Enseñanza fotográfica y exigencia: La letra ¿Con sangre entra?

Una reflexión para los educadores de la fotografía.

Por Óscar Colorado Nates*

Unos pocos días antes de escribir esto, la opinión pública mexicana se estremeció ante la noticia del suicidio de una estudiante debido a las exigencias de su universidad.

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Señales de protesta y solidaridad tras el suicidio de una estudiante. Fotos ©ConsejoContigo vía La Jornada

La chica era alumna de una de las instituciones de educación superior más prestigiadas de México, famosa por su exigencia. Sin embargo, esta muerte despierta muchas preguntas acerca de la educación y la manera de transmitir conocimiento.

El consabido dicho de “la letra con sangre entra” remite a un paradigma de educación forzosamente doloroso, que asume un nivel de agresión entre el educador y el alumno: se espera la sumisión incondicional del estudiante y un profesor que exija hasta niveles donde la crueldad no solo es aceptable sino deseable.

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Este modelo se enraíza en la educación militarizada. Viene a la mente, de inmediato, la figura del sargento inmisericorde que “construye el carácter” de los reclutas. Su trabajo es hacer que los más débiles en lo mental y lo físico dimitan tan pronto como sea posible. La lógica es que vivirán situaciones extremas, de peligro absoluto donde se exigirán decisiones constantes de vida o muerte en un entorno de conflicto extremo. De modo que una educación basada en la exclusión y el castigo parece tener, en ese contexto, mucho sentido.

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Empero, cuando llevamos ese modelo a otros contextos ¿También funciona?

Tengo un querido amigo famoso por su mal carácter y su exigencia. Fue fotógrafo de conflicto y editor de imagen de muchos medios de comunicación importantes. En el aula se distingue por sus niveles de máxima exigencia. Pero un día impartió un curso de fotografía básica dirigido a personas que simplemente querían iniciarse en el uso de la cámara como una actividad recreativa. Mi amigo pretendió educarlos de la misma manera que a los foto-periodistas con los que había colaborado toda su vida. Sobra decir que el resultado se alejó mucho del objetivo y que, quizá, algunos de los participantes en su curso decidieron alejarse para siempre de la fotografía: Buen trabajo sargento, los débiles se fueron. Pero ¿eso era lo que se esperaba de este proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Los estudiantes lograron lo que buscaban? ¿Aprendieron?

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En la relación enseñanza-aprendizaje ha primado, durante siglos, un modelo de superioridad-inferioridad donde hay más una relación de poder que de aprendizaje. En un modelo de educación de este tipo, la exigencia se antoja como un mecanismo de defensa para subrayar la figura de poder del profesor. Pero ¿qué es más importante? ¿El aprendizaje del alumno? ¿Una experiencia motivadora? ¿Mantener el interés del educando? ¿O reafirmar el status quo del profesor?

Reza el dicho: “lo cortés no quita lo valiente”. ¿Es necesaria la actitud del sargento en un aula de clases? Un curso puede ser profundo, serio, riguroso en su contenido, pero eso no significa que deba ocurrir en un proceso de dolor y crueldad.

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Además de todo lo anterior, si un profesor exige de sus alumnos el máximo esfuerzo y una calificación superlativa ¿Su curso está a la par en nivel de excelencia? Y no me refiero al conocimiento del profesor. Hemos entronizado la experiencia y habilidad profesional del profesor durante décadas. Entonces abunda aquel comentario de los alumnos con el consabido “sabe mucho, pero no sabe explicar”. Entonces un profesor así debería dedicarse al entorno profesional pero abandonar el aula de clase. Porque no basta con saber hacer, ni una excelencia en el faber. El proceso de enseñanza-aprendizaje tiene más que ver con una complicidad y una colaboración que con una demostración, ya sea de habilidad o de conocimientos por parte del docente. Hemos puesto en un altar el conocimiento del profesor, pero olvidamos el diseño del curso, la elección de estrategias de aprendizaje variadas, pertinentes y articuladas con mecanismos de evaluación que sean parte del proceso de enseñar.  El profesor debe bajar del pedestal porque tal vez sabrá mucho de su materia, pero muy poco de pedagogía. Debe aprender, primero a quitarse los galones de sargento para convertirse en un recluta de la didáctica.

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Habría que plantearse, seriamente, cuál es el objetivo de educar. ¿Qué puede buscar el profesor en el aula? Para comenzar, un aprendizaje significativo. Luego está la formación de hábitos correctos. Y, no hay que olvidarlo, la transformación. No se trata de anular a la persona para sustituirla por una diferente; convertir al ignorante en sabio. En realidad, quizá importe mucho más llevar al estudiante a la mejor versión de lo que puede ser, ayudarle a logar la plenitud.

