Por Óscar Colorado Nates
La fotógrafa con su cámara
Toc, toc. Alguien llamó a la puerta en mi oficina. Se asomó con timidez una señora mayor que llevaba consigo un pequeño bulto. «Buenas tardes. ¿Usted es el profesor Colorado?»
Mi visitante era la Dra. Rosario Camargo. «Chayo» (para los amigos) había ejercido el oficio de periodista y educadora por décadas.
Llevaba consigo una réflex binocular. «Necesito venderla, pero quiero que se la quede alguien que realmente sepa apreciarla.» Revisé la cámara y quedé embelesado. Era una Rolleiflex 2.8F modelo K7F de 1960 en perfectas condiciones, con adaptador angular Carl Zeiss y una excelente funda de piel. Desconozco si la Dra. Camargo conocía mi fascinación por las cámaras.
La periodista había usado esta máquina fotográfica para cubrir innumerables eventos noticiosos. «Mire, con esta le hice unas fotos a Sean Connery, justo cuando salía en las películas de James Bond… ¡No sabe usted qué hombre más guapo!» Me contó anécdotas asombrosas que escuché absorto. El valor intrínseco de la cámara era mucho, pero era un objeto con alma que había acompañado a la foto-reportera en insospechadas expediciones.
Por supuesto que accedí a comprar la cámara. Busqué el precio de mercado y le ofrecí algo más, eso sí a plazos porque no es un equipo barato. Y así fue como llegó a mi colección una TLR (twin lens reflex) Rolleiflex auténtica.
Después de comprar la cámara pude conversar con doña Rosario cada vez que me la encontraba en algún pasillo de la universidad.
Un día recibí una noticia que me entristeció: la Dra. Camargo había fallecido.
El viaje
Poco después de enterarme de la muerte de doña Rosario viajé a Chile para dar una conferencia en la Universidad Católica. Durante mi viaje encontré en la tiendita de la Biblioteca Nacional varios sellos que me gustaron mucho. Además de mi alucinación por las cámaras, los libros de fotografía son otra de mis muchas debilidades. Quería conseguir un sello para mi modesta biblioteca fotográfica pero buscaba la imagen de algún fotógrafo, una cámara u otro tema similar. Desgraciadamente no encontré ninguno. Seguí buscando en otras librerías y tiendas de Santiago pero fue inútil.
El sello
De regreso en mi oficina en la Ciudad de México debía despachar la correspondencia que había arribado durante mi ausencia. Encontré un sobre ligeramente abultado: lo enviaba la directora de nuestra biblioteca.
El sobre contenía un prisma rectangular de madera y una nota: «Óscar, entre las cosas de Chayo Camargo estaba este sellito. Se ve nuevo y como es de un fotógrafo pensé que te gustaría tenerlo…»
Revisé con cuidado el cuadrángulo y, efectivamente, era un sello justo como lo había buscado sin éxito durante mi viaje. Recordé a la Dra. Camargo, su cámara, sus historias, las charlas en los pasillos… No pude evitar emocionarme hondamente: era como si desde el cielo me mandara un regalito, algo que sabría que me gustaría.
Desde entonces el sellito me acompaña y estampa cada uno de los libros de mi biblioteca fotográfica. La imagen del fotógrafo con su cámara de gran formato armado con sus bártulos. Y sí, ese que está ahí cubierto por un paño soy yo.
Gracias, Dra. Camargo.