Desde la pintura a la fotografía y luego en el cine, William Klein ha sido, durante seis décadas, un gran transgresor del arte y un auténtico innovador.
Por Óscar Colorado Nates*
La ciudad: Nueva York. El año: 1954. El furibundo: Alex Liberman.
El director artístico de la prestigiada revista Vogue pasó la mano sobre su cabello tieso por la brillantina. Nervioso, acarició su bigotito. Caminó aceleradamente mientras trazaba círculos en su espaciosa oficina. En aquella mente rebullía el conflicto: “¿Para qué lo traje a Nueva York? ¿Por qué tuve que contratarlo? ¿En qué estaba pensando? Pero… ¡Cuando lo vi en París parecía tan talentoso!”

No podía ser de otra manera, Liberman había implosionado finalmente. En una mano tenía el papelito que acababa de llegar a su oficina: Era una factura de equipo y suministro fotográfico que había adquirido William Klein y que le habían cargado a Vogue. En el escritorio yacía una pila de fotos que no justificaban, en lo absoluto, todo el gasto. Eran imágenes borrosas. “¡Extrañas!” Fue lo más benigno que pensó el director judeo-ruso.

Klein era un artista joven y talentoso: brillante, a decir verdad. Pero había que entender que Condé Nast era un negocio. Precisamente esa era la gran cualidad de Liberman: equilibrar, exitosamente, arte y comercio.
“Además, ¿Cómo puede atreverse a esto con Vogue, la revista de moda más importante del mundo? Pero Harper’s Bazaar es una competencia peligrosa… ¡Y tiene a Richard Avedon!” Liberman sonrió cuando pensó que su colega, también de origen ruso, Alexey Brodovitch -el director artístico en Harper’s– enfrentaba los mismos problemas con aquel otro fotógrafo suizo… ¿Robert Frank, se llamaba?
Pero si Vogue estaba siempre una nariz adelante de Harper’s Bazaar, era gracias a Liberman y su visión artística. Alex había logrado que las revistas de moda dejaran de ser meros catálogos para convertirse en los epicentros del estilo.
Liberman se sirvió un escocés en las rocas. Bebió un sorbo y los espíritus del whisky parecieron calmarle un poco.
Alex continuó su reflexión: por muy avant garde que fuera Vogue, había una reputación y, por encima de todo, un negocio por mantener. El mismísimo Condé Montrose Nast había confiado ciegamente en Liberman. Sin embargo, con facturas como las que se apilaban en el dossier de William Klein, hasta el contador más inepto pondría el grito en el cielo tarde o temprano. Dar explicaciones sobre por qué no se había publicado una sola foto del joven Klein después de tanto dinero invertido era algo que, inevitablemente, le cuestionarían.


Alex Liberman repasó, una vez más, el montón de fotos. Había mandado a Klein para cubrir un baile de caridad de Elsa Maxwell en el Waldorf Astoria; una asignación sencilla. Pero el resultado era un desastre: Un niño lo hubiera hecho mejor con una Brownie. ¿No se suponía que William le había comprado la cámara al mismísimo Cartier-Bresson? ¿Cómo podía ese mismo aparato producir resultados tan distintos?

Liberman agotó el cigarrillo que tenía en la boca y encendió otro de inmediato.
Él mismo era ruso y se entendía mejor con los europeos que con los americanos. Con el tiempo había atraído a un conjunto de artistas hacia Estados Unidos para trabajar con Vogue. Era parte del éxito de la revista y la sofisticación de sus páginas. Escondido, en el indómito William, estaba seguro de que yacía algo de valor pero ¿Cómo extraerlo? El editor dominaba los más intrincados aspectos de su trabajo: los presupuestos, los conceptos creativos, el diseño, la supervisión de la maquetación… Pero no había nada más difícil en el mundo que lidiar con lo seres humanos. Y con William Klein, en particular.

Tal vez lo que necesitaba su protegido era un poco más de tiempo, o -mejor aún- una dirección más concreta. Alex reconoció que tampoco había tenido una visión demasiado clara de qué haría con el artista. Además, realmente no era fotógrafo, sino pintor, muy recientemente había adoptado la imagen foto-génica como un nuevo medio de expresión.
Cuando Liberman vio las pinturas y esculturas de William en París, la idea de llevarlo a Nueva York había resultado francamente atractiva. Sus credenciales incluían haber estudiado en la Sorbona y ser discípulo de Fernand Léger y se notaba en su obra, en aquellas combinaciones de negro y rojo, las líneas geométricas… Klein tenía lo mejor de los dos mundos: el pragmatismo estadounidense y la sofisticación artística europea. Además, sus esculturas cinéticas eran tan inesperadas como fascinantes…

Liberman sentía que la pintura estaba estancada en la mitad del siglo XX: no había visto nada interesante en el circuito del arte en un lustro. Él mismo sabía apreciar el arte porque era un pintor de talento. Sin embargo, sus galones y puesto en Condé Nast pesaban demasiado como para que el mundo del arte le tomara en serio como pintor.

Tal vez por eso tenía una gran empatía con los artistas, quienes con sus bolsillos vacíos podían hacer realidad los sueños que estaban vedados para hombres en la posición de Liberman.
Alex metió las manos en los bolsillos de la chaqueta de aquel traje impecable. No le quedaba más remedio: tenía que hacer algo con Klein y sus fotografías horrorosas. «Extrañas», se repitió de nuevo a sí mismo, como si tratara de convencerse que, tras esas fotografías inexplicables, existía algo de valor.
En ese momento, su secretaria le interrumpió desde el aparato ínter-comunicador:
-Señor Liberman, William Klein ya está aquí.
El ejecutivo demoró un par de segundos en responder…
-Hazlo pasar. -Contestó secamente.
William Klein, buen mozo, con aire parisino pero modales de neoyorkino destemplado, entró a la oficina con brusquedad.
-William, pasa.
Aunque no le faltaba carácter a Liberman, William Klein era capaz de intimidar a cualquiera. De modo que el ejecutivo ponderó sus palabras antes de pronunciarlas: No quería justificaciones ni discusiones, lo que necesitaba eran resultados.
-William, estas fotografías son impublicables.
Cuando el joven quiso respingar, Liberman levantó el dedo índice replicó crispado:
-¡Shhhtt! No digas nada: No abras la bocota, no ahora…

Tratando de recuperar la compostura, prosiguió:
-Tengo meses pagando tu salario. ¿Sabes cuántos artistas muertos de hambre quisieran ganar en París durante un mes entero lo que tú cobras diariamente en Vogue? Se te pagan cámaras, película ilimitada, papel fotográfico, químicos, ampliadora… ¡Y esto es lo que me entregas! Necesito algo tuyo que pueda publicar, y pronto. Así que, hazme un favor: toma la cámara, que Susan arregle lo necesario para armarte un crew de modelos, modistas, peinadoras, maquillistas and all that jazz, y tráeme algo que pueda poner en página y que justifique, al menos un poco, lo que Vogue te ha pagado hasta el momento. Y apresúrate o tendrás que pescar tú mismo, y pronto, tu almuerzo en el río Sena.
El joven artista no dijo nada, pero sus ojos le indicaron a Liberman que había entendido el mensaje. Klein salió de la oficina cuidando no dar un portazo.
Liberman suspiró. Esperaba que el regaño diera algún resultado, pero nunca imaginó que William Klein regresaría con la primera genuina aportación en el campo de la fotografía de moda desde Richard Avedon.
Primera parte. Los inicios
Nacimiento y ruina familiar
William Klein nació en la ciudad de Nueva York en 1928[1]. Su abuelo era un inmigrante húngaro quien logró establecer una tienda de ropa, la cual se convirtió en el patrimonio familiar. Para 1929 el negocio era un éxito, pero el padre de William tuvo la mala idea de invertir todo su patrimonio en la bolsa de valores en uno de los peores momentos en Wall Street. Los resultados fueron desastrosos: lo perdió todo.

