Materialidad y lectura fotográfica

Es el momento de emprender un viaje hacia el pasado y escuchar lo que una fotografía puede revelarnos en voz bajita.

Por Óscar Colorado Nates*

  1. La pérdida de la materialidad

Estamos en una época en la que la materialidad se va perdiendo poco a poco: hace unas décadas el amante de la música se pasaba tardes enteras con sus discos de vinilo y una tornamesa.

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Luego, llegó el formato del Compact Disc, pero comenzó a perderse esa magia de la materialidad surco/aguja.

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Con el arribo de la compresión de archivos en formatos como el MP3 la colección comenzó a convertirse en archivos en un disco duro.

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Hoy, con servicios como Spotify o Tidal la inmaterialidad es total: si se quiere oír una canción simplemente se la elige y desde “la nube” la tenemos disponible en cualquier dispositivo asociado a nuestra suscripción.

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Esta falta de conexión material afecta a la experiencia de escucha en diversos niveles.

Ahora bien, esto mismo es aún más dramático en la fotografía. Hoy nuestra experiencia fotográfica es fundamentalmente digital y la experiencia visual ocurre en la pantalla de algún dispositivo. Sin duda ha tenido aspectos positivos: ahora tenemos una vastísima fototeca con imágenes disponibles vía internet que hace 30 años estaban vedadas para unos cuantos afortunados con acceso a libros de fotografía.

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En nuestra época actual, lo que se ha ganado en acceso a la imagen, se ha perdido en términos de la experiencia material del soporte fotográfico.

Sin embargo, al leer una fotografía, esta experiencia digital en pantalla nos priva de una experiencia de lectura y apreciación: la material.

  1. Una foto familiar

Es el momento para hacer una invitación al lector para que detenga un poco de este artículo y busque alguna fotografía impresa, de preferencia analógica. El mejor lugar para encontrarla es el álbum familiar que todavía existe en muchos hogares. Para el caso cualquier fotografía impresa es útil, pero creo una extraída del álbum de la familia es particularmente eficaz porque se trata de pieza de época y porque fue hecha, seguramente, en formato analógico (fotografía química o argéntica, para los puristas).

Ya armados con una fotografía, es necesario desprenderla del álbum cuidadosamente. Durante años se agregaron adhesivos para que no se perdieran las fotografías. Con el tiempo estos adhesivos han dejado su propia huella en las fotografías y, aunque no lo parezca a simple vista, también tiene una carga de significados.

 

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Reverso de una fotografía del álbum familiar: los adhesivos que se usaban en algunos casos han dejado su propia huella en el soporte físico de la fotografía.

 

Aunque pudiera parecer una exageración, no es mala idea utilizar algún tipo de guantes de algodón al manipular las fotografías de época para protegerlas. La grasa de los dedos deteriora las piezas.

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Antes que poner atención a la imagen contenida en la fotografía, en esta ocasión lo que buscamos es explora la primera experiencia material de la imagen. En este momento de la lectura fotográfica se trata de escuchar lo qué nos dice la foto desde su materialidad.

Hay que examinar el reverso y el anverso. ¿Hay algún sello o inscripción? Si es una fotografía de estudio tendrá, seguramente, la marca o sello del local donde se hizo. Vale la pena ver con atención este tipo de inscripciones. ¿Qué estilo tienen? ¿Cómo fueron hechas? ¿Es una anotación a lápiz? En este examen es fundamental la evocación, dejarnos transportar a ese año, imaginar el estudio del fotógrafo, permitirnos soñar despiertos y dejar que las inscripciones, el logotipo del estudio, etcétera, también se conviertan en parte de nuestra experiencia de retornar a tiempos lejanos.

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Este no es un ejercicio forense que pretenda encontrar “pistas” científicas. Se trata de una experiencia  sensible, estética, donde la idea es que estos elementos comiencen a aludir en el lector ideas, épocas, situaciones…

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Se trata de detectar esa suerte de «perfume» emocional que se desprende de una fotografía. Podemos perdernos sin temor: y acompañar, imaginariamente, al fotógrafo del estudio con su cámara de gran formato y unas luces de tungsteno insoportablemente calientes. O podemos volver a la escena con nuestra madre o abuela cuando ella escribía la anotación al reverso para no olvidar la fecha o registrar, cuidadosamente, quiénes están en la fotografía.

