La madurez fotográfica

La vida fotográfica está llena de logros y aprendizajes, de cimas y baches. ¿Qué necesitamos para llevar nuestra vida fotográfica a la plenitud?

Por Óscar Colorado Nates*

Durante una etapa de mi vida la fotografía se volvió, para mí, angustiante: Sentía la obligación de convertirme en un artista legendario y que pasar a la historia, de saber encontrar en todos y cada uno de los momentos y situaciones una gran foto. Algo que había comenzado como una pasión y un disfrute se estaba convirtiendo en algo terriblemente doloroso, al grado de comenzar a desagradarme pues hacerla se había vuelto un proceso lacerante. Cada vez que veía mis fotos me atormentaba, las criticaba sin piedad y me deprimía cuando veía el trabajo de los grandes maestros: ¡Yo estaba a años luz y eso me parecía deprimente!

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Fue entonces cuando pensé: ¿Cómo puede, algo que me apasiona, hacerme sufrir tanto?

Han pasado los años desde aquel tiempo y he tenido la oportunidad de reflexionar en mi propio camino y el de los alumnos que han pasado por mi cátedra universitaria de Fotografía Avanzada. Y entonces, algo ocurrió: comprendí que la fotografía es una marcha que puede estar en ciertos grados de madurez o inmadurez que afectan no solo al resultado sino a toda la experiencia fotográfica. Con este texto, escrito en un tono muy personal, quisiera reflexionar un poco de qué manera podemos comprender la madurez y su relación con la fotografía.

1.   Aprendizaje fotográfico y madurez

¿Qué es la madurez? Es un estado y un proceso, un camino y un punto de destino.

Los recursos

El proceso de maduración tiene que ver, en primer lugar, con el ir haciéndose de recursos para lograr expresar con la cámara eso que tenemos que decir sobre un tema determinado.

a.     Recursos técnicos

En primer lugar, es posible identificar los recursos técnicos: Conocer la gramática fotográfica, aprender los temas formales y todos aquellos elementos que van dando estructura y sentido a un discurso visual. Desde comprender qué es un centro de interés, aprender a componer con los puntos áureos o comprender el contraste, por mencionar apenas unos ingredientes, el proceso de maduración fotográfica inicia reuniendo técnicas y conocimientos que van desde los compositivo hasta lo eminentemente técnico. Nunca hay que perder de vista que la fotografía es arte, pero también es ciencia. A veces nuestros resultados fotográficos no son los que buscamos porque nos faltan recursos que pueden ser técnicos (conocer cómo usar iluminación de estudio, por ejemplo, o los distintos planos y ángulos de la cámara).

b.     Recursos intelectuales-culturales

Otros recursos son los intelectuales-culturales, donde ya no se trata solamente de usar la cámara sino en una amalgama compleja e interesante de nuestras influencias, reflexiones, propuestas y creaciones.

Estos recursos implican conocer y comprender la historia de nuestro medio fotográfico, sus grandes figuras, los conocimientos de historia del arte, y desde luego está la cultura general y aquellos elementos que nos hacen únicos basados en nuestra historia personal y experiencias.

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Si tenemos recursos técnicos, pero no intelectuales-culturales, hacemos fotos del montón. Si tenemos solamente recursos intelectuales-culturales, podemos llegar a la frustración de saber apreciar una gran fotografía, pero no saber cómo hacerla. No es difícil comprender que el contar únicamente con recursos intelectuales-culturales pueden orientarnos únicamente al terreno académico o de crítica, pero no de creación. Personalmente yo espero lograr los dos.

c.     Recursos tecnológicos

Muchos fotógrafos que comienzan piensan que estos son los recursos fundamentales. Creen que tener tal o cual cámara o lente o accesorio son las varitas mágicas para ser grandes fotógrafos. Nada más alejado de la verdad y es una gran trampa.

En la era digital la obsesión por los recursos tecnológicos ha crecido enormemente. La obsolescencia programada nos hace obstinarnos por la última cámara y siempre tenemos la idea de que un equipo más nuevo, más caro o de mayor categoría nos permitirá, ahora sí, hacer mejores fotos.

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Sin embargo, esta es una trampa peligrosa. Incluso me atrevería a calificarla de pantano o arena movediza porque una vez que se entra en él, parece engullirlo a uno. Primero se necesita una cámara mejor, luego un objetivo nuevo. A veces, si ya tenemos nuestro 50mm f/1.8 no descansamos hasta lograr pagar veinte veces más por uno f/1.2 solo para descubrir que uno sigue haciendo las mismas fotos. Y créanme: yo he pasado por ese momento.

d.     Recursos tecnológicos: La historia de Ted y Edward

Hace muchos años, un muchachito guitarrista tenía un grupo que había formado junto con su hermano Álex. Edward era mucho más que un talento: era un auténtico prodigio. Así que no resultó extraño que pronto se ganaran un espacio en el circuito local y acabaran en una gira nacional por Estados Unidos como teloneros para Ted, un rockero notorio por aquella época.

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Edward (izq.) y Ted (der.)

