavo Gili, Barcelona 2006
[18] Hill Paul y Cooper Thomas, Diálogo con la fotografía, Ed. Gustavo Gili, Barcelona 2007, p. 78
[19] Cartier-Bresson Henri, Op. Cit, p. 25
[20] Cartier-Bresson Henri, Op. Cit. p. 26
[21] Cartier-Bresson (Collector’s Edition), Arthouse Films, 2007
[22] Bamberg Matthew, 101 Quick and Easy Ideas Taken form the Master Photographers of the Twentieth Century, Course Tecnology CENGAGE Learning, Boston 2010, p. 45
[23] Stepan Peter, 50 photographers you should know, Prestel Verlag, London 2008, p. 99
[24] Cookman Claude, Op. Cit. p. 391
[25] Badger Gerry, La genialidad de la fotografía: Cómo la fotografía ha cambiado nuestras vidas, Blume, Barcelona 2009, p. 104
[26] Cartier-Bresson Henri, Op. Cit. p. 33
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Para saber escribir, primero es necesario leer. Esta premisa tan obvia suele olvidarse en la fotografía y nos lanzamos a realizar imágenes sin una cultura visual mínima.
El texto que ahora reseñamos se titula «Cómo se lee una fotografía» de Javier Marzal y nos ofrece una herramienta fundamental para adentrarnos en el lenguaje fotográfico.
En una primera parte Javier Marzal Felici expone los fundamentos teóricos de la fotografía para luego hacer un recorrido de las principales corrientes metodológicas en el análisis de la imagen. El especialista nos ofrece su propuesta para la interpretación de la fotografía y culmina el texto con la lectura de doce textos fotográficos.
De la contraportada: «La fotografía consituye un objeto de estudio difícil de abordar desde una perspectiva unívoca. El propósito de este libro es, precisamente, ofrecer una metodología de análisis del texto fotográfico.»
Esta excelente adición a la biblioteca fotográfica constituye una mirada seria al tema. No ofrece una solución «de aspirina», profundiza en el método de lectura y da respuesta a los «por qués» de la lectura fotográfica.
Cómo se lee una fotografía es, indudablemente, una buena aproximación a la lectura fotográfica que ofrece un método, un camino, para poder desentrañar, ordenadamente, un texto fotográfico.
Además del libro, Marzal Felici ha publicado otros textos que son de gran utilidad para cualquier interesado en saber cómo leer una fotografía. Dichos documentos pueden descargarse a continuación:
>> Propuesta de modelo de la imagen fotográfica. Descripción de modelos contemplados. Documento PDF descargable.
>> Aproximaciones metodológicas en el estudio de la fotografía. Documento descargable en PDF.
Se puede profundizar en el análisis fotográfico en el sitio web que el Dr. Marzal ha creado con la Universitat Jaume I donde expone su método y ofrece más lecturas de textos fotográficos. Su página puede consultarse aquí.
¿Dónde comprar el libfo? En España desde Amazon, o a veces disponible en México en Librerías Gandhi.
– Marzal Felici Javier, Cómo se lee una fotografía (Interpretaciones de la mirada), Edit. Cátedra, Madrid, 2007
En este blog también hay más información sobre cómo leer una fotografía:
* Óscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).
Autor de los libros:
Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).
Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las posturas de la Universidad Panamericana.
Fuente de investigación : Schnaith Nelly, Lo visible y lo invisible en la imagen fotográfica, Edit. La Oficina, Madrid, 2011
Abrimos un nuevo espacio en OscarEnFotos para reseñar algunos de los títulos bibliográficos más interesantes sobre fotografía.
La historia no suele ser la asignatura favorita de los niños o jóvenes, y también puede resultar enfadosa para más de un adulto. De modo que cualquier medio que nos permita hacer más ameno el estudio histórico es siempre bienvenido.
Este es el caso de nuestro título de la semana: El arte de la fotografía: de los orígenes a la actualidad, coordinado por André Gunthert y Michel Poivert.
Se trata de una historia de la fotografía que abandona el orden cronológico para realizar un recorrido temático. Como sus coordinadores lo escriben, no es una historia de la fotografía sino varias historias y momentos del medio.
De la contraportada: «Atentos a los debates de cada época -la fotografía entre arte y ciencia, diversión o profesión, espacio social o laboratorio técnico-, los autores nos permiten descubrir el daguerrotipy y el calotipo del siglo XIX, los métodos de observación o el universo de los aficionados y el de los artista para, a continuación, sumergirnos en una tavesía del siglo XX en la que la fotografía toma parte en todas las revoluciones artísticas y en todas las evoluciones de la comunicación.«
El recorrido está a cargo de diferentes especialistas en historia del arte y la cultura, de modo que estamos frente a un libro serio sin ser un ladrillo de erudición.
Son especialmente interesantes las adiciones de «álbumes» que incluyen muestras representativas de cada período o movimiento.
El Arte de la Fotografía es un libro que se disfruta enormemente, con información precisa y un recorrido completo de los diferentes momentos y movimientos fotográficos.
Lo único que se echa en falta es la poca información que existe sobre el posmodernismo, especialmente en el terreno de la fotografía artística contempóranea. Para quienes se interesan en estos temas será necesaria acudir a una bibliografía más especializada como los magníficos textos de Susan Bright que trataremos en algún momento futuro.
En términos de la colección fotográfica, el texto es acompañado por más de 500 imágenes.
No es un libro barato, pero la calidad tanto de imagen, textos como la propia edición en términos de papel, acabados y encuadernación son de primera calidad. Existen otras historias de la fotografía, pero El Arte de la Fotografía es una adición extraordinaria a cualquier biblioteca: suficientemente accesible para quienes desean profundizar en la historia de la fotografía y los lectores que deseen profundizar encontrarán abundante material.
Un libro que vale mucho la pena.
¿Dónde comprarlo? En Amazon o Cervantes
El Arte de la Fotografía: de los Orígenes a la Actualidad
André Gunthert y Michel Poivert
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, sin embargo a veces las palabras no pueden dar luz sobre el estilo de un fotógrafo.
Inauguramos nuestra sección CloudText con una representación gráfica de las palabras relacionadas con el autor de esta semana, Jacques-Henri Lartigue. Semanalmente habrá un nuevo CloudText.
Se puede hacer clic en la imagen para verla en tamaño completo y analizarla con más detalle.