  1. Madres: las grandes registradoras y curadoras de los recuerdos familiares

No hay que olvidar que las madres de familia fueron las grandes impulsoras de la fotografía. A principios del siglo XX ellas fueron las primeras en convertirse en las fotógrafas oficiales de la familia, que cargaban con la Kodak a cada vacación, cumpleaños y Primera Comunión. No es extraño que George Eastman dirigiera buena parte de sus campañas de publicidad hacia las mujeres y, muy particularmente, hacia las madres de familia:

Ellas fueron las registradoras por excelencia de la historia familiar. Y luego, unas curadoras natas e intuitivas: las responsables de  conservar esa pequeña fototeca resguardada en el álbum de la familia. Las madres eran las guardianas de aquel museo familiar que, quizá también en alguna caja de correspondencia o de zapatos, incluía el patrimonio iconográfico familiar así como otros pequeños, pero igualmente significativos, documentos que atestiguaban hitos en el devenir del clan: Un billete de autobús, la entrada a una obra de teatro, una invitación a un festival en la escuela básica.

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No hay que olvidar a Susan Sontag cuando dice que «La fotografía se transforma en rito de la vida familiar…»[1]; es ella misma quien nos recuerda que «Fotografiar es conferir importancia.» [2]

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Nunca sobra repetirlo: Han sido las madres quienes han preservado estos auténticos tesoros de nuestras historias familiares. Pero, lo primero que preocupa, hoy en día, es ¿Qué ocurrirá con esa labor cuando ahora el álbum familiar por excelencia es una red social?

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Ahora todo está en digital, lo cual no es necesariamente malo pero ¿En dónde se encuentra? ¿En una página de Facebook? ¿Y si el señor Zuckerberg hace mal algún cálculo y su Facebook desaparece? ¿Qué ocurrirá con todo ese patrimonio de la cultura familiar? En fin, esa es otra historia.

  1. Pistas en la materialidad fotográfica

Retornando a la fotografía que extrajimos del álbum familiar, hay que revisar el formato ¿Es cuadrada? ¿Es pequeña o grande? ¿Cómo afecta el tamaño de la pieza a su lectura? ¿Tiene marcas? ¿Recortes?  ¿Podemos imaginar cómo se hizo? Tal vez se trate de una pequeña diapositiva, o una impresión. En algunos estudios fotográficos se utilizaban cortadoras que creaban un simpático borde. En otras ocasiones hay inscripciones de fecha que también utilizaba el propio estudio. ¿Tiene marco? ¿Es blanco o negro? Si no tiene marco y la fotografía llega hasta los bordes entonces está “a sangre”. De nuevo ¿El marco nos sugiere o recuerda algo? Recordemos que se trata de dejarnos sumergir en aquel tiempo, en aquellos momentos de la historia tanto del mundo como de nuestra propia familia.

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Luego hay que examinar la superficie propiamente fotográfica. ¿Es brillante? ¿Mate? ¿Tiene alguna textura? ¿Cómo altera la superficie la experiencia de lectura? ¿Qué tiene este aspecto de la materialidad fotográfica qué decirnos?

Entonces viene el examen de la calidad del soporte y sus intervenciones: ¿Tiene arrugas o dobleces? ¿La imagen fotográfica ha sido vulnerada por rayaduras? ¿Se puede percibir si ha sufrido alguna decoloración o falta de intensidad en las tonalidades? ¿Cómo se percibe el paso del tiempo en esa superficie foto-sensible? Si la imagen tiene algún tipo de alteración ¿Qué le agrega? Este tipo de examen fue el que realizaron los fundadores de Instagram para crear muchos de sus filtros.

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Finalmente está el propio texto fotográfico. En este análisis no hay una interpretación de los elementos formales tales como composición, tiempo, formas, líneas, punto, geometría, etc. Ya no se trata de un análisis objetivo ni morfológico, sino de la interpretación histórico-personal. Sugerimos al lector que no olvide las posibilidades de lectura objetiva y subjetiva que ya fueron tratados en otro texto.