Fue un momento amargo para la familia, recuerda William Klein: “Tuvimos que mudarnos a la esquina de la calle 108 y la avenida Amsterdam, que era un muladar. Mi mamá no trabajaba pero ayudaba a mi padre, quien se había convertido en un vendedor de seguros…[2]”

En Nueva York los judíos iniciaban en la región del Lower East Side para mejorar hacia la parte occidental de Manhattan y, si lograban hacer dinero, se mudaban a Park Avenue. Sin embargo los Klein iban marcha atrás. El padre de familia pensaba que Estados Unidos era el mejor lugar de la tierra donde todos terminan haciendo algo grande, “lo cual él nunca logró[3]” recuerda, con sequedad pero no sin una nota ácida, el ahora octogenario William.
El fracaso del padre se hacía todavía más amargo porque el resto de su familia, en particular el tío Louis, había tenido un enorme éxito con su firma de abogado. En el despacho legal se atendían los asuntos de clientes como Charles Chaplin, Mae West o Salvador Dalí. Aunque cualquiera que supiera leer y escribir en la familia acababa en el despacho del tío Louis, Klein se negó a hacerlo.[4]
Estos contrapuntos de éxito y fracaso familiares, junto con la crisis provocada por el Crash de 1929 afectaron profundamente al muchacho. Y no era solamente un tema de estatus económico, sino de supervivencia. William era un chico judío que tenía que apañárselas para salir adelante en un barrio católico italo-irlandés, Por si fuera poco, estaban a un par de cuadras de Harlem, distrito dominantemente afro-americano.
Para William, crecer en la década de 1930 implicaba sufrir un anti-semitismo feroz en la escuela y en la calle: Siempre estuvo alienado de la cultura de masas[5].
Pero el muchacho encontró una tabla de salvación: el MoMA.
Educando a William
Klein se escapaba en cuanto podía al Museum of Modern Art (MoMA). El chico tenía 12 años y convirtió a la catedral del arte del siglo XX, en Nueva York, en su segundo hogar[6]. Aquel espacio le brindaba un medio de escape del Upper West Side, pero también despertó una vocación artística, que sería la columna vertebral de su vida adulta.
El joven Klein resultó inusualmente brillante para la escuela: A los 14 años entró a la universidad, tres años antes que sus compañeros.

El propio Klein recuerda: “El City College era gratuito, pero duro para entrar. No se parecía en nada el sueño universitario americano. No habían chicas vestidas de porristas ni instalaciones fabulosas: Era solamente un lugar para recibir una educación. Me gradué en sociología, aunque siempre quise ser artista.[7]”
La sociología le daría, a la larga, una mirada centrada en lo antropológico. Esto se convertiría en la capacidad de analizar, críticamente, a una humanidad en eterno conflicto.
Del ejército a París
William terminó la Universidad, justo en la edad para alistarse en el ejército. Había terminado la segunda guerra mundial. Trabajó como operador de radio en Francia y Alemania durante dos años.[8] Cuando acabaron sus responsabilidades marciales, se marchó a París donde aplicó la beca para militares estadounidenese que le permitió matricularse en la Sorbona.

Un encuentro inesperado
Su primer día en París fue crucial porque conoció al amor de su vida. Mientras trataba de conocer en bicicleta todos los lugares maravillosos sobre los cuales había leído, se tropezó con una chica: la detuvo, le preguntó cómo llegar a algún lado y comenzó a conversar con ella. Se llamaba Jeanne Florin, estudiaba escultura, y se interesaba por los idiomas, particularmente ruso e inglés.[9] Por supuesto Klein, galantemente, se ofreció a enseñarle y terminaron casándose.

Hacían una gran pareja. A ella le decían continuamente que debía ser modelo, pero al provenir de una familia acomodada, consideraba la idea un tanto vulgar. A pesar de todo, hubo una época en la que el matrimonio necesitó dinero y Richard Avedon estaba en París mientras Jeanne modelaba. Un día Avedon conoció al marido de Jeanne y dijo “Tengo que hacer una foto de pareja y ustedes son la dupla más adorable que haya visto. ¿Me permitirían fotografiarlos? Puedo pagarles $500 dólares.”[10] Era muchísimo dinero. Se realizó una sesión fotográfica frente al Sacré Coeur y los jóvenes esposos aparecieron en un anuncio que figuró en todas las farmacias neoyorkinas. Y también hicieron un nuevo amigo.
William y Jeanne fueron una pareja muy feliz: vivieron juntos durante 60 años, hasta que ella murió en 2005[11].
William en el paraíso
Klein encontró en la Ciudad Luz un edén artístico. Se sentía, por primera vez, en su elemento. Podía encontrarse en La Coupole a Picasso o Giacometti y darles una palmada en la espalda[12]. Fue en aquella época que estudió pintura con el afamado Fernand Léger[13].

Fernand era pintor, dibujante, ilustrador, impresor, escenógrafo, creador de cine y ceramista. Su prestigio lo había colocado entre uno de los artistas más importantes en Paris durante la primera mitad del siglo XX[14].
La impronta de Léger fue profunda. El pintor insistía a sus alumnos que, en lugar de preocuparse por los compradores y galeristas, se consiguieran libros de los artistas del Quattrocento. “Pero eran caros”, recuerda Klein, “de modo que como no teníamos dinero para comprarlos, los robábamos. Nos tomábamos lo que nos decía Léger muy en serio.[15]”
William Klein había logrado su sueño: finalmente se había convertido en un artista.

Sus primeras obras eran, por supuesto, muy parecidas a las de su maestro. Sin embargo, cuando comenzó a explorar con el lenguaje abstracto en la pintura y la escultura, encontró su propio modo para expresarse.

“Klein expuso su obra a lo largo de Europa como pintor. Producía murales abstractos para arquitectos italianos y franceses. William fotografió sus propios murales en 1952 y comenzó a experimentar con la cámara. Tenía como influencias importantes a Man Ray, Alexander Rodchenko, los dadaístas y la Bauhaus.[16]”

Aunque sus pinturas fueron acogidas de forma entusiasta, serían sus fotografías las que le ganarían un lugar en la historia del arte.