El buen Edward sonaba como nunca nadie lo había hecho. De modo que, intrigado, Ted se escabulló un día y, cuando pensó que nadie lo veía, cogió la guitarra del jovencito y comenzó a tocar, para ver qué era lo que estaba ocurriendo y de dónde salía aquel sonido prodigioso. Al formar unos cuantos acordes y digitar algunas escalas se llevó la sorpresa de su vida: Ted Nugent, con aquella guitarra y aquellos amplificadores sonaba a ¡Ted Nugent! Quizá el joven Eddie Van Halen podría haberle explicado que, ante la ausencia de recursos económicos, aprendió a arrancarle a la guitarra sonidos únicos simplemente con sus dedos. No era un tema de equipo.

Lo mismo ocurre hoy con muchos fotógrafos. Yo mismo tuve una época de obsesión con el equipo. Lo veo todos los días en el aula universitaria: personas con el mismo equipo hacen fotos diametralmente distintas.

Los recursos tecnológicos son importantes, y para ciertos trabajos hacen falta ciertas herramientas específicas. Sin embargo, pensar que Leonardo Da Vinci logró pintar la Mona Lisa o la Última Cena porque usaba tal o cual pincel es un despropósito.

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Perdón por extenderme en este apartado, pero me parece importante por la enorme cantidad de fotógrafos que se quedan en la obsesión del equipo.

La madurez, en lo tecnológico, implica el saber usar las herramientas adecuadas cuando hace falta, contar con ellas e identificar las condiciones y situaciones que exigen un cierto tipo específico de equipo. Pero también saber que, cuando se tiene algo qué decir, el instrumento tiene que ocupar un lugar pertinente: el segundo o tercer lugar.

2. Lo contrario de la madurez

Pero regresemos a nuestro tema: la madurez fotográfica o las desdichas que atrae la inmadurez. De modo que, si el enemigo a vencer es la inmadurez, vale la pena comprenderlo un poco más a fondo.

Infantilismo y puerilidad

La antítesis de la madurez fotográfica es el infantilismo o la puerilidad. Todos hemos sufrido, y en alguna medida seguimos sufriendo, nuestro “yo fotográfico pueril”. Se trata de alguien dedicado a la fotografía, pero cuya inseguridad le conduce a ser extraordinariamente susceptible. Esta puerilidad también se manifiesta en un perfeccionismo exagerado y una necesidad extrema de control. ¡Claro! El que es inseguro necesita controlar y se pone metas que están muy por encima de su nivel, lejos de aceptar lo que realmente puede.

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La inmadurez fotográfica nos lleva a ser artistas tremendamente inestables, con vidas plagadas de altibajos. En muchos casos es fácil que el pesimismo de una autocrítica tan desmedida como injusta nos paralice.

Es entonces cuando la fotografía se convierte en una fuente de angustia, de dolor y de nerviosismo. El fotógrafo inmaduro se siente inseguro ante una asignación importante: teme tanto fallar que en lugar de aplicarse a resolver lo necesario es víctima de un sufrimiento inconmensurable.

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Y esto nos lleva a un círculo vicioso terrible: como estamos inseguros sufrimos al hacer fotos, y a nadie le gusta sufrir, de modo que cada vez se hacen menos fotos. Además, aquel enjuiciamiento extremo hace que un “yo crítico” esté en nuestros hombros siempre murmurándonos al oído: “¿A quién quieres engañar? ¿Figura de la fotografía ? ¡Ja! Mejor mira las fotos de Bruce Davidson o de Wiliam Eggleston: ¿Te atreves a creer que un gusano como tú llegará algún día a esos niveles? ¡Pobre diablo!” Y si esto suena increíblemente cruel, es algo que me ha acompañado a cada sesión fotográfica durante años. Y me estoy quedando corto: las críticas que realmente nos hacemos pueden llegar a ser incluso más crudas y más crueles.

 

3. La experiencia fotográfica

Una gran fuente de sabiduría han sido mis alumnos. Este año cumplo dos décadas de compartir experiencias en las aulas universitarias. En estos veinte años he aprendido enormidades de mis estudiantes, y no es demagogia. Con las preguntas que me han hecho puedo escribir, de verdad, un libro. Y en cada ocasión he tenido la oportunidad de decir: “Mira qué buena pregunta, no sé la respuesta. Déjame investigar.” Y siempre he vuelto a los libros, investigado e indagado hasta encontrar la respuesta y luego compartirla en clase.

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La fotografía es una experiencia, y esto se dice rápido, pero tiene muchos niveles. Es una experiencia porque cada quien ha de vivirla. Sí, los libros son importantes, pero solamente uno tiene la cámara en la mano y tiene que tomar las decisiones para lograr lo que busca. La fotografía es vivencial: no se puede aprender fotografía solamente hablando de ella, hay que hacerla. Es un poco, o un mucho, como el amor. Como profesor lo sé perfectamente: nadie da lo que no tiene.

Y esta experiencia es un proceso. Quizá uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es la prisa. De una u otra manera somos parte de una generación en la que lo queremos todo y lo queremos ahora. Es, indudablemente, una postura muy inmadura.

 

Virtudes, aptitudes, actitudes, inclinaciones y apetitos

Yo no soy filósofo, pero tengo la fortuna de estar casado con una y, con el tiempo, se va adquiriendo un cierto lenguaje y una manera de pensar, al menos por ósmosis.