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  1. La vida de los otros

En los mercados de pulgas y bazares se pueden adquirir fotografías sueltas por muy poco dinero. También es un buen ejercicio ir y comprar algunas imágenes de este tipo con las que no tengamos ninguna relación. Así fue como John Maloof encontró en un sótano de Chicago el acervo fotográfico de Vivian Maier por un poco menos de $400 dólares. Este archivo con más de 100.000 negativos terminó convirtiéndose en uno de los grandes descubrimientos de la fotografía callejera.

Cuando se trata de la fotografía familiar de alguien más, comienzan a aparecer nuevas posibilidades de apreciación. Cuando examinamos una fotografía de nuestro propio álbum familiar, de inmediato comienza un reconocimiento de los parientes que aparecen en cada foto y hay una vinculación emocional imposible de pasar por alto. La fotografía, entonces, rememora momentos históricos de significación concreta y especial para nuestra vida.

Sin embargo, cuando se mira la fotografía de desconocidos, automáticamente se da un tipo de lectura diferente que es un tipo de experiencia que también vale la pena porque la distancia emocional, temporal e incluso espacial (geográfica) nos permite apreciar aspectos distintos de esta imagen casual, familiar, ubicada en el terreno de la fotografía vernacula (vernacular photography, le llaman los angloparlantes).

Cuando se examina las fotografías de alguien más no existe esa capa de valor sentimental, pero nos permite concentrarnos más en el texto fotográfico y la esencia del género de la fotografía “silvestre”, realizada por aficionados en el marco de las familias, las vacaciones y los eventos personales tanto triviales como importantes.

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No olvidemos que  fotografía tiene una capa de valor, como mínimo histórica. Cuando tenemos ese objeto en las manos, su soporte físico, su materialidad, contiene mensajes por transmitirnos. Su existencia física también nos comenzará a hablar sobre su época, acerca de lo que valoramos los seres humanos. Nos permitirá hacer un contacto desde nuestra humanidad a un objeto cuyo valor radica, precisamente, en el espíritu humano y su necesidad de preservación histórica, familiar, personal.

  1. A modo de conclusión

Una fotografía tiene mucho qué decirnos desde el soporte físico y su significación sociológica y antropológica.

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De modo que el lector puede, a partir de su propio álbum familiar o de adquirir fotografías vernáculas anónimas, una deliciosa posibilidad de sumergirse en otros lugares, en otros tiempos y permitir que la fotografía “le hable” de una manera muy diferente que frente a una pantalla con Google Images.


oscar_colorado_natesÓscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).

Es autor de los libros:

  • Ideas Decisivas: 800 reflexiones fotográficas (2a. Edición)
  • Fotografía 3.0 Y después de la Postfotografía ¿Qué?
  • Instagram, el ojo del mundo
  • Fotografía de documentalismo social
  • Fotografía Artística Contemporánea
  • El Mejor Fotógrafo del Mundo.

Columnista en el periódico El Universal (Cd. de México).
Editor y Director General de la revista fotográfica MIRADAS.

Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).

Este artículo fue previamente publicado en la revista Fotógrafos Latinoamericanos Nº 3. 

Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las posturas de la Universidad Panamericana.


Notas

[1]  Sontag Susan, Sobre la fotografía, Edit. DeBolsillo (Random House Mondadori), México, 2013, Pág. 17

[2]  Sontag Susan, Sobre la fotografía, Edit. DeBolsillo (Random House Mondadori), México, 2013, Pág. 36


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15 comentarios sobre “Materialidad y lectura fotográfica”

  1. Gracias Oscar. Me has hecho revivir emociones, he tenido la necesidad de sentarme delante de los álbumes de fotos de mi madre, que ya se fué, ahora hace dos años.
    Es cierto, la sensación de «tocar» y casi oler, la foto impresa se complementa a las sensaciones y análisis que podemos hacer delante una pantalla de cualquier dispositivo.
    Mi «absurda locura» pero que me satisface, es imprimir la mayoría de las fotos que hago, bien sea a modo de contactos, libros, o simples fotos. Leí de alguien que decía, que una imagen se convierte en fotografía, solo cuando está impresa. Quizás mi lado romántico hace que esté absolutamente de acuerdo con esta frase.

    Un cordial saludo.