La primera experiencia fotográfica
William Klein recuerda que un arquitecto había diseñado unos paneles que podían configurarse de muchas maneras. El pintor decoró ambas caras de cada tablón y comenzó a fotografiarlos. Le pidió a Jeanne que moviera las estructuras y las imágenes mostraron las pinturas barridas. “La fotografía le dio otro aspecto a las composiciones geométricas de mis pinturas. Entonces comencé a interesarme por las posibilidades en el cuarto oscuro y pensé que, además, el efecto movido podía agregar algo a la pintura. Así que me dije: «Tal vez pueda hacer algo con la fotografía.[17]»”
El artista prosigue: “La fotografía me llevó a experimentar en el trabajo gráfico y la pintura. Las obras que realizaba en el cuarto oscuro se alejaban de la obra artística que estaba de moda -Picasso, Miró, Léger, etc. La fotografía me ayudaba a desmarcarme de la pintura de aquella época en París. Esto ocurrió antes de la action painting. Era una forma distinta de trabajar con la forma. Descubrí que podía hacer lo que quisiera en el cuarto oscuro y con una ampliadora. Podía expresar lo que yo quería […] Encontré que podía decir muchas cosas con la fotografía.[18]”
Segunda parte. Modas y calles
Fotógrafo de modas en Vogue
La obra de William Klein -pintura, escultura y fotografía- fue exhibida en París, donde fue descubierta por Alexander Liberman[19]. El director artístico de Vogue quedó fascinado al grado que invitó al artista a viajar a Nueva York para trabajar en la revista.
William tuvo sus dudas: no le interesaba la industria de la moda, pero por otro lado estaba la posibilidad de contar con una cantidad ilimitada de película[20]. Klein había descubierto que la fotografía era un medio caro con el cual trabajar. Sin embargo, la oferta de Liberman le ofrecía la posibilidad de financiar su obra. Por aquel tiempo Condé Nast se abría a la experimentación. Klein aceptó, finalmente, la oferta de Liberman: “¡Era como una beca del gobierno!”[21] -recuerda el artista.
Así que William Klein, mientras cobraba un salario con Vogue, prefería deambular por las calles neoyorquinas haciendo fotografías de los transeúntes.
Ante el ultimatum de Liberman, el artista decidió hacer algunas fotografías de moda con un objetivo telefoto y las modelos en la calle intercalándose con el tráfico. Agregó espejos y el resultado fue original y sorprendente.
Eran fotografías llenas de energía y movimiento, algo nunca visto.
Susan Train, editora en Vogue, explica: “Yo creo que la razón por la que estas fotografías le gustaron tanto a Liberman fue por la energía y el sentido noticioso que tenían con su inmediatez, por ese sentido de acción.[22]”
Eran, sin duda, refrescantes en comparación con el estilo ya demasiado rígido de Irving Penn quien, además, nunca salía del estudio.
Cuando William entregó las fotografías a Liberman, el editor se sintió, a un tiempo, aliviado e intrigado… Nadie había hecho fotografías así. Le recordaban un poco cuando Richard Avedon había comenzado a realizar fotos de moda en París en la calle y había cambiado toda la industria. Sin embargo, este era un trabajo distinto, tenía una cierta grasa que le daba personalidad y energía que convertían a la moda en algo excitante.
Liberman estaba decidido a tener su propio Richard Avedon[23]. Sin embargo, pensó que tal vez había logrado algo mejor al contar con su propio súper astro llamado William Klein[24].
“Esto me gusta” le dijo Liberman a Klein “¿Por qué no construyes una colección?”

William recuerda que era algo importante: Irving Penn era quien hacía colecciones, pero siempre en el estudio y con el fondo blanco.

En la famosa imagen de Dorian Leigh con un sombrero, velo y cigarro, la chica fuma como marinero, sin utilizar boquillas ni guantes -tal como se aceptaba en aquella época. Hoy ese pequeño hecho tal vez no nos parezca importante, pero en su momento era un detalle incitador. Una clara provocación, cortesía de William Klein.

Fritz Gruber escribió: “Evidentemente, el audaz fotógrafo William Klein ha causado sensación también con sus series de moda para Vogue, arriesgándose tanto en blanco y negro como en color. Aquí la fotografía parece empujada al exceso, tanto en el dinamismo como en el estatismo. Pero estas imágenes son atrevidos ejercicios visuales de un artista que arrolla las anteriores costumbres de la fotografía. La vibrante impaciencia con la que William Klein maneja su cámara da lugar, a medida que se abre paso, a un tachismo fotográfico. Quien mira con cuidado, concede que lo que parece resolución es realmente una visión y una fotografía más intensiva y más moderna de la que ha habido hasta ahora.”[25]

Klein revolucionó el género de la fotografía de modas[26]. Los fotógrafos corrieron a comprar telefotos para hacer ese tipo de imágenes. Todavía hoy profesionales del mundo de la moda como César Vera reconocen la importancia de Klein: “Cuando empecé a hacer moda en Londres me dijeron «déjate de tonterías, tienes que ver a Klein» y entonces todas mis fotos de esa época eran copias descaradas de su estilo. Es un fotógrafo fantástico.[27]”

El propio Liberman escribío que “En la fotografía de moda de los cincuenta, no había nada como lo que hizo Klein: fue a los extremos, lo que implicaba una combinación de un gran ego y una enorme valentía. Fue pionero en el uso del telefoto y los grandes angulares para darnos una nueva perspectiva. Se llevó la moda del estudio a las calles.[28]”

Hoy, Klein es considerado uno de los grandes hitos en la fotografía de moda[29]. Cada foto era un experimento. El uso de espejos generaba una complejidad y belleza nunca antes vistas[30].
Curiosamente a William no le importaba mucho el mundo de la moda. Lo hacía por el dinero, y las posibilidades para desarrollar sus propias habilidades técnicas y creativas.

Con Liberman más tranquilo, tuvo la autonomía creativa necesaria para trabajar en sus propios proyectos, como el de un libro que planeaba hacer sobre la ciudad de Nueva York, tal cómo el la veía, o mejor dicho, como la toleraba.

Nueva York bajo el escrutinio de Klein
Aunque William fue importante en la fotografía de moda, sería su proyecto paralelo en la ciudad de Nueva York, retratando sus calles y gente, lo que le darían un lugar de privilegio en la historia de la fotografía.
Mientras William hacía su trabajo de modas, se escapaba para recorrer las calles de su ciudad natal y hacer fotografías.
El retorno de William Klein a Nueva York le había traído sorpresas: Se había marchado siendo joven y había vuelto mucho más maduro y con una esposa extranjera, además de “nuevas referencias y hábitos, y en los inicios de una carrera como artista […] De modo que ahí estaba, en un barco, viendo Manhattan emerger entre la niebla, con su perfil de postal […] De pronto, lugares y sonidos en los que nunca antes había reparado, que había olvidado o que no sabía que existiesen, me emocionaban enormemente. Me sentía en trance y pensaba que podía hacer algo con todo aquello. Tenía una cámara, aunque apenas sabía cómo usarla”[31].

Klein se había enamorado del objetivo de 28mm “lo quería atrapar todo con glotonería.”[32] “Klein usó el objetivo gran angular, película rápida y una forma novedosa de encuadrar y ampliar para crear imágenes fragmentadas, anárquicas que enfatizan su cruda inmediatez y subrayen la presencia del fotógrafo en la escena.[33]”
Y recuerda: “A veces disparaba sin apuntar, sólo para ver qué pasaba. Me avalanzaba sobre las multitudes: ¡bang! ¡bang! Me gustaba la idea de la suerte y de probar suerte. Otras veces detectaba una composición, la encuadraba y me instalaba en cualquier parte, esperando a que ocurriera algo.”[34]

A mediados de 1950 se dio todo un fenómeno que inició los peregrinajes fotográficos a lo largo de la Unión Americana. Iniciada por Robert Frank y Garry Winogrand, sería mantenida por otros creadores como Lee Friedlander o Stephen Shore. Klein recuerda: “En Estados Unidos, los chicos que salían de la Universidad compraban un coche usado y se iban a recorrer el país. […] Nueva York era mi Estados Unidos.[35]”

Como adulto, comenzó a ir a esas regiones para él inexploradas, indómitas y salvajes como el Bronx o Harlem.
Klein se acercaba mucho a la gente. Conversaba con los niños y sus fotos mostraban una empatía sujeto-fotógrafo que saltaba del cuadro.

“La ignorancia de Klein fue una enorme suerte para la fotografía. En la mitad de los años cincuenta, la fotografía de autor imperante, la intocable Academia establecida y respetada, era la que se distanciaba en todo lo posible de la amateur. Ansel Adams, Edward Weston e incluso el emergente Cartier-Bresson valoraban por encima de todo conceptos como «objetividad», «transparencia», «técnica», «positivados de alta calidad», «composición», etcétera. Frente a ellos surgieron nombres como los de William Klein, Robert Frank o William Eggleston, que comienzan a incorporar a sus obras escenas caóticas con numerosos elementos urbanos, colores poco reales, una granulación deliberadamente excesiva, planos fuera de foco , todo lo que hasta entonces era rechazado por los maestros y profesionales. «No tenía ni formación ni complejos», explica Klein. «Por necesidad y elección, decidí que todo valía. Empleé una técnica carente de tabúes: imágenes borrosas, muy contrastadas, encuadres torcidos, accidentes, cualquier cosa»[36].”

