Fotografía: saber ver, saber hacer

Por Óscar Colorado Nates*

¿Cómo hacer fotografías valiosas? Los fotógrafos queremos hacer grandes imágenes. Bueno, al menos eso es lo que yo busco y pienso que para lograrlo hacen falta dos habilidades: saber ver y también saber hacer. 

La Escena

Por supuesto que todo parte de una escena. También podríamos llamarle motivo o sujeto, aunque en este caso la denominación escena porque el fotógrafo es como un mirón en una obra de teatro. Esto aplica especialmente en la fotografía de calle donde los espacios urbanos se convierten en una escenografía que espera un desarrollo dramático. El fotógrafo es el espectador de una obra llamada vida.

Lectura

En mi post anterior titulado ¿Fotografía buena o mala? expuse  algunos de los aspectos para leer una fotografía. Las habilidades y capacidades necesarias para leer una foto son exactamente las mismas que se requieren para crearla.

Por supuesto todo comienza con el ojo, aunque debo advertir que en el sentido de la vista el aspecto anatómico/funcional del globo ocular no es el más importante en la fotografía. Explicaré por qué: En la fotografía la función del ojo es recopilar datos visuales a los que podríamos llamarles “duros”.

Hard News & Soft News

Esto me remite al concepto de las hard news y de las soft news. Las primeras contestan las clásicas preguntas periodísticas ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Para qué? Es la información dura (de ahí el nombre de hard news). Pero las implicaciones del hecho pueden ser aún más importantes.
Pondré un ejemplo: “Juan Sánchez falleció ayer al romperse el cuello mientras descendía las escaleras de su casa.” Esta es una hard news. Los datos puros y duros.

Pero ¿Quién es Juan Sánchez? ¿Cómo impacta su muerte? ¿Es un hombre público o un desconocido? ¿Existen sospechas de haber sido asesinado? ¿Su muerte fue por negligencia del gobierno municipal? Un periodista con criterio y bien informado sabrá leer mucho más que los meros hechos duros y, aún más importante, podrá formular un conjunto de preguntas interesantes. Esto es a lo que se le llama soft news.

Retornando a nuestra escena y su lectura, el ojo ofrece la información dura (hard information) de luminancias, colores y formas. Pero no interpreta qué significa ni implica esta información. Ahora que estamos en el mundo digital, podríamos decir que lo que recoge el ojo es una especie de archivo mental RAW. Pero esta información cruda es insuficiente. Hace falta procesarla.

El cerebro

Los ojos humanos tienen una bendición y una maldición: vienen acompañados de un cerebro increíblemente poderoso. Es una maldición porque constatemente interpreta lo que estamos viendo y esto no siempre es útil en fotografía, pues puede ajustar el nivel de rango dinámico o alterar cómo vemos las dominantes de colores. Cualquier cámara tiene algunas limitaciones respecto de lo que nuestro sistema óptico (ojos-cerebro) puede visualizar.

Ahora bien, el órgano tiene la capacidad de realizar millones de conexiones para obtener información, procesarla y –aún más portentos- crear nuevas posibilidades, es decir, es capaz de imaginar.

El cerebro puede de realizar operaciones de pensamiento, leer una escena, jugar con la percepción e interpretar lo que está observando dotándolo de significados, reflexiones, discursos e innumerables procesos mentales y epistemológicos.

El grado de sofisticación dependerá mucho de si es un cerebro rústico o uno cultivado. Generalmente el dueño de una cámara realizará una lectura simplona y elemental de una escena, mientras que un fotógrafo relizará una operación mental de interpretación y visualización mucho más compleja y terminará con una fotografía con más capas de valor.

La mente dota a una imagen relativamente simple de interpretaciones muy diversas. El siguiente ejemplo puede resultar útil. Veamos la siguiente fotografía:

No crossing. Chicago, 2010 © Oscar Colorado Nates

Explicaré un poco el por qué de esta imagen: Chicago es la tercera ciudad con más mexicanos en Estados Unidos. En mayo de 2010 visité esta ciudad con el propósito de hacer una serie de fotografías sobre los inmigrantes mexicanos en aquella ciudad. El día que llegué hubo una protesta multitudinaria contra la de ley de espíritu anti-inmigrante en el estado de Arizona. Caminando por la Michigan Avenue me encontré con el letrero de la fotografía.

La señal indicaba al peatón que no se podía cruzar en la acera norte y que debía usarse la acera sur. Sin embargo la lectura de la escena me resultó totalmente distinta al pensar en las actitudes anti-inmigrantes que aún persisten en algunos sectores de la población estadounidense.

El mensaje “No crossing please use the other side”  se convierte en el clima y contexto de la ley anti-inmigración en un crisol de la actitud de la gobernadora Jan Brewer que parece decir a los mexicano “No cruzar, por favor use el otro lado”.

Si no hubiera contado con un tema concreto en el cual estaba enfocado durante ese viaje, con una información sobre los acontecimientos relacionados con la inmigración, el letrero me habría pasado desapercibido.

Tal vez No crossing como fotografía no tenga un gran valor icónico (al menos no es el aspecto más importante), pero sí una importancia histórica y sociológica. Los signos y símbolos que contienen son de la mayor importancia.