Y ahí es donde entra el ir conociendo, y muchas veces intuyendo, conceptos como las aptitudes, actitudes, virtudes, inclinaciones, apetitos.

No me quiero complicar con esto porque ni yo soy filósofo y seguramente tú mereces una explicación más profunda sobre estos temas que los que yo pueda darte. Perdona, desde luego, si escribo alguna barbaridad. Pero algo que he aprendido es que siempre hay una cierta dosis de aptitudes, les voy a mal-llamar talento. El problema de la aptitud es que es una mera potencia, que implica la actualización de un acto. Entonces las actitudes se convierten en un puente entre la potencia y el acto (¿ves que si ayuda eso de contar con una filósofa en casa?) es la actitud. La actitud es el querer o no querer usar esas aptitudes.

Pensemos de nuevo en un joven inmaduro con muchos talentos pero que se niega, por negligencia, a aprovecharlos o a trabajar para alcanzar todo su potencial. Puede tener muchas aptitudes, pero la actitud puede convertirse en motor o en un callejón sin salida.

Entonces, con un poco de suerte y un mucho de voluntad, la aptitud se convierte -gracias a la actitud- en un acto. En coger la cámara y hacer unas fotografías. En aprender matriculándose en algún curso o taller, comprar un libro o ver un tutorial en YouTube. Estos actos, si los repetimos una y otra vez se convierten en un hábito. Y los hábitos construyen virtudes.

 

El fotógrafo virtuoso

Un fotógrafo maduro es aquel que va construyendo hábitos operativos buenos, es decir, se construye con buenos actos. El fotógrafo puede ir creciendo en muchas virtudes. Te compartiré algunas de las que he identificado:

Paciencia. ¿Realmente crees que te va a llevar muy lejos aquella actitud que te contaba del “lo quiero todo y lo quiero ahora”? Pues piénsatelo bien porque yo la probé durante años y lo único que me produjo fue frustración. Estoy muy lejos de llegar a lo que sueño, pero al mismo tiempo reconozco que es un camino largo donde hay que tener paciencia. Y con el primero que necesito tener paciencia, es conmigo mismo.  Cada día tengo que aceptar que soy un fotógrafo con potencialidades y limitaciones y que voy construyendo un camino que se hace de poco a poco. Con suerte, a veces uno tiene ciertas epifanías, momentos de claridad extraordinaria, pero que son francamente raros. Para lograr esta paciencia hacen falta otras virtudes.

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Fortaleza. Hace algunos años aprendí que hay que ser fuerte, resistente. Uno puede tener un talento enorme, pero si es débil, dejará de trabajar, de luchar y se doblará al primer signo de contradicción. A veces siento que, para salir adelante en el mundo de la fotografía, hace más falta la piel dura que el talento. Hace algún tiempo soñaba con publicar en una cierta revista. Armé una propuesta y, vista a la distancia, debo confesar (sin falsa modestia) que era una propuesta sólida, interesante, perfectamente realizable. Sin embargo, el editor de la revista me contestó que la publicación no estaba interesada. Cuando recibí la respuesta no me deprimí: Hay tantos factores en la industria que afectan las decisiones de alguien, y son tan pocas las relacionadas con la calidad del trabajo o el talento, que lo único que me dijo esta experiencia es que ese editor, en ese momento, no estaba interesado en mi proyecto. Aunque fuera un buen proyecto. Y yo tenía la oportunidad de reconocer mi propio esfuerzo, la calidad de lo que había propuesto y pensar que habría otro momento, otro tiempo, otra oportunidad, y seguir trabajando.

Desde luego que no he dejado de escribir porque aquel editor rechazó mi propuesta. Y tampoco creo que sea un asunto de “él se lo pierde”. Me parece que es un tema más asertivo: lo que me indica su negativa es que dijo no. Y punto. Y a seguir adelante.

Laboriosidad. Confieso que debería trabajar más en mi fotografía. Llevar adelante una familia, ocuparse de las mil y una cosas que componen la vida actual pueden convertirse en un gran pretexto para no trabajar. Yo no he trabajado todo lo que debiera porque, tal vez, no le he dado a la creación fotográfica la prioridad que yo creía que tenía. Sin embargo, hay algo en lo que sí he sido muy laborioso: En escribir. Yo nunca me vi a mi mismo como un escritor de fotografía. A los 16 años quería ser escritor y curiosamente en un momento de mi vida se conjugaron mi pasión por escribir y por la fotografía.

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La fotografía me intrigó tanto, que la mejor herramienta para comprenderla más a fondo fue, para mí, escribir sobre ella. Escribo prácticamente todos los días. Realizo artículos, ponencias, investigaciones, mi tesis de grado, papers académicos, discursos… Y todo, de una manera u otra, está relacionado con la fotografía.

Todos los días me despierto a las 4:30am y cuando llegan los fines de semana y puedo descansar a mis anchas, ¿Sabes a qué hora me despierto? ¡A las 4:30am! Entonces me pongo a escribir este blog. Trabajo como una hormiguita. Nunca busqué llegar a más de 10 millones de visitas. Sin embargo, sé que tampoco es algo fortuito, sino fruto de la laboriosidad.