¿Y que es la plenitud? Por ejemplo, un ser humano está diseñado para tener dos brazos y diez dedos en un par de manos; dos ojos, dos oídos. Podría parecer que estamos sobrados. De modo que, si tenemos dos ojos, se nos puede extirpar uno. ¿Para qué diez dedos? Con ocho sería suficiente. Pero entonces se podría argüir que la visión no será igual, ni la destreza manual la misma. Eso es, precisamente, la plenitud. Queremos tener 10 dedos, dos manos, dos brazos, dos ojos, y nada menos. En la educación, tenemos la oportunidad de ayudar a los estudiantes a alcanzar todo su potencial y a que no se conformen con menos.

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Pero tenemos un modelo educativo de hace 200 años. Seguimos pretendiendo que los alumnos aprendan en aburridísimas conferencias donde el docente pontifica sin parar esperando atención y sumisión absoluta. Porque esta persona así aprendió y no conoce ninguna otra forma de enseñar: Nadie da lo que no tiene.

Además, el educador debería plantearse si su curso es de “diez”. Porque a los alumnos les exigimos ese diez en esfuerzo y disciplina. Y quizá el profesor se esfuerza mucho con sus conferencias y ofrece un gran ejemplo todo el tiempo. Pero ¿eso es suficiente? ¿eso es lo que se espera? ¿es eso lo que necesitan los alumnos? ¿O quizá hace falta un curso mucho mejor planeado, más articulado, con actividades que impliquen un papel más activo por parte de los estudiantes? ¿Y si el objetivo no fuera aprender sino descubrir? No se trata únicamente de pararse frente a un grupo para hablar sin parar. ¿Dónde está el diálogo? ¿Cómo se logra un proceso de enseñanza articulado, variado, entretenido? Es, desde luego, muy difícil: siempre es más fácil transferir la carga del esfuerzo en el alumno. Quizá sea el momento de cambiar los roles y exigir de los profesores cursos bien planeados, con estrategias pertinentes, interesantes, colaborativas, orientadas a despertar el interés, la curiosidad y la auto-gestión del conocimiento. Es el momento, para nosotros los profesores, de aprender a enseñar mejor.

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Hoy nos enfrentamos a estudiantes que han “aprendido a aprender” de maneras variadas y entretenidas: Las pantallas se han convertido en las grandes educadoras de nuestro tiempo. Pensemos en cómo las personas son educadas prácticamente desde su nacimiento a través de formas entretenidas y lúdicas. Un niño de seis años ha visto infinidad de películas, series, vídeos breves, ha tenido a la mano incontables juguetes educativos, además, en un entorno de libertad casi irrestricta; ya no hablemos del iPad y los teléfonos inteligentes o los videojuegos. Pero ese niño se mueve de un entorno híper divertido y estimulante (en casa) para llegar a la escuela con la imposición de un uniforme, un lugar en el que debe permanecer al menos tres horas sentado sin parar, con una atención absoluta a lo que dice una persona aburridísima. ¿Y esperamos que eso se transforme en una experiencia participativa, donde el resultado sea un aprendizaje profundo? ¿O es el mecanismo ideal para que los débiles de mente y cuerpo dimitan lo más pronto posible?

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Parafraseando a los maestros Zen: Nuestra labor no es enseñar fotografía, sino transmitir el amor por la fotografía. Y eso, me ha quedado muy claro luego de 25 años frente a estudiantes universitarios, no se logra con sangre.

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dr_oscar_colorado_2* Dr. Óscar Colorado Nates,
(Ciudad de México, 1969)

Académico, crítico, analista y promotor de la fotografía.

Doctor «cum laude» en Ciencias de la Documentación por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Narrativa y Producción Digital por la Universidad Panamericana (Cd. de México) donde es Investigador de Tiempo Completo y Profesor Titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada así como Docente de Posgrado en Nuevas Narrativas.  
Autor de libros como Fotografía 3.0; El Mejor Fotógrafo del Mundo; Fotografía de Documentalismo Social; Instagram, el ojo del mundo; Fotografía Artística Contemporánea y Pensamientos Decisivos: 650 reflexiones fotográficas.
Comunicador transmedia, es director y conductor del programa de radio Imagen Líquida y creador de productos audiovisuales de divulgación como FotoPop y reflexión como El Mundo de la Fotografía.
Fundador del Observatorio de Cultura Fotográfica. Miembro del Seminario de Imagen y Cultura, la Asociación Mexicana de Estudios en Estética (AMEST), el Seminario Permanente de Análisis y Crítica Cinematográfica (SEPANCINE) y de The Photographic Historical Society (Rochester, NY), entre otras agrupaciones académicas. Participa en el Programa de Apoyo a Proyectos para Innovar y Mejorar la Educación (PAPIME) de la Universidad Nacional Autónoma de México.


Las opiniones vertidas en los artículos y producciones audio-visuales son personales.
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16 comentarios sobre “Enseñanza fotográfica y exigencia: La letra ¿Con sangre entra?”

  1. Hola Oscar,

    Querido maestro, no puedo estar más de acuerdo. Hay una gran diferencia entre saber hacer y ayudar a otras personas a ello.

    Considero que sólo desde la humildad se puede enseñar algo interesante y respetuoso con el aprendiz y la materia en cuestión.