Esa actitud experimental, puramente artística, permanece hoy en un Klein de 94 años. Aunque se mueve con torpeza, ayudado por un bastón, el nonagenario se asombra cuando ve la cantidad de gente haciendo fotos en la luminosa Times Square: “Es sorprendente cómo todas estas personas compran una cámara y comienzan a usarla. Lo que hacen es de lo más avant garde, aquello que ningún fotógrafo profesional se atrevería a hacer.[37]”

Con ese mismo espíritu trabajaba a mediados de 1950. No le importaba un rábano si había algún criterio acerca de la nitidez de la imagen o los valores tonales. De alguna manera, Klein estaba impregnando con sus fotos bruscas y contrastadas el espíritu de los escandalosos tabloides estadounidenses.
La sociología le brotó a William durante sus escapadas urbanas. Como un antropólogo investigador recorría la ciudad. “Era como un etnógrafo: trataba a los neoyorkino como un explorador afrontaría a los zulus…[38]”

Eran imágenes duras, agresivamente cercanas, fragmentos de anuncios y textos. Klein las llama “pseudo-etnográficas, paródicas, dadaístas.[39]”
William Klein ha vivido durante más de 60 años en Francia. Es un individuo contradictorio: muy sofisticado para Nueva York, demasiado americano para París. Su desprecio por Nueva York es notable porque se sentía estafado por el sueño americano y, en el fondo, por su propio padre. William desprecia profundamente a la ciudad que le vio nacer: “Se decían tantas paparruchadas sobre Nueva York. Es una urbe trágica y yo quería mostrar mi rabia. Es una ciudad incómoda, sucia. ¡La Gran Manzana! ¡Tonterías![40]”

Klein no pensaba que Nueva York era el centro del universo. Sus imágenes de la ciudad no fueron estereotipadas, y mostraban aspectos de la metrópolis que algunos se negaban a ver.

En sus fotografías combinaba a una madre yidis, un latino, un policía irlandés o una dama afroamericana. Sus fotografías mostraban puertorriqueños, mexicanos, chinos, chicas jugando al baseball, anuncios por doquier. Era una realidad incómoda.
Klein había capturado aquel mundo con “imágenes de brutal monocromático, parcialmente movidas y deformadas por un lente gran angular.[41]”
Dice Klein: “Las fotografías que hice en aquellos tiempos eran las menos publicabables del mundo. Se las mostré a un par de editores que conocía. Dijeron «Hacen que Nueva York parezca una pocilga» y respondí «¿Qué saben ustedes de Nueva York? Ustedes viven en la Quinta Avenida y vienen a la oficina en Madison. ¿Qué saben del Bronx y de Queens? Nueva York es una pocilga.[42]»”

García Felguera explica que: “Sus fotografías de Nueva York son profundamente desmitificadoras […] Klein no muestra la metrópoli de los rascacielos y el progreso, sino una ciudad desolada y violenta, poblada por gente solitaria y profundamente individualista, un monstruo de gran ciudad, llena de carteles publicitarios y escándalos.”[43]
Aunque William enfrentó en Vogue una negativa rotunda para publicar esas fotos, Alex Liberaman reconoce que “Aquellas imágenes tenían una violencia que jamás había visto en la obra de nadie. Las copias eran duras e intransigentes, y aun así Klein se las arregló para que la vida cotidiana encajara en una nueva estética. El marcado aspecto gráfico de las calles me intreresaba mucho. Había un maravilloso talento iconoclástico que captaba lo que veía.”[44]
El mundo editorial le dio la espalda a Klein. “Hay demasiados negros[45]”, le decían. La respuesta fue totalmente negativa: “pensaron que las fotografías eran anti-americanas y, en general, una auténtica mierda[46].” Pero el artista conocía un mundo mucho más amplio; regresó a París y buscó editor. El libro causó furor en Europa, escándalo en Nueva York, y para el mundo de la fotografía, una revolución.
Ignorado en Nueva York, amado en París
William encontró en París una casa dispuesta a publicar su libro. Se trataba de Editions du Seuil; su editor Chris Marker se entusiasmó tanto con las fotografías que dijo “Esto se convertirá en un libro, o yo renuncio.”[47] Y vaya que se publicó en lo que Margot Adler calificaría como “…una revolución […] y a lo largo de los años no ha perdido su poder.[48]”
Acerca de esta idea:
“«Cuando hice New York tenía 26 años, y a esa edad todo el mundo está convencido de que lo que hace es revolucionario », explica el propio Klein. «Era mi intención que fueran así. No tenía formación fotográfica, pero sabía lo que pasaba. Y trabajaba en contra de las tendencias imperantes. Eran fotos que podían hacer enfadar a mucha gente y pensaba que los que no se ofendieran podrían comprender mi aportación. Sabía que jugaba con el accidente, que subvertía los reglamentos de la cámara y la fotografía y experimentaba con eso. Muchos fotógrafos profesionales habrían tirado las fotos que guardaba, pero yo las hacía porque conocía la litografía, el dibujo y la pintura en donde había más libertad »”[49].

Para realizar sus fotomontajes y fotografías a doble página, Klein “Utilizó una máquina Photostat para ampliar las imágenes, intercalando la tipografia que aparecía en las revistas de la época modo de símbolo de la comercialización de la ciudad. Este formato aportó a su obra un toque contemporáneo y una garra que habría sido difícil de transmitir con cuaquier otro recurso.”[50]
William Klein concibió esta obra como un libro desde el principio. Su trabajo en Vogue le dio la ventaja de entender a la imagen puesta en página. A diferencia de lo que ocurrió con Robert Frank cuando editó, junto con Robert Delpire, las fotos que se publicarían en el libro Les Américains, Klein mismo realizó el diseño y maquetación. “Klein dispuso una página con unas doce imágenes aglomeradas inmediatamente antes de una sola imagen a doble página y sin márgenes, con lo que creó un estilo que debía tanto al cine como a las fotos fijas. Por ello, Nueva York es uno de los mejores ejemplos de cómo la distribución de las imágenes y el diseño de un libro de fotografía es tan importante como sus fotos, por buenas que éstas sean.”[51]

Klein se involucró totalmente en la conformación del libro, iniciando por el proceso de diseño-maquetación hasta la secuencia fotográfica. El libro, como tal, también rompió un conjunto de cánones. Para Klein “el diseño, el grafismo y la composición eran casi tan importantes como las fotografías en sí. Así que hice lo que pude por crear un nuevo objeto visual. Páginas dobles con 20 imágenes yuxtapuestas a modo de tira de cómic, páginas consecutivas que contrastaban entre sí, dobles páginas con tonos diluidos, parodias de catálogos y un toque dadá”[52].

El artista abunda: “Siempre he realizado mi maquetación y tipografía. […] Creo que si tú no haces la edición y secuencia de la fotos, entonces no es tu libro.[53]”
En París, el éxito fue inmediato: “…cuando New York se publicó en Francia fue un hitazo natural. «En aquellos días, todo era Estados Unidos. Todo el mundo tenía que ir allí»[54]”.
El libro terminó con un título largo: Life Is Good and Good for You in New York – William Klein Trance Witness Revels. Hoy conocido simplemente como New York, le valió a su autor el Prix Nadar en 1956[55].
El rechazo inicial de los editores neoyorkinos sería un precedente de lo que le ocurriría a Robert Frank y sus fotografías hechas en Estados Unidos.