Generosidad. Me parece que la avaricia es despreciable, especialmente la vivencial y la intelectual. La avaricia es el no querer compartir. Entre los artistas es el pan de cada día: el “secreto” que alguien no te quiere decir, la técnica que aquel otro esconde… ¡Pamplinas! La fotografía es algo inmenso, inconmensurable. Y cada persona tiene un ADN cultural que hace imposible que dos personas hagan la misma foto. Puedo escribirte todas y cada una de las cosas que he aprendido a lo largo de los años y tú terminarás haciendo fotos totalmente distintas a las mías porque a ti te interesarán otros temas y decidirás afrontarlos como te venga en gana. ¿Por qué reservarse cosas? Para mí no tiene sentido: todo lo contrario. Compartir es dar a los demás lo que tienes sin quedarte con nada.

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Tolerancia. Esta virtud, para el fotógrafo, tiene mucho que ver con la fortaleza, y creo que también con la aceptación tanto de nuestras propias limitaciones y potencialidades como las de los demás. Yo le exijo mucho a mis alumnos, porque es mi deber. Si sé que alguien puede desarrollar mucho ¿Por qué he de hacer que se conforme con poco? ¿Si puede crecer, porque debo dejarlo enano? Sin embargo, hay que saber a quién se exige y hasta dónde. Esto es importante para cualquier profesor y fundamental para uno mismo: La exigencia desmedida puede frustrar e incluso destruir. Pero una actitud complaciente y comodina significa estancarse y quedarse pequeño cuando se podría llegar más lejos. La tolerancia personal y con los demás es una virtud del fotógrafo que le hace exigir, pero de manera proporcionada. Aquí el justo medio aristotélico se expresa, popularmente, en el clásico “ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.”

Sacrificio. Sin espíritu de sacrificio no es posible lograr nada. Hay que sacrificar el ocio, la comodidad. Claro que es más cómodo quedarse en casa que ir al desierto a hacer fotos o, peor aún, a la calle. Es duro aceptar que es necesario practicar y trabajar en lugar de pasársela bien. Al priorizar lo que uno quiere en la vida, hay ciertas áreas que se tienen que sacrificar. Lo que sí creo es que uno no debe sacrificar a los demás. Mi familia es mi primera prioridad, muy por encima incluso de la fotografía. Nunca me he puesto en la posición de sacrificar a mi familia por lo que yo quiero. Pero si tú y yo creemos que se nos dará todo sin ningún esfuerzo ni sacrificio, entonces estamos en la actitud pueril de esperar que nos ocurra todo “por nuestra linda cara.”

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Humildad. ¡Qué virtud tan difícil! La humildad no es fingir lo que uno no es. La verdadera humildad creo que tiene que ver con reconocerse como se es, con limitaciones y potencialidades.  Pero una cosa es reconocer los propios talentos y otra es regodearse en ellos, despreciar la inferioridad ajena o creerse lo que no se es. Un fotógrafo soberbio es una de las peores experiencias de la vida.

Armonía. Lo monstruoso es aquello que ha crecido desordenadamente. Creo que lo contrario es, de una u otra manera, la armonía. Pienso un poco en lo que ocurre cuando uno va al gimnasio: si solamente ejecuta un ejercicio una y otra vez, solamente ejercitará algunos músculos y los demás quedarán inactivos. De modo que en la rutina de ejercicios habrá que incluir brazos, piernas, pecho, etc. En la vida fotográfica es igual. Si alguien solamente se concentra en la teoría perderá los aspectos de la técnica y la práctica. Por el contrario, el fotógrafo que únicamente dedica su tiempo a la práctica no cultiva la mente se va malformando. Y tampoco pienso en términos de equilibrio, porque la vida fotográfica no es necesariamente equilibrada. Por ejemplo 25% práctica, 25% técnica, 25% teoría, 25% cultura visual. Más bien tiene que ver con qué le toca a cada quien, en cada momento y en cada área, crecer, afinar, mejorar o simplemente explorar. Así es que un fotógrafo maduro es aquel que le otorga a cada aspecto de su vida fotográfica el espacio pertinente, lo que necesita y cuando lo necesita.

 

Algunas actitudes del fotógrafo maduro

Las actitudes tienen que ver con la manera de expresar el estado de ánimo. Es una motivación social que se va conformando a las situaciones y el entorno donde existe una mezcla entre el pensamiento, las emociones y la conducta. Todo eso nos lleva a actuar de una manera específica. Revisaré algunas de las actitudes que tienen mucho que ver con la madurez fotográfica.

Pensamiento crítico. Es necesario saber ponderar lo que se tiene en frente. Si se trata de un fotógrafo, puede ser lo mismo una imagen que una escena o una situación. La actitud de pensamiento crítico implica analizar las cosas y no darlas por hecho.

Conducta razonable. Esto significa obrar en consecuencia y proporción. Una conducta razonable para un fotógrafo bien curtido y experimentado es el de tener confianza en el proyecto que se le presenta. Para un principiante, la conducta razonable es aproximarse a un proyecto con cuidado, incluso con precauciones, porque sabe que necesita tener cautela. Es fácil comprender estas actitudes si uno se imagina a un fotógrafo experimentado hecho un manojo de nervios por un proyecto o a un fotógrafo principiante demasiado confiado cuando tiene un proyecto complejo porque esa confianza desmedida podría hacerle errar seriamente.

