Por Óscar Colorado Nates*
Mi nombre es Óscar y soy un camarahólico; tengo cuatro semanas sin comprar una cámara fotográfica. ¡Ya está, lo dije! Pues sí, esa es mi adicción: la cámara fotográfica. Ojo, porque no estoy hablando solamente de la fotografía in genere sino de la cámara fotográfica como objeto, como máquina, como obra de arte en sí misma.
La cámara ¿hace al fotógrafo?
Sé que no estoy solo en el mundo y hay otros individuos con una obsesión similar. Algunos lo reconocemos, aunque sea a regañadientes, otros no. También es cierto que es muy fácil caer en una cierta neurosis por la calidad de la imagen y acabar en la obsesión del pixel peeping. Además, también se puede embarcar uno en la búsqueda del Santo Grial y perderse en la gesta por hallar la cámara perfecta.
Creer que se necesita una cámara cara para hacer una buena foto es una trampa muy común. Nuestro amigo el pato de What The Duck nos ofrece una importante lección al respecto:
Mucha gente tiene la tentación de comprar la cámara más cara que pueda pagar, cuando realmente tal vez necesite algo más sencillo.
He decidido crear un pequeño test. Presento a continuación seis fotografías y el objetivo es identificar con cuál de las cámaras que aparecen abajo se hicieron:
Hay que decir que la prueba anterior no deja de ser un tanto mañosa, pero como se puede apreciar, es factible usar un equipo carísimo y obtener una fotografía tan mala como la que se lograría con una cámara de cien dólares. En otras palabras, se puede hacer una obra maestra con una cámara point & shoot, o una verdadera porquería con una cámara demencialmente cara.
Si pero…
Aunque lo anterior es cierto, entonces no deberían existir equipos profesionales ni lentes de calidad suprema como las Carl Zeiss. Las cámaras pofesionales ofrecen posibilidades para hacer fotografías en condiciones extremas: Polvo en el desierto, temperaturas bajo cero en el ártico, velocidad de ráfaga de locura para hacer fotografía deportiva, comportamiento extraordinario en condiciones mínimas de luz en ISOs que antes eran impensables. Pero si uno jamás realiza fotografías en tales situaciones, puede encontrarse que simplemente no necesita una cámara mejor, y que probablemente con su equipo actual pueda lograr fotos con una calidad técnica impecable.
Personalmente le tengo puesto el ojo a una FujiFilm X100T y me debato internamente sobre si es realmente necesario comprar la última Nikon full frame. Si no hubiera diferencia, no sería importante ni tendría estos debates. (Ni explicarle a la esposa por qué es tan importante gastar otros tres mil dólares en oootraaaa cámara.) Empero, sí hay diferencias y muchas veces sí importan. Por ejemplo, una de las cosas que le he admirado durante años a Nikon es su excelente sistema de autoenfoque; con la Canon EOS 7D Mark II ahora es posible contar con un mecanismo similar en sofisticación. La pregunta es ¿Realmente lo necesito?
¿El tipo de cámara afecta al fotógrafo y su estilo?
Quizá no, pero valdría la pena hacer un pequeño repaso sobre cómo las herramientas utilizadas por algunos artistas han sido un ingrediente importante en su estilo fotográfico.
(Recorte a partir de este punto para darle argumentos a su cónyuge sobre por qué es indispensable comprar otra cámara…)
Robert Doisneau y su Rolleiflex
Comencemos el recorrido con Robert Doisneau, quien plasmó en su trabajo la vida callejera parisina con ojos optimistas: aire fresco en una época cargada con la desolación por la reciente II Guerra Mundial. Un dato interesante sobre Doisneau es la timidez que le caracterizó durante toda su vida. Y no hay mejor cámara para un fotógrafo tímido que una Rolleiflex.
Los fotógrafos más jóvenes tal vez no tendrán mucha idea acerca de qué tipo de cámara son estas. Pero lo que se les puede decir es que son TLRs de formato medio, con un negativo bastante grande que ofrece un nivel de detalle mucho mayor que el típico rollo de película 35mm. ¡Ah! Y se tiene que encuadrar con un visor en la parte superior de la cámara. (Véanse las ilustraciones a la izquierda).
La denominación TLR significa twin lens reflex: Con un sistema de lentes se encuadra y enfoca y con otro se hace la fotografía. La cámara acaba con un aspecto peculiar pues es binocular pero vertical. Las Rolleiflex fueron sumamente populares en la década de 1950 y aún es posible comprar una nuevecita por un poco más de $5,000 dólares.