No crossing es una suerte de juego mental, donde el observador puede jugar con el significado literal de la señal de tránsito y hacer un shift intelectual para interpretar la escena y su significado metafórica.

Al final, No crossing se convierte más en un juego de trasposición mental que en uno visual. Si no existiera una operación especulativa procesando la información visual cruda provista por los ojos sería imposible apreciar e interpretar los juegos visuales de M. C. Escher.

De modo que los datos duros son insuficientes para crear una fotografía valiosa. Necesariamente hace falta el proceso de pensamiento que encuentre una lectura peculiar a las escenas que aparecen ante los ojos.

Formar criterio

Para hacer una fotografía valiosa, debe contarse con el criterio suficiente. Ansel Adams decía “No hacemos fotografías únicamente con una cámara: llevamos al acto fotográfico todos los libros que hemos leído, las películas que hemos visto, la música que hemos escuchado, a las personas a las que hemos amado.” Es una gran verdad.

En la mente del fotógrafo todo se combina para crear una fotografía, filias, fobias, historia de vida, opiniones, pasiones, obsesiones… Es como un baúl lleno de recursos. Una vida intelectual rica produce imágenes llenas de riqueza. La pobreza interior provoca fotografías mediocres.

Ya lo dice el Código del Bushido: “Un Samurai cuyo único atributo es su fuerza no es aceptable, debe usar su tiempo libre para practicar la poesía y comprender la ceremonia del te, por no mencionar el estudio de las ciencias.” De modo que el fotógrafo necesita nutrir su mente para leer la escena con profundidad.

Saber hacer

Pero saber ver no es suficiente. Pensemos en un violinista que se fracturó los dedos de la mano izquierda. Su mente sabré exactamente qué movimientos debe ejecutar, podrá leer la partitura a la perfección, pero sus dedos serán incapaces de realizar los movimientos necesarios para articular la pieza musical.

Saber leer e interpretar la escena es solamente una parte del proceso fotográfico. Tal vez sea suficiente para convertirse en un buen coleccionista o en un crítico competente, pero la creación fotográfica implica un saber hacer además del saber ver. Saber hacer es conocer perfectamente las herramientas fotográficas. El fotógrafo debe conocer la luz, cazarla, entender sus “hábitos”, acecharla, comprender sus propiedades. ¡Es la materia prima! En segundo lugar está, por supuesto, el conocer su cámara. Y no me refiero al proceso fotográfico in génere. Es decir, es insuficiente entender exposición, tiempos de obturación, profundidad de campo, elementos compositivos, etcétera.

Conocer la cámara

El fotógrafo debe conocer perfectamente su cámara. No importa la marca o modelo. Cuando se domina la cámara uno puede concentrarse en aspectos relevantes de la imagen como la lectura de la escena, encuadre, interpretación, composición, tratamiento formal, y no dónde está el dichoso botón para el bracketing. En lo personal cuando comencé mi carrera fotográfica de manera más seria tenía a la mano una cámara Canon con varios objetivos y accesorios.

A lo largo de los años el sistema EOS acabó siendo, para mí, totalmente familiar. Hace algunos años decidí probar y comprar una Nikon D300.Debo confesar que la cámara era fenomenal en todos los sentidos y en varios aspectos (como el sistema de auto-enfoque y la calidad de construcción) superior a las Canon. Sin embargo la cantidad de opciones de la Nikon era enloquecedora. Con un manual de 400 páginas frecuentemente me hallaba preguntándome cómo se ejecutaba tal o cual función.

Nunca tuve la paciencia suficiente para habituarme a las idiosincrasias de Nikon. En Canon conozco exactamente en dónde está cada botón y qué función tiene. Es algo tan natural para mí que ni siquiera tengo que pensarlo. Esto es, para mí, fundamental. Y no es solamente por cazar instantes decisivos.

Circo de tres pistas

La fotografía es un proceso agotador. El fotógrafo parece circo de tres pistas: en un solo instante está pensando si la óptica que está usando es la adecuada, si tiene la abertura suficiente para la cantidad de luz que existe. Duda si la dominante de color es demasiado amarilla; se pregunta si compensarla con la cámara o  en la postproducción. También piensa en que solamente llevó una tarjeta de memoria y esos archivos RAW están consumiendo espacio como locos, pero no quiere capturar en JPEG porque no le gusta el control sobre el ruido programado en su cámara, sobre todo en ese momento en el que ha decidido no usar el flash para no arruinar la atmósfera. Y mientras tanto está la escena, esa geometría es interesante pero no deja de ser un poco cliché, y la escena en general le recuerda una fotografía de W. Eugene Smith… Quizá si cambia de posición y de ángulo pueda lograr algo más interesante, pero ya se movió la geometría y el segundo término le está ensuciando el encuadre… Y… simplemente agregar el preguntarse cómo se usa la cámara no es opción. A este proceso yo le aplico dos términos: transparencia y mecanización.

Transparencia y mecanización

La transparencia es un concepto bastante claro: la operación física de la cámara debe ser tan diáfana como sea posible. Y eso solamente se logra haciendo miles y miles y miles de fotografías.