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Actitud crítica. La disposición a ponderar es una característica humana. La crítica es un juicio y puede ser activo o pasivo. En otras palabras, uno puede hacer una crítica o recibirla. En ambos casos, saber dar y saber recibir una crítica es una actitud fundamental para el fotógrafo. Para quien empieza, es importante evitar estar a la defensiva, escuchar. Con frecuencia no nos gusta el contenido de una crítica, pero es importante reflexionar y preguntarse qué hay de cierto en ella. No todo el mundo tiene la disposición de hacer una crítica constructiva y eso también hay que comprenderlo. Por otro lado, la crítica coloca a quien la emite en una situación de poder y a quien la recibe en un papel pasivo. Pero no hay que ver a la crítica como una dualidad de víctima/victimario, sino una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.

Para quien recibe una crítica se le abre la enorme oportunidad de aprender, quizá algo que simplemente no había visto. Toda crítica encierra una reflexión. Lo importante al recibirlas es procurar mantener en proporción las emociones que pueda despertar el que alguien señale errores. Saber recibir la crítica es una de las muestras de madurez más difíciles. Quizá solo hay una más difícil: saber criticar.

Quien realiza una crítica necesita tener mucha claridad en el propósito que tenga al expresar su opinión. Es un tema muy largo, pero podría resumirse en que la crítica madura expresa oportunidades de crecimiento, no señalamiento de faltas para deleitarse en ellas. Siempre implica un cierto juicio, pero ha de saber hacerse pues tiene que estar en proporción.

Actitud introspectiva.  En la vida fotográfica es importante contar con un mundo interior. Leer, ver películas, pero especialmente reflexionar y “ver hacia adentro”, es decir, observarnos. Esta actitud es muy importante para tener la capacidad de observar nuestra propia carrera y nuestro trabajo. También es importante aunar a la actitud introspectiva una sana actitud autocrítica. Es impresionante lo increíblemente autodestructivos que podemos llegar a ser. De nuevo, la actitud introspectiva debe procurar el ayudarnos a crecer.

 

Algunas disposiciones del fotógrafo maduro

Disponer significa preparar, ordenar. Aunque se puede comprender como una regla (lo que dispone el código penal) o una organización (cómo se dispone una mesa), tiene que ver más con la idea de estar a disposición, estar listo para algo. En este sentido, me parece que existen diferentes disposiciones muy importantes en la vida fotográfica.

Saber decir adiós (desapego). Es importante tener la disposición de dejar ir. No apegarse a nada: ni a las propias fotografías, ni al prestigio… Este es un gran apartado del que los budistas pueden hablarnos muy largamente. El apego pude ser una fuente inacabable de sufrimiento. Es fundamental comprender que todo cambia y que esos cambios, cuando implican apego, son una vía hacia el sufrimiento. Aceptar la renuncia (el desapego) puede resultar en un enfoque mucho más sano

Retrospectiva sin dolor. Debo confesar que en mi propio camino esta ha sido una de las disposiciones más difíciles y que todavía no logro superar del todo. Cada vez que veo mis fotos pasadas me es muy difícil apreciarlas porque siempre encuentro errores en ellas, algo debía hacer… Y es un camino que no lleva a ningún lado. La fotografía, por definición, vive en el pasado; es algo que ya hicimos. Y el acto de mirarlas es presente. De modo que siempre existe un desfase temporal pero también de conocimiento. El simple hecho de haber realizado esa foto ya nos hizo crecer y siempre la veremos de adelante hacia atrás, de modo que nuestro yo fotográfico de hoy es distinto al de ayer, pero las fotos siempre pertenecen al ayer. Espero en que llegue el día que tenga la suficiente madurez para poder aplicarme a mí mismo esto y lograr ver mis fotos sin que el proceso sea doloroso. Aún no llego ahí.

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La madurez no tiene que ver, ncesariamente, con la edad.

Aceptar errores. Una disposición que implica una gran humildad y, aunque no lo creas, una gran generosidad hacia nosotros mismos para aceptar nuestros propios errores. Va muy de la mano con la disposición anterior. Tal vez sea tan difícil para muchos de nosotros porque tenemos una auto-exigencia desmedida. Puede ser por padres perfeccionistas o vaya uno a saber por qué. Pero es fundamental aprender a aceptar nuestra debilidad, nuestra condición humana. Pensar que nunca nos equivocaremos es algo tan errado que incluso resulta ridículo. No aceptar los errores es, incluso, un poco infantil. De ahí que ser un fotógrafo maduro es reconocer cuando nos hemos equivocado y estar listos (dispuestos) a aprender del proceso.

