Presentamos en esta entrega los albores del siglo XX con sus primeros desarrollos técnicos y un análisis de la relación entre la Nueva Objetividad, el Grupo f/64, el Modernismo y el acervo fotográfico de la Farm Security Administration.
Dejó su carrera de fotógrafo para convertirse, paradójicamente, en el individuo más influyente en el mundo de la fotografía.
Por Óscar Colorado Nates*
El Sr. Anderson e hijo, cerca de Sandstone, Minnesota. John Szarkowski. 1957
Para John Szarkowski la decisión tal vez no fue fácil pero, dado el momento, la oferta resultaba irresistiblemente tentadora: dejar su trabajo como fotógrafo para aceptar la posición que le ofrecía Edward Steichen. John no era cualquier fotógrafo, pero ser el curador de fotografía en el Museum of Modern Art en Nueva York tampoco era cualquier puesto.
Szarkowski se había enamorado de la fotografía cuando tenía apenas once años, por ahí de 1936. Estaba tan obsesionado con el asunto que llamó a su perro “Mathew Brady”, igual que el célebre fotógrafo de la guerra civil estadounidense.
El niño entusiasta creció para graduarse un día en Historia del Arte en la Universidad de Wisconsin-Madison. Al poco tiempo se integró como fotógrafo museográfico en el Walker Art Center de Minneapolis y por aquel entonces sus dos grandes modelos eran Walker Evans (por inteligencia) y Edward Weston (por placer).
Desde un elevador rural en el valle Red River Valley. John Szarkowski. 1957
Quizá su padre le habrá dicho, como a muchos otros fotógrafos, que no se anduviera con paparruchas y que obtuviera un título universitario para lograr una posición en la vida como Dios manda. Como suele ocurrir el progenitor tenía razón y la educación de Szarkowski fue una clave de su éxito ulterior: acabó siendo un gran conocedor de historia del arte. Seguir leyendo John Szarkowski, el Zar de la Fotografía→
Berenice Abbott. Estados Unidos (1898-1991) Fotografía por Lotte Jacobi 1943
«Una fotografía no es una pintura, un poema, una sinfonía ni una danza. No es únicamente un cuadro bonito, ni el ejercicio de una contorsionista… La fotografía es, o debería ser, un docuemento significativo, una declaración penetrante que se podría describir con un simple término: selectividad.» Berenice Abbott
Por Óscar Colorado Nates
Una americana en París
Berenice Abbott sufrió un profundo cambio cuando arribó a Europa en 1921. Primero mudó su nombre de “Bernice” al equivalente francés “Berenice” y luego cambió la escultura para dedicarse a la fotografía.
La joven estudiante de la Ohio State University había abandonado su carrera universitaria para viajar a Nueva York. Formó parte de la diáspora intelectual que se afincó en París en los años veintes. Fue ahí donde conoció a Man Ray. El importante fotógrafo modernista la contrató como asistente en su estudio. El célebre maestro de la experimentación heliográfica buscaba a alguien que no supiera absolutamente nada de fotografía. Sin embargo, pronto Abbott comenzó a rivalizar con el maestro.
Berenice Abbot hizo algunos de los últimos retratos del célebre fotógrafo francés Eugène Atget.
Fue Man Ray quien presentó a Berenice Abbott la obra de Eugène Atget. La estadounidense quedó tan impresionada con la actividad documental urbana de Atget que se convirtió en su máxima promotora. Precisamente fue Abbott quien hizo algunos de los últimos retratos conocidos de Atget. Posteriormente la fotógrafa adquiriría con la ayuda de Julien Levy una parte importante de las placas del maestro francés.
Metamorfosis
Regresó a Nueva York buscando un editor para publicar las imágenes de Atget y se encontró con una ciudad transformada. Nada era igual, ni la gran metrópoli ni el ojo de Abbott que estaba mucho más afinado para re-descubrir los imponentes rascacielos y la vida que sostenía a la ciudad más importante de Estados Unidos. Regresó a París únicamente para empacar.
Sus conocidos la juzgaron duramente por abandonar su exitosa carrera de retratista, pues en los círculos intelectuales parisinos ya se había hecho de buena fama. Sin embargo Abbott dejó todo para dedicar sus esfuerzos fotográficos a la «gran manzana».
Una serie de reveses, que comenzó con la Gran Depresión de 1929, parecía probar que sus amigos tenían razón. Parecía en aquellos momentos una locura cambiar una vida cómoda en Francia por la inestabilidad estadounidense y la falta de oportunidades. Abbott logró que una agencia encargada de dar empleo a los artistas durante la Gran Depresión la contratara.
«Changing New York»
Abbott hizo para el FAP (Federal Art Project) la obra fotográfica más importante de su vida: Una colección de fotografías de los edificios y la vida de Nueva York. Tenía la comisión de retratar la mutación de una ciudad un tanto improvisada a una nueva era de planeación urbana. Pero el FAP no solamente buscaba fotografía urbana y arquitectónica. El proyecto debía incluir la diversidad de la gente, sus espacios laborales y vivienda y la vida propia de la ciudad.