La mecanización no significa “robotización” sino contar con una especie de memoria corporal que le permita al fotógrafo ejecutar la fotografía de manera casi automática.

A estas ideas también se les asocia con la mente superconsciente, la que nos permite manejar y escuchar la radio al mismo tiempo; cuando hemos repetido una tarea durante suficiente tiempo la hacemos con una gran facilidad. Esto le ocurre a cualquier persona que camina o habla: son actividades que ha realizado desde la infancia, aunque el proceso para dominar estas habilidades tomó bastante tiempo. Una vez que se ha repetido lo suficiente una misma actividad el cerebro la manda al área superconsciente. Eso es lo que buscamos con la fotografía, desde el propio uso de la cámara hasta la noción de encuadrar y todas esas habilidades que necesitamos para que «no se nos vaya la foto».

La postproducción en el acto fotográfico

Personalmente no soy amigo de corregir errores en la postproducción. Por eso se insiste tanto en la importancia de hacer una imagen lo más cuidada posible en el sentido técnico. Primero porque hay errores que son imposibles de corregir y otros que son tan complejos que pueden implicar una tarea de postproducción titánica.

Hay muchos fotógrafos que odian el tiempo frente a la computadora. Confieso que a mí me fascina esta parte del proceso y puedo pasarme horas enfrascado usando Lightroom. Sin embargo para mí la clave no está en la corrección de errores, sino en la postproducción como una continuación del hecho fotográfico, como una parte integral del proceso creativo y de la visión estética.

He tenido muchos alumnos que le tienen miedo a la postproducción y sienten que están falseando sus fotografías. De alguna manera es una especie de noción imbuida en el imaginario colectivo donde cualquier manipulación posterior a la toma implica un acto de trasgresión. Esto tiene su origen en la fotografía directa promulgada por Paul Strand. Sin embargo en la era de la fotografía digital siempre hay una interpretación de los datos que recibió el sensor, y puede hacerla el ingeniero que programó la cámara o nosotros como productores de un acto creativo y que estamos generando una visión.

Ya en tiempos de la fotografía analógica la mera decisión de comprar una marca o modelo de película determinaba el resultado fotográfico. Ni hablar de todo lo que podía hacerse en el cuarto oscuro.

Quien hoy en día crea que alterar la fotografía en la postproducción es una suerte de anatema fotográfico vive en el error. ¿Por qué tengo que hacer mías las decisiones estéticas de un ingeniero? La cámara contiene un software que procesa la imagen de una manera determinada. Si mi cámara es una baratísima point & shoot los colores estarán demasiado saturados (especialmente el rojo), se le habrá aplicado un filtro de nitidez bastante intenso y se habrá aplicado un filtro de contraste desmesurado.

¿Por qué?Porque los mercadólogos de la marca en cuestión  entregaron al departamento de ingeniería un estudio que indicaba que a la mayoría de los consumidores les encantan las fotografías muy saturadas, que aman el color rojo, que prefieren imágenes muy nítidas y contrastadas.

¿Por qué tengo yo que vivir con este tipo de decisiones? Incluso en Lightroom es posible decidir si la interpretación general del archivo RAW es la decisión de los ingeniero de Adobe, o las propuestas del fabricante. Para mí el proceso de postproducción es fundamental en el resultado fotográfico final. Y todo lo que escribí sobre conocer la luz y la cámara es igualmente aplicable a la postproducción. No importa el software que elija el fotógrafo ya sea Lightroom, Aperture o PhotoShop debe conocerlo como la palma de su mano.

Valdría la pena también revisar mi artículo «Filtros y efectos: ¿Trampas fotográficas o recurso creativo?»

Limitaciones y potencialidades

Todo lo anterior se sintetiza en conocer las potencialidades y limitaciones de las herramientas fotográficas.

Entonces se podrá comprender mejor que no todo lo que pueden ver nuestros ojos se puede traducir en una fotografía. Y más aún, si esa visión que nuestra mente havisualizado es factible de ser creada con una fotografía.

El acto fotográfico también implica un proceso mental de traducción entre nuestros objetivos visuales con las posibilidades y limitaciones del medio fotográfico.

La unión de todo lo anterior puede ayudar a crear una imagen valiosa. Ahora bien, quisiera recordarle al lector lo que dijo una vez Doisneau “Si supiera cómo se hace una gran imagen todas mis fotografías serían maravillosas”.En el fondo, tenía razón.
Solamente habría que recordarle a mi querido lector que hacer fotografías es un poco como salir de pesca. Se puede llevar la mejor caña, un bote excepcional, ser un experto pescador, y sin embargo regresar a casa con una miserable sardina. O acabar con un pez digno de premiación. Pero a pesar de todos los factores externos y ajenos al pescador, su preparación, habilidad y paciencia son requisito sine qua non, indispensable, para una gran pesca.

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Óscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra “Fotografía Avanzada” en la Universidad Panamericana (Ciudad de México) donde encabeza la Academia Audiovisual. Es director general de la Agencia de Imagen FotoUP, integrante de MediosUP.

Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las opiniones y/o posturas de la Universidad Panamericana.


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