 

5. De las formas de hacer a las formas de ser

El aprendizaje fotográfico nos lleva a muchas formas de hacer: de hacer fotos, de hacer post-producción. Sin embargo, lo que nadie nos dice es que quizá aún más importante que las formas de hacer son las formas de ser. Porque se puede saber hacer grandes fotos y ser un patán, o un pusilánime. Y entonces el hacer se ve afectado. El hacer va creciendo poco a poco con el aprendizaje, las actitudes y disposiciones de las que he platicado. Pero la madurez fotográfica tiene mucho más que ver con las formas de ser. Se trata de nuestra esencia, un estado, una manera de avanzar por el mundo.

La madurez es una forma de ser que implica reflexividad, calma interior y una dosis de sabiduría. Se trata de saber aceptar la realidad como es y viajar con facilidad por el fluir de la vida. Se trata de saber escuchar y contar con la profundidad necesaria para calar hondo.

La madurez es el corazón de una forma de ser que puede hacernos tomar las riendas de nuestra propia vida fotográfica. La madurez pude generarnos las disposiciones para aclarar, aceptar y definir una visión propia. Sí, la influencia de los grandes fotógrafos es fundamental, una gran manera de aprender. Sin embargo, a la larga, el fotógrafo maduro es independiente, autónomo.

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Pensemos en un hijo inmaduro: alguien que tiene 28 o 30 años y que sigue dependiendo en todos los sentidos de sus padres. No tiene nada que ver con lo que puede o sabe hacer. Esta dependencia implica la imposibilidad de seguir el propio camino.

En la fotografía podemos tener un destino: la independencia, la autonomía. Todos los grandes fotógrafos han pasado por etapas de formación, de aprendizaje, de crecimiento, de muchísimo trabajo. Sin embargo, en un momento crucial (momento decisivo, diría el maestro Cartier-Bresson), estos grandes artistas han seguido su propio camino.

La madurez fotográfica implica el lograr que eso que nos apasiona no nos genere sufrimiento sino gozo, ese sentimiento de alegría o placer que puede ser muy sutil –como un perfume- o muy intenso.

A manera de conclusión: Grados de madurez, grados de inmadurez

Para finalizar, me parece que no es buena idea mantener una posición maniquea ante la madurez y la inmadurez. No se trata de algo en blanco y negro. Más bien se trata de grados en los que se puede ser más maduro o más inmaduro.

Quizá los fotógrafos jamás alcanzaremos un punto de total madurez porque entonces, quizá, dejaríamos de ser humanos. Lo que sí podemos saber y aceptar profundamente es nuestra capacidad permanente de crecer.


oscar_colorado_natesÓscar Colorado Nates es crítico, analista y promotor de la fotografía.

Titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).

Autor de libros como Fotografía 3.0; El Mejor Fotógrafo del Mundo o Instagram, el ojo del mundo, entre otros.

Director y conductor del programa de radio Imagen Líquida.

Editor del blog de fotografía Mirada Universal en el periódico El Universal (Cd. de México)

Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).

Las opiniones vertidas en los artículos y producciones audio-visuales son personales.
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45 comentarios sobre “La madurez fotográfica”

  1. Extenso y muy acertado análisis. Puede, que podría aplicarse a otras actividades profesionales, pero sin duda, en las que requieren un mínimo de creatividad, como es la fotografía, es muy acertado.
    Añadiría solo a nivel de complemento, que en la era digital y de las redes sociales el ruido que se genera es inmenso, no debiera, pero nuestras actitudes corren peligro de volverse puntualmente inconsistentes.

    Gracias por el artículo, me he visto reflejado en más de un párrafo. Aunque soy un veterano en la vida, en fotografía soy joven, una buena combinación para tomarlo todo con calma y perspectiva.

    Saludos.

  2. Hola Oscar,, una vez más un gran artículo, donde aprender sin duda. Yo ando en esa etapa de madurez, por edad y sin duda en la fotográfica, aunque el camino aún es tan largo y apasionante como casi infinito. De nuevo, muchas gracias por tus aportaciones que sin duda me han fortalecido en el campo de la Cultura Fotográfica. Saludos.

    1. Muchas gracias José Manuel, como lo escribí, yo creo que todos estamos siempre en la senda del aprendizaje y el reconocerlo aporta un paso para saber todo lo que hay que trabajar, pero también a no desfallecer. ¡Abrazo!

  3. Después de leerte me declaro como gran inmaduro!! Lo mejor de todo es que siempre hay camino por recorrer y eso permite contar una gran oportunidad cada día. El día que no tenga camino para recorrer simplemente lo habré alcanzado todo o, probablemente, no haya alcanzado nada; por eso cada vez que me siento estancado, verdaderamente afectado por no haber alcanzado lo que quería, pienso en que estoy transitando un sendero y que, mientras siga en él, todo puede ser posible, incluyendo (ahora) a la inmadurez. GRACIAS Óscar por seguir aquí. Un abrazo.

  4. Excelente articulo y muy cierto , paciencia, trabajo y fortaleza…… difícil en los tiempos que corren no caer en la vorágine que internet y las redes sociales nos imponen

    1. Sí, tenemos mucha prisa, las cosas ocurren muy rápido. Pero he visto que hay cosas que deben crecer poco a poco. Creo que hay un proverbio chino que dice algo así que por mucho jalar el maíz no podrás cosecharlo antes. Las cosas tienen que estar en su punto y para eso hace falta, la gran mayoría de las veces, tiempo. ¡Saludos!

