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Tina Modotti: leyendo la leyenda
Con una vida tan rica y excepcional como la de Tina Modotti es fácil perder de vista el valor de sus fotografías: un informe especial para comprender mejor su obra y sus aportes.
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Henri Cartier-Bresson: Sobre el buen uso de la cámara
Por Henri Cartier-Bresson
Del artículo «Du bon usage d’un appareil». Revistas Point de Vue – Images du monde, No 235, 4 de diciembre de 1952
¿Escribir unas palabras sobre la cámara fotográfica?… Uno se siente inmediatamente como aquellos personajes que, en las páginas de publicidad, intentan demostrar con una copa en la mano que si se bebe determinado whisky se es un perfecto caballero; pero, en el fondo, siempre he temido que, en privado, beben cualquier cosa o incluso que tienen la templanza de un vegetariano.
En fin, aquí no se trata de esto, sino de explicar por qué, desde hace veintiún años, trabajo única y exclusivamente con el mismo tipo de cámara, el pequeño formato 24×36. Debo hablar de mi fidelidad a esta herramienta, y no puedo hacerlo de forma neutra, ya que se ha convertido en la prolongación de mi ojo, y no me abandona.
La cámara de pequeño formato 24 x 36 es más discreta y manejable que las demás. Sus 36 imágenes evitan tener que recargarla constantemente, como si se le acabara el aliento durante el transcurso de un acontecimiento interesante y algo largo.
Su gama de objetivos intercambiables permite captar un sujeto en su integridad, justo como nuestro ojo lo aísla de todo aquello que hay a su alrededor.
Otro aspecto importante es la visualización, que se hace a la altura del ojo de una forma tan directa como la visión, y esto es, sin duda alguna, más normal que buscar el sujeto al fondo del fuelle de una cámara sostenida contra la cintura: ¿desde cuando tenemos el ojo en el ombligo?
Centrémonos ahora en el monótono formato cuadrado. El formato rectangular ofrece un juego de proporciones entre la largura y la anchura que enriquece la composición.
A aquellos que afirman reencuadrar sus negativos bajo la ampliadora, podríamos responderles que la integridad de su visión en el momento en que han captado la escena es destruida, y apenas queda un compromiso de laboratorio.
Debo decir que, personalmente, sólo en contadísimas ocasiones he podido cortar una foto y mejorarla recuadrándola: si era mala, las relaciones geomértricas que existían en el interio del encuadre serán débiles, incluso si retiramos un poco de aquí y de allí. En fin, cuando estamos ante la realidad es necesario rigor entre el vistazo y la simplicidad.
Los aparatos de pequeño formato poseen objetivos infinitamente más luminosos que los de formato mayor, y permiten captar un sujeto en vivo y en directo en las condiciones de iluminación más adversas.
Con emulsiones de películas tan rápidas como las que existen hoy en día, y las que se desarrollarán, ya no es necesario entregarse, con contadas excepciones, a esta horrible masacre que es el empleo del «flash ». ¿Cómo un país que se jacta de su finura, buen gusto y dominio de la pintura puede cometer aún semejante acto de barbarie?