Cuando se observan las fotografías de Abbott del proyecto “Changing New York”, es imposible dejar de referirse a Eugène Atget. Si bien las imágenes de la fotógrafa hacen su mayor aportación en el terreno del urbanismo y la arquitectura, en el caso de las personas y la vida de la ciudad existe una gran influencia de Atget. Para comenzar, Abbott adopta la cámara de gran formato. Los temas continuamente hacen referencia al estilo de Atget, desde la captura de escaparates hasta los «ropavejeros».
En el terreno de la vida citadina, Berenice Abbott coincide temática y estilísticamente con Walker Evans.
Es muy de notar cómo existen similitudes en los motivos fotográficos coincidentes: letreros (billboards), gasolineras, estaciones de transporte…
Muchos años después tanto Evans como Abbott influirían en una nueva generación y entonces William Eggleston, Stephen Short o Joel Meyerowitz volverían la vista a los sujetos cotidianos que se dan por hecho para ofrecerles una renovada valoración.
Si bien Abbott fue una prolífica artista que abarcó muchos géneros (fotografía de calle, retratos, imágenes docuementales-científicas), su principal trabajo fue el de captar la arquitectura neoyorkina. Hoy damos por hecho a la ciudad, y una urbe como Nueva York se ha convertido casi en un cliché de cómo luce una gran ciudad estadounidense. Sin embargo, para Abbott era algo nuevo y la frescura de su mirada creó toda una iconografía del rascacielos.
Abbott y su «máquina fotográfica»
Berenice Abbott. City arabesque from the roof of 60 Wall St Tower NY 1938
La monumentalidad de la ciudad era una muestra de los alcances del ser humano.
Hoy estamos dominados por la tecnología y nuestra concepción postmoderna está relacionada con la comunicación, el entretenimiento, el Internet, las redes sociales, los Smart-Phones, etcétera. Sin embargo en los años treinta el imaginario estaba dominado por la máquina.
Los años treinta eran como la coronación de la revolución industrial. La propia cámara fotográfica era vista como un máquina, una extensión de ese nuevo mundo tecnológico. No había mejor medio para captar a la ciudad moderna como una máquina fotográfica. Tal vez por ello nos resulta tan difícil citar a pintores destacados cuyo sujeto hubieran sido los rascacielos y el paisaje urbano durante los años de la década de 1930.
Las fotografías de Abbott en la construcción de los cimientos del Rockefeller Center son una oda al acero. Sus escenas de los trenes neoyorkinos parecen negras y gruesas telarañas.
Berenice Abbott. Under the El at the Battery, New York, 1932
Abbott realiza fotografías singulares de los rascacielos. En sus contrapicados, los edificios parecen monolitos inconmensurables, donde el hombre resulta empequeñecido y convertido en auténtica hormiga. Por el contrario, sus picados de la ciudad parecieran equiparar al hombre con un dios capaz de crear un nuevo mundo; un dios que observa su obra y piensa “esto es bueno” aguardando el sábado para descansar.
Aunque se visite Nueva York hoy en día y se hagan fotografías de los mismos rascacielos, la estética abbottiana permanece original.
Aunque Abbott fue una feroz defensora de la “straight photography” (fotografía directa) y aborrece a pictorialistas como Alfred Stieglitz. Esto es particularmente claro cuando hacia 1958 hace un proyecto de fotografía científica para el célebre MIT. Sus fotografías de experimentos científicos tienen una cierta cualidad abstracta que remite, nuevamente, a Man Ray.
Tal vez sea el alto contraste que parece extraído del expresionismo alemán, o la noción de la máquina y del modernismo… Quizá sea esa extraña mezcla entre Eugène Atget y Man Ray que se cuelan en el trabajo de la discípula… O tal vez sea el ojo de la fotógrafa que reviste sus escenas con una compleja mixtura de reverencia, asombro y curiosidad.
Canyon, Broadway and Exchange, New York 1936DePeyster Statut, Bowling Green, New York 1936Foundations of the Rockefeller Center, New York, 1932
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Abbott pensaba en la fotografía como un documento y no le daba un gran papel expresivo. Paradójicamente, sus obras dotan a las máquinas, los rascacielos y la fría obra humana en una expresión de aspiraciones, sentimientos y emociones.
Nightview, New York, 193240th street, New York 1935New York Stock Exchange, NY 1933
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A pesar de su intención de hacer straight photographies, desprovistas de toda alteración, Berenice Abbott nos muestra una ciudad transformada a través de sus ojos. Sus fotografías documentales, a pesar de los deseos de su autora, no pueden evitar el llenarnos de sensaciones y emociones.
El autor es titular de la cátedra de Fotoperiodismo Avanzado en la Universidad Panamericana (Ciudad de México) y Jefe de la Academia Audiovisual de la misma institución. Dirige el programa binacional Origins realizado con la DePaul University (Chicago). Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las opiniones y/o posturas de la Universidad Panamericana y/o d ela DePaul University.