En las TLRs se encuadra en posición cenital, es decir, viendo de arriba hacia abajo. La imagen luce invertida (como en un espejo) lo que implica acostumbraras a realizar ajustes realizando movimientos a la inversa de lo que se observa en el visor. Todo esto dificulta el encuadre, pero también le ayuda al fotógrafo a concentrarse más en las formas que en los significados.
Una Rolleiflex era el pretexto ideal para un fotógrafo tímido como Doisneau que le permitía evadir el confrontar de frente a su motivo y, además, no intimidarlo tanto. Las Leica son como pistolas de ataque, mientras que las TLR son a la vez arma y escudo Aunque Dosienau después utilizó Leicas, las Rolleiflex fueron un factor que influyó en su forma de hacer fotografías.
Alexander Rodchenko, las Leica y el nuevo idioma fotográfico
Muchos fotógrafos aprovecharon la portabilidad de las fabulosas cámaras Leica de manufactura alemana. Este fue uno de los grandes hitos en la historia de la fotografía.
Robert Capa y Henri Cartier-Bresson llevaron a sus Leicas al extremo. Nadie se imagina a Capa en medio del desembarco a Normandía con tripié y una estorbosa cámara de gran formato. Para estar en medio de la acción, requería una cámara muy portátil. Su Leica le ofrecía una versatilidad sin paralelo y una calidad de construcción extraordinaria. A lo anterior debe sumarse la calidad de su óptica made in Germany. Pero fue Alexander Rodchenko hizo de la cámara portátil de 35mm una parte integral de su idioma fotográfico como no lo había hecho nadie antes.
El constructivista ruso creía en el comunismo a pie juntillas. Necesitaba un idioma nuevo para expresar su forma de ver el mundo insertado en un nuevo orden. Para Rodchenko la cámara era una combinación bolchevique perfecta: máquina-obrero/cámara-fotógrafo. Esta era la quintaescencia del mecanicismo modernista.
Las tomas picadas y contrapicadas agudísimas de este fotógrafo soviético eran materialmente imposibles de realizar con una cámara de gran formato. Las pequeñas Leica (o sus equivalentes soviéticas como la Volga, copia de las Contax fabricadas por Carl Zeiss) resultaban indispensables. Rodchenko es un fotógrafo formalista, es decir, un artista en el que los medios formales prevalecen en su obra como parte integral de su estilo.
La Leica era un «arma» capaz de escabullirse por las trincheras en las manos de Robert Capa. Cartier-Bresson era un lince callejero que atrapaba a su presa silenciosamente gracias a su portátil y confiable telemétrica. Rodchenko tenía en su cámara de pequeño formato una traductora que le servía para interpretar su ideología en una realidad bidimensional. Sin una Leica (o equivalente), Rodchenko no hubiera dicho -fotográficamente al menos- lo mismo.
La cámara de gran formato
Resulta tan extraño como interesante que exista desde hace 40 años un renacimiento de la cámara de gran formato. ¿No habían probado los héroes del fotoperiodismo la supremacía del pequeño formato?
Como bien lo sabe cualquiera que sea dueño de una cámara digital, hacer una fotografía es lo más sencillo del mundo (gracias, Mr. Eastman y gracias ingenieros japoneses). Ya dijo Ansel Adams que si fuera más difícil hacer fotografías tal vez lograríamos mejores imágenes.
Cuando retomo alguna de mis cámaras análogas recuerdo cuando era necesario enfocar, medir la luz, escoger el tiempo de obturación y la abertura del diafragma, no poder cambiar la sensiblidad de la película hasta terminar el rollo… Y que la fotografía analógica costaba tiempo y dinero. Cada una de las 36 exposiciones se escogían con mucho mayor cuidado. En cambio con la cámara digital clic-clic-clic… Se hacen doscientas fotografías en un santiamén, aunque muchas terminen en el recycle bin o, peor aún, prisioneras en algún disco duro donde no volverán a ser vistas jamás.
Si con una cámara bastante portátil como una telemétrica Leica se lo piensa uno dos veces antes de oprimir el botón del obturador por el tiempo y costo de la fotografía… ¿Qué se puede esperar de usar una cámara de gran formato con un estorboso tripié y película 8×10″ en placa? Sin duda un proceso fotográfico increíblemente cuidadoso.