El libro fue un acontecimiento editorial por su diseño, maquetación y, evidentemente, por un tipo de fotografía viva, plena de textura y movimiento como nunca antes se había visto.
“De todas las evocaciones fotográficas de la posguerra, pocas han tenido mayor resonancia o una influencia más amplia que el libro de William Klein […] que influyó no sólo en un estilo de fotografía, sino en el desarrollo de los libros de fotografía.”[56]

Es imposible dejar de comparar a Klein con Frank, podría pensarse en el primero como un autor más agresivo. Las fotos de William exudan la confrontación. Juntos, Klein y Frank han influido en generaciones de fotógrafos y se les ha reconocido como padres de la fotografía de calle como la entendemos hoy[57].
Como explica Gerry Badger:
“Ambos hombres nos dieron visiones indelebles de la América de la década de 1950, de las incómodas verdades ocultas tras una era de optimismo. El país vivía un período de esquizofrenia. […] la imaginería de Klein exuda una alegría crispada, mientras que la de Frank se ha llevado a cabo con tristeza. The Americans, en boca de Jack Kerouac, fue un triste proema arrancado a América. En él abundan los símbolos e imágenes de la muertes, pues éste es su tema principal, mientras que, pese a toda su violencia y cinismo, el libro de Klein rebosa vida y energía.”[58]

Roma, Moscú, Tokio
Tras la conmoción del libro sobre Nueva York y con el éxito con sus fotografías de modas, Klein viajó a Roma, Moscú y Tokio durante el lustro subsecuente.

Cada viaje dio como resultado un nuevo libro que ha permitido al mundo comprender mejor la mirada de William quien siguió “empleando generosamente el Flash, usando diafragmas muy abiertos y objetivos de gran angular, con los que hacía tomas muy cercanas que llenan por completo la superficie del papel, dejando el grano bien visible y marcando contrastes duros entre blancos y negros. En esa voluntad expresiva y desprejuiciada, Klein deja que el movimiento de las figuras –mientras él dispara- haga borrosas partes de la imagen o, en el laboratorio, mueve la ampliadora para conseguirlo.”[59]
En 1956 viajó a Roma para asistir a Federico Fellini en la película Nights of Cabiria. El fotógrafo recibiría entonces una iniciación en el cine a través de Alberto Moravia, Paolo Pasolini, y el propio Fellini[60].
Repitió entonces su experiencia neoyorkina: realizó algunas de las fotografías más icónicas en la historia de la moda en la Piazza di Spagna y salió a las calles para realizar un diario visual[61].


La táctica siguió siendo la agresividad y la experimentación: «Hice, y con plena conciencia, todo lo contrario de lo que se hacía. Pensaba que el desencuadre, el azar, el aprovechar lo accidental, una relación diferente con la cámara permitirían liberar la imagen fotográfica. Hay cosas que sólo una cámara fotográfica puede hacer. La cámara está llena de posibilidades que no se explotan. Pero la fotografía consiste precisamente en eso. La cámara puede sorprendernos. Sólo tenemos que ayudarla”[62].
En Tokio causó sensación: “Numerosos fotógrafos japoneses quedaron impresionados con su energía y su atrevimiento gráfico”[63], explica David Campany.
Al tiempo que William retoma todos los clichés y tópicos visuales de la capital nipona, también los eleva y se aparta, definitivamente, de una actitud zen.

Estas fotos también acabaron con un libro y, nuevamente, Campany explica que “sus logros como fotógrafo son inseparables del editor, el diseñador, el escritor y el creador de libros.[64]”
Esta influencia en los autores japoneses se hizo más evidente cuando expusieron juntos, en el Tate de Londres, William Klein y un japonés notable: Daido Moriyama. Este fotógrafo de calle explica que el trabajo de Klein “Fue un enorme choque para mí, un impacto tremendo… Justo cuando me cuestionaba qué es exactamente la fotografía, encontré su trabajo [el libro New York] que todavía hace esa pregunta: ¿Qué es la fotografía? No hay nada igual, es un libro incomparable.”[65] Moriyama quedó apabullado con “la cruda vitalidad y confrontación, lo grotesco de la calle y el fiero desprecio por la técnica”[66] de Klein.

Ese mismo año iniciaría su alejamiento de la fotografía por culpa de un nuevo amor: el cine.
Tercera Parte. El cine
La imagen en movimiento ha fascinado a muchos fotógrafos, desde Paul Strand, pasando por Manuel Álvarez Bravo, Nacho López, el propio Cartier-Bresson o Robert Frank. Y a esta lista se suma William Klein.
Broadway by Light
Su primer aproximación fue el corto-metraje de 11 minutos Broadway by Light de 1958. Es una continuación clara de su trabajo fotográfico en Nueva York, donde ahora incorpora el movimiento y el color. Orson Wells declaró que “es la primera película donde el color es absolutamente necesario.[67]” Es un ejercicio que podría calificars de “proto-Pop.”
Algunos fotogramas de Broadway by Light:
A esta opera prima le siguieron otras de corte documental como Les troubles de la circulation (1962), Le business et la mode (1962), Les français et la politique (1952) y Gare de Lyon (1963).
Este es el cortometraje Broadway By Light:
Qui êtes-vous, Polly Maggoo?
En 1966 estrenó su primera película de ficción Qui êtes-vous, Polly Maggoo? (1966), que se constituyó como “un ajuste de cuentas entre amargo e irónico con el mundo de la alta costura, a la vez que su trabajo fílmico más conocido.”[68]
Cuando Stanley Kubrick vio por primera vez Polly Maggoo, le escribió una carta a Klein donde le decía que estaba adelantado diez años a su tiempo[69]. En este filme se respira ese aire de dadaísmo que siempre impregnó la obra de Klein, pero que se manifiesta con mayor claridad en el cine.
Un fragmento de Qui êtes-vous, Polly Maggoo?
Lejos de Vietnam… y de Vogue
En 1967, William participa en un esfuerzo colectivo al que se sumaron otros directores como Jean-Luc Godard, Chris Marker, Claude Lelouch, Alain Resnais, Joris Ivens y Agnès Varda. Se trató de Loin du Viêt Nam de 1967. Esta película, que criticaba a Estados Unidos y su incursión en la guerra de Vietnam, fue la gota que derramó el vaso en Vogue.
El tráiler de Loin du Viêt Nam:
La relación con Klein ya se había visto deteriorada cuando el cineasta había caricaturizado a la poderosa editora Diana Vreeland en Polly Maggoo. Esta editora con sus “frases lapidarias y la exigencia con sus empleados alimentaron una fama despótica”[70]. Klein se burló abiertamente de la tiránica editora. Esto, y la participación del artista en la película anti-Vietnam, provocaron que Vogue cesara, definitivamente, su relación con el artista.
Diana Vreeland, poderosa editora en Vogue:
Klein se burla de Diana Vreeland en Polly Maggoo:
Crestomatía: William Klein parodia a Diana Vreeland en Qui êtes-vous, Polly Maggoo?
Irreverencia
Controvertido como fotógrafo, Klein no podía serlo menos con sus películas. Mr. Freedom (1969) acabaría prohibida en Francia durante seis meses. El gobierno pensó que la película era una sátira sobre los franceses (cuando lo era sobre los estadounidenses) y estuvo a punto de expulsarlo de tierras galas. El crítico de cine Jonathan Rosenabaum calificó este trabajo como “la película mas anti-estadounidense jamás realizada.” [71]
Un fragmento de Mr. Freedom:
El trabajo como cineasta de William Klein terminaría con una larga filmografía, donde destacan los documentales Cassius Clay, Le Grand (1969), Eldridge Cleaver – Black Panthers (1977) y The Little Richard Story (1980).
El Mesías y otras creaciones
Los filmes de William Klein están muy lejos de las grandes masas y de Hollywood. Se trata de un trabajo artístico apreciado en un circuito más bien elitista.
“…Es un cineasta amado por los propios creadores de cine, los cinéfilos y los críticos de arte por su uso del comentario social y el surrealismo. Al tocar tópicos como el materialismo, la guerra, el imperialismo o la vigilancia gubernamental, las películas de Klein contiene la potente sátira de Kubrick sin el estilo explosivo y estrambótico de la Nueva Ola de Godard.[72]”