    1. Muchas gracias por el comentario. El problema de quien dice que la imagen es fotografía hasta que se imprime es que es un argumento que generalmente esgrimen quienes venden impresión fotográfica 😉 Ahora bien, la objetualidad sí tiene una dimensión. No es lo mismo ver una fotografía en pantalla de un móvil que en una 5K (que ahora tienen las fantásticas iMac nuevas), en papel brillante, en aluminio o en piezo-grafía. En cada soporte hay una apreciación distinta. En el caso de la fotografía vernácula, el soporte físico agrega muchas capas de valor que se agregan al goce de la lectura fotográfica. Personalmente también me gusta mucho imprimir mis fotografías porque me ofrecen un nivel distinto de experiencia, aún si las he realizado originalmente en un medio digital. Gracias por el comentario y por las reflexiones que despiertan tus palabras. ¡Muchos saludos!

  2. Hace poco perdí casi todos mis recuerdos materiales por no pode pagar el trastero en el que los tenía…Es cierto son importantísimos y lo lamentaré mientras viva,pero me digo a mí misma cada día que los recuerdos mas importantes están dentro de mi cabeza…
    Besos!

  3. Es un hecho que una fotografía no existe realmente hasta que no se imprime. Verlas en la computadora o en cualquier otro medio digital puede ser placentero, pero le falta esa materialidad de la que hablas, ese contacto con lo físico, con esa pieza única en la existencia. Esa es la gran «ventaja» que tiene la fotografía analógica frente a la digital. En mi caso mis viejas fotografías familiares están, como comentas, en una caja de zapatos guardada como el gran tesoro que es. Pero con lo fácil que es hoy en día tomar una foto, no me imagino el hecho de que todos imprimamos todas las fotografías que tomamos a diario y a casi cualquier cosa, creo que necesitaríamos tener en casa una habitación destinada únicamente a las fotografías. En fin que es un gran tema este.

  4. Desde la popularización de la fotografía digital, el aumento en la capacidad de las memorias usadas por todo equipo capaz de tomar fotografías, la incorporación de cámaras de alta resolución a los teléfonos móviles; la tecnificación que lleva a autoenfoque, cálculo de la luz, velocidad, profundidad de campo, los Zoom potentes y de amplio rango focal, la posibilidad de tomar múltiples fotos simultáneas y luego integrarlas automáticamente en una sola, o seleccionar las que mejor nos parezcan para ser integradas, como lo ofrece un par de modelos de cámaras que conozco referenciadas en Internet; hemos perdido rápidamente la sana costumbre de pensar y componer una imagen antes de tomar una fotografía, simplemente tomamos una cantidad ilimitada y luego escogemos las de nuestra preferencia, borramos las otras sin mas. Sencillamente hacemos imágenes no capturamos en muchas ocasiones sentimientos como si se hacía cuando había que pensar cada fotografía al tomarla y al procesarla en el cuarto oscuro.

    Parte de la inmaterialidad en la fotografía está acompañada de la carencia de afecto o labor con la cual tomamos una imagen para convertirla en fotografía. Recuerdo cuando solo contábamos con «rollos» Carretes de seis,ocho, o doce fotografías posibles y luego los carretes con un máximo de 36 tomas, sentíamos cada toma; y cada fotografía era producto de un concienzudo análisis; el resultado era perpetuar en una imagen un momento seleccionado. Hoy es simplemente hacer imágenes y ver que sale, o repetirla al instante si juzgamos que no vale la pena.

    Personalmente no borro fotografías porque con sorpresa he encontrado imágenes que superan con mucho las que califique de ideales en la primera ocasión y al revés imágenes de mi completa satisfacción inicial y luego no me parece. He tratado de resistirme al hábito de ametrallar objetos para hacer fotografía, sin mucho éxito lo confieso, pero soy consciente que es necesario volver a sentir, calcular, estudiar cada imagen para poder desear tenerla impresa; de otra manera terminaremos conservándolas en nuestros corazones.

    A Usted que tiene un elevado conocimiento ideológico fotográfico, si no es mucho atrevimiento, le rogaría hacer un artículo en este sentido.
    Mil gracias por sus conocimientos compartidos y adelante porque atrás venimos muchos que deseamos aprender y usted es una luz muy brillante que ilumina un camino infinito.

    Gilberto Posada Arbeláez Manizales Colombia.