    1. Estimado Salvador, yo espero con mucho gusto poder viajar en algún momento a España y poder dar algunas charlas, talleres y cursos. Será un gusto poder saludarte personalmente. Cuando vaya a viajar avisaré con suficiente anticipación. ¡Un abrazo muy fuerte!

  5. Hola Oscar…Excelente articulo como siempre, me gusta mucho tu manera de como lo llevas a uno de la mano a una introspección casi sin querer, siguiendo con esta reflexión siempre me he considerado un inmaduro fotográficamente hablando, de tal manera que me he quedado en el anonimato. sin embargo sigo en el camino también, y no se si estoy bien en decirlo, pero creí que yo era el único en sufrir la fotografía, ahora que has ampliado mi percepción me siento mucho mejor y feliz de leerte y muy agradecido por todo lo que nos compartes, de igual manera ojala algún día des una charla acá en Guadalajara y tener el gusto de saludarte !! Un Abrazo Saludos.

    1. Estimado Armando, creo que compartir estos sentimientos y tratar de reflexionar sobre ellos es una oportunidad de entenderse a sí mismo y de dialogar. Espero pronto poder ir a Guadalajara y será un gusto saludarte, aviso con tiempo desde luego. Mientras tanto un abrazo a distancia y mil gracias por leer, por comentar y compartir. ¡Muchos saludos!

    1. Mil gracias Begoña. Todos estamos en un camino de crecimiento y de una manera u otra nuestros distintos niveles de madurez (o inmadurez) nos van marcando. Lo que he buscado con este texto es mostrar un pequeño mapa de ruta que puede irnos guiando a todos. Yo soy el primero que me reconozco también en esta senda con mucho por aprender y por crecer y lo que he hecho es reflexionar sobre el tema y tratar de identificar algunos componentes que integran esta madurez fotográfica. ¡Gracias por el comentario y muchos saludos!

  6. ¡Hola, Oscar!

    ¡Muchas gracias por compartirnos tu experiencia personal! Hay ocasiones en que más que un artículo técnico, teórico o cultural, necesitamos uno como éste para saberse por buen camino y renovar el ánimo para seguir andando por este inmenso y, me atrevería a decir, inabarcable universo fotográfico.

    Apenas acabo de cumplir 4 años de cursos y talleres en diversas instituciones, y justo en este último semestre experimenté esa misma sensación de angustia y desesperación. Me percaté que ya pocas clases las disfrutaba como antes; la gran mayoría se había convertido en una pesadez para mí, en un compromiso por cumplir. Entonces me tomé un tiempo para reflexionar en cómo es que había llegado hasta esta situación.

    Primeramente descubrí que, en mi afán por aprender más y más rápido, me había saturado de cursos y talleres. Por supuesto, tenía el tiempo para asistir a las sesiones, pero no contemplé que cada sesión requeriría de su tiempo «extra» para ejercicios en casa, lecturas, investigaciones y tareas. Al poco tiempo estaba quedando mal en cada curso, por querer hacerlo todo terminaba haciendo nada. Hoy, después de haber terminado todos los cursos que yo mismo me eché encima, he decidido no volver a saturarme de esa manera. Para todo lo que deseemos aprender, requerimos asignarle tiempo de práctica, no vamos a aprender sólo con asistir a las clases y hacer las tareas obligatorias. Hay tantos cursos que quisiera tomar, tantas cosas que quisiera aprender, pero el día solo tiene 24 horas y la semana 7 días, no más, así que hay que tomarse las cosas con calma y administrarse bien, avanzando un paso a la vez o terminaremos tropezándonos con nuestros propios pies.

    Por otro lado, también descubrí que dentro de la inmensidad de la Fotografía, hay miles de caminos por andar, ninguno es el «bueno» o el «malo», es más cuestión de descubrir el adecuado para cada uno de nosotros. Buena parte de esa angustia y pesadez que experimenté se debió a que yo mismo me presionaba para seguir un camino dentro del terreno fotográfico que, al menos por ahora, no es el mío. Muchos insistirán en que hay que hacer tal o cual tipo de fotografía por diversas razones, pero lo importante es saber identificar y definir qué tipo de fotografía es la que a uno le satisface y le hace feliz, y enfocarse en ello. A final de cuentas elegimos la fotografía porque hay algo en ello que nos satisface, que nos hace felices, no por hacer felices a profesores, curadores, espectadores, clientes… bueno, al menos no en mi caso.

    En fin, ya me extendí demasiado, pero realmente me identifiqué con tu artículo y me ha motivado. ¡Gracias nuevamente!