Quizá uno de los trabajos donde mejor puede comprenderse el carácter artístico y transgresor de Klein es en Messiah (1999) (también conocida como Le Messie en su edición francesa) donde suma al oratorio de Georg Friedrich Händel El Mesías, una partitura icónica. Para este filme, Klein invitó a diferentes coros como el de la Sugarland Prison de Texas o uno de adictos a las drogas de Nueva York[73] para interpretar el oratorio de Händel. Durante dos horas, Klein lleva la mirada del espectador por una multitud de imágenes del American Kitsch que parecerían, a primera vista, disociadas de la música barroca de Händel.

Auspiciado por entidades culturales, Klein dedicó al cine dos décadas de su vida y terminó con una treintena de películas y más de 250 comerciales.[74]
Un fragmento de Le Messie:
De todos los fotógrafos que han adoptado al séptimo arte,[75] Klein podría ser uno de los más exitosos al destacar con una corpus fílmico fundamentalmente documental.
De regreso a la fotografía
A partir de la década de 1980 William ha retomado la fotografía. Recientemente también regresó al mundo de la moda, esta vez para Harper’s Bazaar.
A pesar de haber retornado a la foto fija, su momento más importante es el comprendido en la década de 1955 a 1965, período que ha quedado inscrito en la historia de la fotografía como un punto medular.
Aunque destacó en el cine, su verdadera huella la dejó en la fotografía fija.
Cuarta parte. Qui êtes-vous, William Klein?
William Klein nos hace retornar al concepto de artista donde no se trata, simplemente, de romper reglas. Ser artista implica experimentar y expresar. La creación se plantea como una necesidad vital.
Klein nos enseña a confiar en los propios instintos y decisiones, a no transigir y obrar de una manera personal, con una visión propia, que se hace realidad a través del medio de expresión.

Octavio Martin reconoce: “Pintor, fotógrafo, grafista, cineasta, William Klein, parisiense de adopción, es un artista plástico completo, siempre a contracorriente.[76]”
Aunque ser artista tiene que ver con la producción, se relaciona más con una forma de vivir, un ethos vital. Klein demuestra que no se trata tanto de hacer arte, como de vivir artísticamente.
La pintura, el cine o la fotografía recuerdan al famoso puzzle de Ernö Rubik. Así como inicia su sistema con el cubo, también hay tetraedros y muchas otras variantes. Todas son expresiones diferentes pero emparentadas, articuladas.
El universo artístico de William Klein no está fragmentado: son manifestaciones distintas de un mismo discurso. Tanto la fotografía, como la moda o el cine son opiniones sociales, críticas y sátiras que se salen de lo ordinario, del mainstream.

“Klein ha sido reconocido como uno de los máximos talentos del siglo XX, no solamente como fotógrafo sino también como cineasta. Ha confrontado cada medio en el que ha incursionado, desde la pintura a la fotografía, el diseño gráfico y, hasta diría yo, en la escritura.[77]”
En Klein siempre hay una confrontación donde roza la brusquedad de sus modos con una sensibilidad artística que nunca cae en el sentimentalismo.

“Es un fotógrafo incómodo. Se acerca demasiado; fuera del tren subterráneo, nadie se acercaría tanto a un extraño. Sus fotos son claustrofóbicas donde la profundidad es bloqueada por muros o filas de gente, pero de alguna manera sus sujetos logran escapar de su espacio bi-dimensioal para invadir el del observador.[78]”

La obra de William Klein transpira un profundo enojo que tal vez responda a una insatisfecha necesidad de cercanía. Este artista busca resolver su propio conflicto de forma paradójica, mediante la confrontación, lo que genera siempre una contradicción.
Su esposa lo describió como “alguien que nunca quiere revelar quién es. Nunca fue amable con la gente importante, ni siquiera con aquellos que le simpatizaban. Difícilmente tiene amigos. Quizá yo soy su única amiga.[79]”

Klein mismo es un conflicto nunca resuelto. Y no importa si es con un grupo de transeúntes en la calle, o al hacer unas fotografías modas, siempre subyace una fricción que nace de la rebeldía.
“William Klein es uno de los innovadores de la fotografía moderna. Su descripción subjetiva de la ciudad y el mundano planeta de la moda se caracterizan por una rugosidad documental y un sentido austero de la forma, un «art brut» de la postguerra.[80]”

William Klein expresa su conflicto interior con la invasión del espacio ajeno, la transgresión de las reglas, el contraste y la granulosidad. Sus fotos son ásperas sin importar si son escenas urbanas o imágenes destinadas a las lustrosas páginas de una revista.

En su creación se filtra siempre un cierto dadaísmo que responde al conflicto íntimo donde la traición es un generador de mecanismos de defensa.

Su obra causa problemas cuando confronta al observador con un mundo que no necesariamente quiere ver y lo resuelve exitosamente gracias a esa feroz individualidad, pero sobre todo legitimidad, del artista. “A lo largo de su larga y extremadamente productiva carrera, William Klein siempre ha mantenido su integridad: independiente, inusual, enigmático y contradictorio, pero en todo excepcionalmente talentoso.[81]”

Las fotografías de William Klein son fascinantes porque nos muestran que, en el arte, el conflicto es tan importante como la belleza.

La fricción cognitiva puede provocar que una obra sea difícil de ver o entender, como le ocurrió a Liberman con Klein. Sin embargo esta fricción es la que permite, a la larga, que el arte cumpla la función crucial de cuestionar al mundo.
William Klein es un poliedro que procura esconder un ser profundamente sensible, pero que se esconde tras la máscara de neoyorkino arisco. Sus trabajos artísticos siempre son exploraciones, simulacros, pruebas, transgresiones.

Una de sus fotografías más famosas, Broadway and 103rd Street, New York (1954-55), muestra las dos fachadas de William Klein. En una nos apunta con una pistola y parece querer saltarnos encima. A su lado está otro William, angelical, que observa -no sin cierto pasmo- a su violento compañero. Quien no conozca a Klein verá siempre, porque así lo desea él, al pequeño judío que se siente burlado y nos encara como lo hacía con los otros niños irlandeses que lo agredían. Pero no habría que olvidar que la vida es como una larga hoja de contacto, donde no todo es lo que se muestra.
Recientemente, William Klein interviene sus hojas de contacto pintando sobre ellas recordando aquel proceso de edición cuando se marcaba qué cuadro se ampliaría:

El trabajo de William nace como una necesidad profunda de rebeldía y se alimenta del propio mundo de Klein que está en constante conformación: de Nueva York a París, de la pintura a la fotografía y luego al cine. El universo de William Klein, tras su propio e inicial big bang, permanece en expansión.
* Óscar Colorado Nates es crítico, analista y promotor de la fotografía.
Titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).
Autor de libros como Fotografía 3.0; El Mejor Fotógrafo del Mundo o Instagram, el ojo del mundo, entre otros.
Comunicador transmedia: conductor de radio, columnista en el periódico El Universal (Cd. de México).
Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).
Las opiniones vertidas en los artículos y producciones audio-visuales son personales.
© 2017 by Óscar Colorado Nates. Todos los Derechos Reservados. Esta publicación se realiza sin fines de lucro y con fines de investigación, enseñanza y/o crítica académica, artística y científica.
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Otras fuentes de investigación
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Notas
[1] Designboom. William Klein Biography. Disponible en http://www.designboom.com/portrait/klein_bio.html Consultada el 1 de enero de 2015
[2] Moroz Sarah. William Klein: ‘My pictures showed everything I resented about America’. Disponible en http://www.theguardian.com/culture/2014/nov/06/william-klein-my-pictures-showed-everything-i-resented-about-america Consultada el 1 de enero de 2015
[3] Taylor Trey. The Godfather of street photography. Disponible en http://www.dazeddigital.com/photography/article/18196/1/the-godfather-of-street-photography Consultada el 1 de enero de 2015
[4] Jobey Liz, William Klein. Disponible en http://www.ft.com/cms/s/2/99568266-01f1-11e2-81ba-00144feabdc0.html#slide0 Consultada el 10 de enero de 2015
[5] Designboom. Op. Cit.
[6] Ibídem
[7] Taylor Trey. Op. Cit.
[8] Designboom. Op. Cit.
[9] Jobey Liz, Op. Cit.
[10] Ibídem
[11] O’Hagan Sean. William Klein: ‘I was an outsider, following my instincts’ Disponible en http://www.theguardian.com/artanddesign/2012/apr/28/william-klein-interview-sony-photography Consultada el 2 de enero de 2015
[12] tw1975. The Many Lives of William Klein (2012). Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=JnN9LMvjM7Y Consultada el 9 de enero de 2015. 4’ 05”
[13] Gallery 51. William Klein American, 1928-. Disponible en http://www.gallery51.com/index.php?navigatieid=9&fotograafid=46 Consultada el 1 de enero de 2015
[14] Museum of Modern Art. Fernand Léger (French, 1881-1955). Disponible en http://www.moma.org/collection/artist.php?artist_id=6624 Consultada el 9 de enero de 2015
[15] Small Rachel. A lens on William Klein. Disponible en http://www.interviewmagazine.com/art/william-klein/#_ Consultada el 1 de enero de 2015
[16] Gallery 51. Op. Cit.
[17] Small Rachel. Op. Cit.
[18] Ibídem
[19] Designboom. Op. Cit.
[20] Richards Jane, In his own fashion: William Klein didn’t give a hoot for hemlines and his pictures prove it. Jane Richards takes a snapshot of the subversive photographer. Disponible en http://www.independent.co.uk/arts-entertainment/in-his-own-fashion-william-klein-didnt-give-a-hoot-for-hemlines-and-his-pictures-prove-it-jane-richards-takes-a-snapshot-of-the-subversive-photographer-1394289.html Consultada el 2 de enero de 2015
[21] Moroz Sarah. Op. Cit.
[22] tw1975. Op. Cit. 32’ 24”
[23] Richards Jane, Op. Cit.
[24] A pesar de las innovaciones de Klein, finalmente Liberman si acabó atrayendo hacia Vogue a Richard Avedon en 1965 cuando le pagó aquel famoso millón de dólares por firmar el contrato. Colorado Nates Óscar, Richard Avedon, la revolución elegante. Disponible en http://oscarenfotos.com/2012/07/25/richard-avedon-la-revolucion-elegante/ Consultada el 9 de enero de 2015
[25] Koetzle Hans-Michael, Diccionario de fotógrafos del siglo XX, Edit. Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2007, Pág. 233
[26] Small Rachel. Op. Cit.
[27] Conversación personal con César Vera. 8 de enero de 2015. Documento inédito.
[28] Gallery 51. Op. Cit.
[29] Foam. William Klein Retrospective Exhibition. Disponible en http://www.foam.org/william-klein Consultada el 1 de enero de 2015
[30] Richards Jane. Op. Cit.
[31] Harguindey Ángel S., Klein y la vida de los kikuyus. Disponible en http://elpais.com/diario/2005/05/29/eps/1117348012_850215.html Consultada el 1 de enero de 2015
[32] Hoy Anne, The Book of Photography, Edit. National Geographic Society, Washington, 2005, Pág. 350
[33] Gallery 51. Op. Cit.
[34] Badger Gerry, La genialidad de la fotografía: Cómo la fotografía ha cambiado nuestras vidas, Blume, Barcelona 2009, Pág. 127
[35] Dillon Brian. The Sight & Sound interview: William Klein. http://www.bfi.org.uk/news-opinion/sight-sound-magazine/features/sight-sound-interview-william-klein Consultada el 1 de enero de 2015
[36] Harguindey Ángel S., Op. Cit.
[37] Tw1975 The Many Lives of William Klein (2012) Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=JnN9LMvjM7Y Consultada el 3 de enero de 2015, 27” 55”
[38] Designboom. Op. Cit.
[39] Moroz Sarah. Op. Cit.
[40] Fernández-Santos Elena. «El verdadero fotógrafo tiene ojo, cerebro e intención» Disponible en http://elpais.com/diario/2005/06/08/cultura/1118181604_850215.html Consultada el 1 de enero de 2015
[41] Hasselblad Foundation. Press Release: William Klein is awarded the 1990 international Photography Prize of the Hasselblad Foundation. Disponible en http://www.hasselbladfoundation.org/assets/pdf/90-Klein-en.pdf Consultada el 1 de enero de 2014
[42] Adler Margot. You Can’t Put A Headline On William Klein. Disponible en http://www.npr.org/blogs/pictureshow/2013/04/03/175605582/you-cant-put-a-headline-on-william-klein Consultada el 1 de enero de 2015
[43] Sougez, Marie-Loup (coord.), Historia general de la fotografía, Cátedra, Madrid, 2007, Pág. 509
[44] Badger Gerry, Op. Cit., Pág. 127
[45] Harguindey Ángel S., Op. Cit.
[46] Moroz Sarah. Op. Cit.
[47] Jobey Liz, Op. Cit.
[48] Foam. Op. Cit.
[49] Serra Catalina. William Klein exhibe en Barcelona sus revolucionarias fotografias. Disponible en http://elpais.com/diario/1996/10/08/cultura/844725603_850215.html Consultada el 1 de enero de 2015
[50] Hacking Juliet, Fotografía. Toda la historia, Edit. Blume, Barcelona, 2013, Pág. 357
[51] Badger Gerry, Op. Cit. Pág 128
[52] Harguindey Ángel S., Op. Cit.
[53] Hohenadel Kristin, A maverick in focus. A Paris retrospective puts the street-fueled intensity of provocative photographer William Klein in career-spanning context. Disponible en http://articles.latimes.com/2006/jan/15/entertainment/ca-klein15 Consultada el 3 de enero de 2015
[54] Knorr Katherine. William Klein’s Street Life. Disponible en http://www.nytimes.com/1996/10/26/style/26iht-klein.t.html Consultada el 1 de enero de 2015
[55] Gallery 51. Op. Cit.
[56] Badger Gerry, Op. Cit., Pág. 127
[57] Goldberg Vicky. PHOTOGRAPHY VIEW; William Klein, Impolite Photographer. Disponible en http://www.nytimes.com/1992/10/18/arts/photography-view-william-klein-impolite-photographer.html Consultada el 1 de enero de 2015
[58] Badger Gerry, Op. Cit. Pág. 127