    1. Estimado Gilberto, concuerdo contigo. Cuando cada cuadro cuesta, uno se piensa dos veces antes de presionar el obturador. Hoy como es tan sencillo, se dispara sin pensar demasiado. Desde siempre han habido fotógrafos muy rigurosos que se apegan a hacer solamente una fotografía (como William Eggleston). Creo que, efectivamente, cuando no se piensa la fotografía se pierde mucho de la experiencia de hacer una imagen. Con gusto tomo nota para escribir un artículo al respecto. Mil gracias por el comentario y un abrazo fuerte.

  5. Desde cuando se hizo posible tomar múltiples imágenes y verlas al instante, se perdió la sana costumbre de pensar una fotografía antes de tomarla.
    Los medios de almacenamiento que permiten tomar varios miles de fotografías en una sola sesión, borrar lo que no nos parece muy fácil porque los medios de almacenamiento son reutilizables. Todo esto ha llevado a llenarnos de imágenes por las cuales no tenemos mucho afecto, queremos tenerlas pero no tienen la carga emocional que si llevan las tomas hechas cuando solo disponíamos de 6-8-12 o 36 fotogramas posibles y que además debíamos esperar el revelado para descubrir aciertos o errores. Sin olvidar el peso del equipo.

    Usted ha abierto una puerta infinita y le rogaría, si no es mucho atrevimiento, hacer un artículo teniendo en cuenta el facilismo fotográfico actual frente al racionalismo estético de nuestros antecesores fotógrafos.

  6. Hola el articulo es muy interesante, realizare mi tesis sobre la evocación de los recuerdos en fotografía analógica, me puede recomendar algún articulo sobre la importancia de la fotografía analógica?

  7. Óscar, soy una estudiante de arte española y me gustaría citar el artículo en un pequeño trabajo que estoy haciendo sobre fotógrafos aficionados, leo que salió publicado en una revista, pero no la encuentro. Serías tan amable de pasarme el link de la revista o al menos la cita completa. Muchas gracias. Esther González.

  8. Una vez más felicidades.
    Reflexionar sobre este hecho creo que es asignatura obligatoria para todo fotógrafo. Hoy en día toda nuestra vida es aceleración y a esto lo acompaña todo lo digital, todo lo impersonal, lo no material.
    Siempre he desconfiado que el formato digital, será infinito?.
    Siempre pienso en esa caja de zapatos que está guardada en el armario de mis padres. Recuerdos que siguen intactos con el paso del tiempo, quizás algún día un cambio de formato o cualquier otro contratiempo haga que desaparezcan todos nuestros recuerdos.

    Me gustaría plantearte una cuestión.
    Todos hemos visto el precio que se paga por una copia de alguna de las fotos de alguno de los grandes maestros de la fotografía, Bresson, Adget, etc.
    Hoy en días se pagaría tanto por una copia de una foto realizada en digital?

    Crees que el archivo RAW será tan duradero en el tiempo como lo ha sido un negativo de 35mm , por ejemplo?

    Abrazos

    1. Hola José, tengo pendiente contestarte un mail. Las preguntas que formulas son tan interesantes como punzantes. En principio, el archivo digital es aún mejor que un negativo porque éste siempre es susceptible a la humedad, el calor, etc. y el archivo digital si se preserva correctamente no tiene ese riesgo. Pero (PERO) los archivos digitales son tan frágiles como sus soportes. Hoy mismo los DVD y Bluejays no son soportes suficientes para las grandes cantidades de información que estamos generando. ¿Te imaginas hacer un respaldo físico en discos de un disco duro de 1TB? Por otra parte están los servicios en la nube, pero en mi experiencia a partir de 1TB son muy caros. Sobre la reproducibilidad técnica, habría que recordar a Walter Benjamin y su idea del aura. Por ejemplo, hay quien paga muchísimo dinero por una copia de época de Cartier-Bresson, pero él nunca procesaba sus películas ni las ampliaba, así que no es como estar frente a un Van Gogh. Sin embargo sí que se paga una pequeña fortuna por una copia de época hecha por Ansel Adams. Es un tópico complejo y largo. Creo, en cualquier caso, que vale la pena volver la mirada a la materialidad física de la fotografía y lo que pueda aportar a la experiencia de apreciación. Gracias por el comentario ¡Recibe un abrazo fuerte!

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