    Comentas algo fundamental desde mi punto de vista, la transformación del alumno. Debería ser el fin último y ¡qué difícil conseguirla! Ya que entran en juego muchos factores. La transformación real es un proceso interior del que no tenemos ninguna llave, en todo caso pistas.

    Si no nos acercamos de esta forma a la enseñanza, creo sinceramente que de poco servirá. La humildad, la empatia y el acompañamiento, me parecen herramientas mucho más útiles.

    Siento mucho la muerte de esta joven estudiante.

    Un abrazo,
    Braulio

    1. Querido Braulio, muchas gracias por el comentario. En el tema de la transformación hay que recordar que también puede ser un tea de largo plazo. No todo ocurre en el salón. He tenido alumnos que han sido más bien indiferentes durante la clase de fotografía y que luego, años más tarde, han encontrado en la cámara un medio de expresión. Entonces, esa transformación no siempre es aparente ni inmediata.
      Concuerdo totalmente contigo en el tema de la humildad. También me parece crucial tu comentario sobre la empatía y el acompañamiento, herramientas fundamentales.
      Te mando un abrazo muy grande, siempre es un gusto seguir en contacto.

      1. Coincido completamente Oscar, la transformación es un proceso seguramente largo. Muy interesante el ejemplo que indicas de alumnos que encuentran su camino tiempo después de la formación.

        Y en este sentido, también veo engañosos los cursos o formaciones que prometen transformaciones mágicas, de fin de semana o viendo 5 o 10 horas de vídeo. Las cosas no funcionan así, nos guste o no.

        Es un honor y un placer estar en contacto contigo, querido Oscar 🙂

        Un abrazo,
        Braulio

      2. buenos dias profesor Oscar en mi trabajo me pidieron hacer un argumento a favor de «la letra con sangre entra» como podria hacerlo si yo estoy en contra porque la enseñanza se hace mejor con humildad y amor le agradecería que me ayudara muchas gracias

  2. Muy acertado tu artículo. Fui docente por 30 años y conozco la forma de hacer errada de muchos «profesores» El mundo ha evolucionado pero esa evolución no ha alcanzado a las escuelas. Dicen que si alguien que vivió en el siglo XIX reviviera en nuestros días se sorprendería de ver los aviones, los automóviles, los teléfonos, las computadoras, el Internet y un largo etc. pero lo único que no lo sorprendería serían las escuelas en donde encontraría aulas idénticas a las de su tiempo: alumnos sentados en filas mirando la nuca del compañero de adelante y un maestro al frente dictando lo que debe hacerse, lo que debe saberse, lo que debe pensarse…
    En fin que las escuelas del mundo tienen una deuda pendiente con las generaciones que a ellas asisten.
    Este es un tema enorme que merece un largo debate y, sobre todo, mucha acción.
    Saludos Óscar. Un abrazo!!

  3. Profesor Colorado,
    Comparto plenamente su posición respecto a la enseñanza. Tanto da que sea enseñanza primaria o universitaria.
    Desgraciadamente el amor al saber o a la educación o la asunción de valores… No goza de predica.ento alguno.
    Felicitaciones

  4. Quedo resumido muy bien al final de su articulo, esa es la clave: » la labor no es enseñar fotografía, sino transmitir el amor por la fotografía» .Muy agradecido por la labor que lleva a cabo; es encomiable.

  5. Muchas gracias Oscar… Totalmente de acuerdo con todas las opiniones… Pero si me dan a elegir, yo escojo educación en casa y ser autodidacta !!! Saludos !! gracias por enseñarnos el amor por la fotografía.

    1. Efectivamente querido Armando, también hay que aceptar que hay diferentes estilos de aprender y que entre ellos cabe perfectamente el ser autodidacta y la educación en casa. Muchas gracias por el comentario y siempre estar al pendiente de estos contenidos. Te mando un abrazo agradecido.

  6. Conocí a dos hermanos, uno iba sobrado un chaval de matricula, con un mínimo esfuerzo grandes notas. El otro metía horas devanándose la sesera como no esta en los escritos. Siempre andaba raspado o no llegaba.El profesor (un gran profesor) andaba muy pendiente de este, veía el esfuerzo, el interés del alumno, la dedicación.Jamás lo suspendió,si andaba justillo por ejemplo con un 4,5, le ponía un 5. El caso es que con el paso del tiempo este alumno termino su bachillerato, fue a la universidad y al día de hoy es un ingeniero informático y muy bien considerado.El otro también hizo su carrera pero centrándonos en el caso del ingeniero si no hubiese sido por ese profesor que anduvo pendiente,reconociendo el esfuerzo y la constancia ( muchas veces vale mas estas características ) posiblemente hubiese traumatizado aquel chaval que tanto le costaba arrancar un aprobado. Este si fue un gran profesor preocupado por sus alumnos, con un sentido psicológico envidiable,un ingeniero de la educación. La letra si ha de entrar no será con sangre si no con dedicación, con intuición,con amor a tu profesión. Bien es cierto que por desgracia existen muchos casos en los que ni con esas cualidades se podrá sacar nada en limpio del alumno, pero sangre si acaso para transfusiones.

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