[59] Sougez, Marie-Loup (coord.), Op. Cit., Pág. 510
[60] Aperture. Rome Photographs by William Klein. Disponible en http://aperture.org/shop/books/rome Consultadad el 1 de enero de 2015
[61] Ibídem
[62] Harguindey Ángel S., Op. Cit.
[63] Campany David. William Klein’s Tokyo PHOTOWORKS NO. 13, 2009. Disponible en http://davidcampany.com/william-kleins-tokyo/ Consultada el 1 de enero de 2014
[64] Ibídem
[65] Jobey Liz, Op. Cit.
[66] Goldberg Vicky, Light Matters. Writings on Photograhy, Edit. Aperture Foundation, New York, 2010, Pág. 130
[67] Dillon Brian. Op. Cit.
[68] Koetzle Hans-Michael, Diccionario de fotógrafos del siglo XX, Edit. Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2007, Pág. 232
[69] “Kubrick saw Polly Maggoo in his private screening room. Then he wrote me a letter saying that the film was ten years ahead of its time…” Rosenbaum Jonathan, William Klein on His Film Work (1988 interview). Disponible en http://www.jonathanrosenbaum.net/1989/06/william-klein-on-his-film-work-1988-interview/ Consultada el 3 de enero de 2014
[70] De la Torriente Eugenia. Diana Vreeland: la tirana que inventó las editoras de moda. Disponible en http://elpais.com/elpais/2012/10/05/gente/1349462501_204929.html Consultada el 3 de enero de 2015
[71] Jobey Liz, Op. Cit.
[72] Murillo Aimee, Hibbleton Gallery Presents William Klein’s ‘Delirious Fictions’ Monday Nights In December. Disponible en
http://blogs.ocweekly.com/navelgazing/2014/12/hibbleton_gallery_december.php Consultada el 3 de enero de 2015
[73] Jobey Liz, Op. Cit.
[74] Stepan Peter, 50 Photographers you should know, Edit. Prestel, Nueva York, 2008, Pág. 121
[75] Excepto, claro está, Stanley Kubrick quien se inició como fotógrafo para después decantarse por el séptimo arte. Pueden apreciarse algunas de sus fotografías tempranas en Twisted Sifter. Stanley Kubrick’s Photos of New York Life in the 40s. Disponible en http://twistedsifter.com/2011/12/stanley-kubricks-new-york-photos-1940s/ Consultada el 10 de enero de 2015
[76] Martin Octavi. El Pompidou muestra la modernidad de las propuestas de William Klein. Disponible en http://elpais.com/diario/2005/12/10/cultura/1134169202_850215.html Consultada el 1 de enero de 2015
[77] Mr. Whiskets. Rome+ Klein by William Klein. Disponible en http://5b4.blogspot.mx/2009/10/rome-klein-by-william-klein.html Consultada el 1 de enero de 2015
[78] Goldberg Vicky, Op. Cit.
[79] Kaplan Nina, William Klein: Everything I did, I did for her. Disponible en http://www.telegraph.co.uk/culture/photography/8419542/William-Klein-Everything-I-did-I-did-for-her.html Consultada el 3 de enero de 2015
[80] Hasselblad Foundation. William Klein. Disponible en http://www.hasselbladfoundation.org/william-klein/en/ Consultada el 1 de enero de 2015
[81] Foam. Op. Cit.
Apreciable Mtro. Oscar Colorado
Es un placer leer sus notas y reflexiones sobre la fotografía. Para aquellos que no hemos tenido una instrucción académica sobre cómo mirar el arte fotográfico y sus principales exponentes. Esta pag. Ha sido para mi y seguro para muchos seguidores, un encuentro afortunado e invaluable. Felicidades y enhorabuena.
P.d. Deseo conseguir su libro «El mejor fotógrafo del mundo» le agradecería me indicase dónde lo puedo comprar. Gracias de antemano por su respuesta
Estimada Constanza, en verdad muchas gracias por tu comentario, porque me hace ver que esta labor está siendo de utilidad y espero que puedas compartir estos contenidos con otros interesados. Sobre mi libro «El mejor fotógrafo del mundo», está agotado en versión impresa pero puede comprarse el libro electrónico para Kindle que puede verse en cualquier dispositivo (PC, Mac, iPad, iPhone, Android, Tablets, etc.) y puede comprarse en esta dirección:
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¡Mil gracias por el comentario y por visitar este espacio!
Sin lugar a dudas un rebelde e innovador leal a sus conceptos por encima de los cánones establecidos, aceptados o valorados. Personalmente pienso que el grano ultra pronunciado de sus imágenes es para evitar poner entre motas de algodón las llagas que muchas veces no queremos o evitamos ver.
¡Un abrazo grande, Óscar!
Luis, como siempre muchas gracias por seguirme y por tu comentario, siempre atinado e interesante. ¡También te mando un gran abrazo!
Gracias! muchísimas gracias por acercarnos estas miradas! Abrazo desde Buenos Aires
Gracias Patricia, por visitar este espacio. Espero que puedas compartirlo con otros. Para mí es un placer compartir estas miradas. ¡Saludos hasta Buenos Aires!
Oscar, gracias por tan maravilloso regalo, profundo, excelente la inclusión de vídeos…..motiva el conocimiento del autor .Gracias por darnos a conocer su detallada investigación y síntesis.Un abrazo,Lilia
Estimada Lilia, qué bueno que te gustó este trabajo. También puedes ver las películas completas a través de los enlaces que presento en la sección de «Fuentes de Investigación». Muchas gracias por visitar la página y espero que la puedas compartir con más interesados y, por supuesto, que sigas encontrando aquí material que te atrape la atención. ¡Muchos saludos!
Estimado Oscar
Como siempre aprendiendo de tus interesantes y tan claros artículos que nos entregas en forma tan desinteresada. Ojalá no pierdas el interés de seguir adelante con este tan valioso proyecto, de ayudar a tus hermanos.
saludo cariñoso
Estimado Guillermo, de verdad mil gracias por tu comentario. No te preocupes, por el contrario, cada día tengo más interés y más deseos de seguir compartiendo este material y estas miradas. Sigue pendiente de este espacio porque en 2015 seguiré trabajando informes especiales, galerías y compartiendo las cosas interesantes que me voy encontrando. ¡Un saludo grande también para tí!
,,,,excelente reseña, muy bien documentada y situando a Klein en el lugar que se merece; el de los «enormes» de la fotografía. Abrazo
Muchísimas gracias, Klein es una de esas figuras que tienen sus épocas de valoración, devaluación y re-valoración. Como puede leerse en este informe, su huella en la historia de la fotografía y la influencia que tuvo en las generaciones que le sucedieron hacen que, efectivamente, ocupe un lugar entre los grandes. Gracias por visitar este espacio y por el comentario. ¡Un saludo grande!
Nuevamente un tremendo artículo!
A pesar de ser un fotógrafo conocido, es admirable tu labor de escribir un artículo tan completo y en español sobre él. conocí nuevas cosas de las múltiples facetas de este autor, muchas gracias!
Un Saludo!
Qué bueno que te sirvió para encontrar información nueva. ¡Gracias por el comentario y muchos saludos!
Fantástico artículo, Óscar. Muchas gracias.
Mil gracias Leori 🙂 ¡Me animas mucho a seguir escribiendo!
WOW !!!!!!! primera vez que entro al sitio y me he quedado sorprendido de lo bueno que es. Muchas gracias !
Mil gracias 🙂
Muchas gracias desde Venezuela. Excelente trabajo!
Mil gracias José Miguel 🙂
Muchas gracias también desde España . Esta página es de una calidad incuestionable . Se la he recomendado a muchos amigos aficionados a la fotografía .
Un saludo .
Muchísimas gracias Arturo, tu comentario es, en verdad, un aliciente para seguir creando estos contenidos. ¡Saludos!