Y en un momento de la fotografía dominado por la portabilidad, dos fotografos decidieron adoptar la cámara de gran formato en un momento en el que se creía totalmente superada: Richard Avedon y Stephen Shore.
Richard Avedon: el hechicero del gran formato
Avedon es, junto con Irving Penn, el Gran Maestro del retrato. Seguramente en los hogares de Annie Leibovitz y Mario Testino hay altares dedicados a Richard Avedon con veladoras e incienso. Y si no lo tienen, deberían hacer uno cuanto antes.
Avedon era una síntesis de maestría técnica, creatividad, elegancia y una mente inigualable.
Richard Avedon podía dotar de la misma finura a una modelo enmedio de elefantes que a un vagabundo. Y utilizaba cámaras de gran formato sin importar si se encontraba en su estudio o en locación.
Resulta evidente que la calidad y detalle que puede tener un negativo de 8×10″ es incomparable. Mayor aún que el del formato medio. Tal vez ese es uno de los motivos por los cuales las fotografías de Avedon tienen ese «algo», una cualidad estética inmaterial que es fruto de la manera de mirar de su autor, pero también de la cámara de gran formato. Esto puede ocurrir tanto magia, tanto por la forma de determinar el proceso mismo de hacer fotografías como por el resultado excepcional que ofrecen.
Stephen Shore ¿Y para eso quería una cámara de gran formato?
Pero aún más enigmático es Stephen Shore. Es fácil imaginar el glamour de Avedon rodeado de asistentes con cámaras inmensas componiendo una escena increíble.
Pero cuando se observan las fotos de Shore uno de inmediato piensa que se hicieron con la más humilde Point & Shoot.
Ciertamente que Shore ya había desconcertado al mundo con su obra American Surfaces. Por si la sociedad estadounidense no estaba lo suficientemente noqueada con The Americans de Robert Frank, Shore lleva el concepto al extremo con American Surfaces, un proyecto hecho con una cámara de 35mm.
Sin embargo, en fotografías como Church and 2nd Streets o en Amarillo, Texas, Shore se tomó la molestia de cargar con su armatoste de cámara y hacer fotografías que parecen realizadas con una instantánea, pero no lo son. Utilizó cámaras de gran formato. Shore está emparentado estéticamente con los trabajos de William Eggleston; juntos elevaron el color al pedestal de la fotografía artística, confinado previamente a las expresiones vernáculas. Las fotografías de Avedon son espectaculares; prácticamente cualquier persona se asombra al verlas. Sin embargo la obra de Shore exige un lector mucho más sofisticado y un entendimiento más profundo del medio fotográfico para poder ser apreciada cabalmente. En la superficie sus fotos parecen mundanas pero no lo son de manera alguna.
Andy Warhol y sus Polaroid
Andy Warhol disputa con Pablo Picasso el honor de ser considerado el artista más importante del siglo XX. Si Michael Joseph Jackson fue el rey del Pop, Andrew Warhola Jr. es el del Pop Art.
Warhol siguió los pasos de Marcel Duchamp en el terreno del arte conceptual. Además de sus serigrafías de latas de sopa Campbell’s o rostros de la Monroe, sus fotografías de finales de los 70s y principios de los 80 son excepcionalmente icónicas.
Frente a la Polaroid Big Shot de Warhol pasaron (y posaron) las celebridades más importantes del momento: Diana Ross, Jane Fonda, Arnold Schwarzenneger, Ryan O’Neill, Edward Kennedy, Pelé, Truman Capote, Gianni Versace… Toda una pasarela de políticos, deportistas, cantantes actores.
Las cámaras Polaroid redefinieron el término instantánea y en la década de 1970 hicieron furor aún entre los fotógrafos serios como el mismísimo Walker Evans o Manuel Álvarez Bravo. A pesar de los experimentos realizados por estos grandes maestros, son las fotografías de Warhol las que definieron toda una estética y convirtieron a las Polaroid de Edwin H. Land uno de los hechos más importantes en la década de 1970.
Pero, por encima de todo, habrás crecido como artista. Y de eso trata la vida.
* Óscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).
Autor de los libros:
- Fotografía 3.0 Y después de la Postfotografía ¿Qué?
- Instagram, el ojo del mundo
- Fotografía de documentalismo social
- Fotografía Artística Contemporánea
- Entre otros
Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).
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