    1. Muchísimas gracias por compartir y, al contrario, gracias a ti por extenderte porque es de lo más pertinente. Yo creo que una buena parte del proceso de aprender fotografía es tener epifanías, esos momentos de eureka donde uno comprende cosas con gran claridad. Pero eso requiere tiempo. Recuerdo cosas que me dijeron mis maestros hace años y que apenas hoy las repito y digo: «Claro, la respuesta estaba ahí, frente a mis narices todo el tiempo. Ya me lo habían dicho.» Pero uno tiene hacer algo más que aprender, sino aprehender con «h» en medio, es decir, asir el conocimiento, hacerlo propio. Porque, como bien escribes, uno puede pasársela de taller en taller, pero también necesita tiempo para procesar, practicar. Cada uno tiene su camino, y lo que es ideal para alguien no tiene por qué ser nuestra propia senda.
      Yo me quedo con la idea de no sufrir la fotografía porque a mí, en lo personal, no me ha dejado nada bueno. Por el contrario, creo que es más feliz quien hace unas fotos horrorosas y acaba la mar de contento. Yo creo que uno siempre debe hurgar a preguntarse por qué cogió, en primer lugar, una cámara. Algunos lo hicimos desde la niñez (yo le hacía fotos a mis peluches en mi jardín cuando tenía 7 años), otros comienzan más tarde, pero siempre hubo una chispa, una llama que encendió todo. Pero como dice aquella tonada de «El Príncipe de la Canción», «…hasta la belleza cansa.» Entonces hasta la fotografía puede volverse cuesta arriba cuando, al principio, era algo que nos hacía ilusión.
      Es, entonces, cuando lo crucial no es tanto el conocimiento como la motivación, el deseo de seguir trabajando. Eso, al final del día, me parece que es lo crucial. Siempre se aprende y siempre se puede crecer. Pero si uno se harta y arrumba la cámara, el camino se acabó.
      Por eso quise compartir esta experiencia y vivencia personal y me da gusto que te haya servido a tí y a otros amigos lectores porque todos somos lo que los indígenas huicholes (wirraritari) llaman «teokari» que significa, literalmente «compañero de camino».
      Todos los que tenemos una cámara en la mano y estamos en una búsqueda somos teokaris. Así, yo me he encontrado a muchos teokaris y eso también es un consuelo porque sabemos que no andamos la marcha sola.
      Y yo también ya me extendí. En fin. Un abrazo, gracias por compartir y espero que todos sigamos en esta camino durante mucho tiempo.
      ¡Un abrazo fuerte!

      1. ¡Muchas gracias por tus palabras, teokari Oscar! Por cierto, acabo de ver que participaste en una de las mesas del Encuentro Nacional de Fototecas. No he tenido la oportunidad de sentarme a escucharlo, pero espero pronto hacerlo (aunque preferiría haber podido asistir). ¡Un abrazo y saludos desde San Luis Potosí!

  7. Estimado Oscar.
    Tu planteamiento inicial de fotografo fustrado con lo que hacias comparandolo con los maestros, me parece un error. Ser fotografo creativo o se es o no. Tener algo que decir y hacerlo de una forma, no se aprende, se nace. Otra cosa es lo tecnico, que es facil y son dos meses de clase.
    Sobre lo demas de tu articulo no opino, pues es perfecto para quien , supongo, pretende ilustrar, lo academico, pero el arte no esta en ese recinto, es mucho mas.
    Quiero dejar claro su excelente aportacion a la historia, recopilacion de datos, de los articulos especificos e historiados de fotografos y tendencias, donde eres un gran profesional, pero este no es de esa tematica, es mas conceptual.
    Saludos. Senen Merino.

  8. Amigo Oscar. no si es cierto aquello que llaman sincronicidad pero este artículo llego en el momento justo, muchas gracias.

  9. Me ha encantado tu artículo, Óscar. Todos nos podemos sentir reconocidos en muchas de tus reflexiones. Me he acordado de esta frase al leerte, que dicen dirigió la actriz Judy Garland a su hija Liza Minnelli: “Sé siempre una primera versión de ti misma, no una segunda versión de otra persona.”
    Enhorabuena por tu magnífico blog y gracias por sus estupendos contenidos.

  10. Excelente artículo y excelente blog, maestro Oscar. He aprendido muchas cosas a través de esta página. Gracias por compartir todo su conocimiento y vivencias de la fotografía con nosotros.
    Un abrazo grande y saludos.

  11. Hola! antes que nada quería agradecerte por todo el trabajo en esta pagina. me puedo pasar horas leyendo, buscando más, pensando.
    De verdad te agradezco por este espacio confiable y super nutritivo en lo que es mi «maduración» (ya me siento fruta).
    Quería comentar porque, aunque haya pasado ya tiempo de esta publicación, llegue a ella hace unos días y de verdad pensé que este sentir y frustración eran solo míos, y tu descripción, así como los comentarios, me demostraron todo lo contrario.
    Estoy como en bloqueo terrible y pasar el fin de semana leyendo artículos, buscando mas y en especial este articulo junto con otros me dio un empujoncito en el animo que me acerco mas al sentir mismo que me llevó a sacar fotos en un principio.
    Gracias de verdad por todo el trabajo en esta pagina, y por plantear este lugar que por lo que veo nos va ayudando y uniendo a varias y varios.
    Saludos!

    1. Hola Magela, me da mucho gusto que te hayan servido estas reflexiones. Te comparto lo que alguien me dijo «En realidad, no es que uno tenga un estado de bloqueo temporal artístico, más bien el bloqueo es permanente y a veces uno tiene suerte y puede crear». De modo que no te desanimes, ya encontrarás tu camino y tu momento. ¡Muchos saludos y gracias por compartir!

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