Era uno de los retratistas más afamados de Estados Unidos cuando decidió documentar fotográficamente la Guerra de Secesión: La aventura lo inmortalizó.
Por Óscar Colorado Nates*
Mathew Brady nació en el condado de Warren, cerca del lago George[1], en el seno de una humilde familia irlandesa. A los 16 años[2] viajó a la ciudad de Nueva York donde trabajó como dependiente en una tienda departamental hasta que abrió su propio negocio de estuches para joyería.[3] Por aquel tiempo también pintaba miniaturas.[4]
Discípulo de Morse

Brady aprendió a realizar daguerrotipos con Samuel Morse, el creador del telégrafo. El profesor saltó a la fama también por la invención del código que lleva su nombre, sin embargo también fue pintor y el introductor de la fotografía en Estados Unidos.[5] Más aún, este pionero fue de los primeros –junto con Wolcott y Draper[6]– en realizar retratos con la entonces novedosa técnica del daguerrotipo[7]. Morse ambién montó en el techo de la New York University uno de los primeros estudios del país y comenzó a impartir clases básicas de daguerrotipia.[8]
Mathew Brady fue discípulo de Samuel Morse junto con Albert Southworth –el gran retratista de Boston-, Edward Anthony y William Page.[9]
Mathew siguió las pasos de su maestro y pronto se dedicó a los retratos.
Brady retratista
Mathew Brady practicó el retrato con maestría tal que “En la Exposición del Palacio de Cristal (primera Feria Mundial) de 1851 en Londres ganó la máxima presea para los retratos en daguerrotipo.”[10]
Para 1855 adoptó los procesos del ambrotipo y el colodión húmedo.[11]
El público y la prensa apreciaron el arte de Brady. El American Journal of Photographic and the Allied Arts & Sciencies imprimió que “…los hijos de nuestros hijos nos podrán mirar a los ojos y juzgarnos tal como somos.”[12]
Por su parte el New York Times publicó que “Las futuras generaciones nos conocerán más al ver a nuestros ojos [en las fotografías de Brady] que a través de nuestros libros, periódicos y cartas.”[13]
Mathew adoptó también el popular formato de la carte de visite inventado por Andrè-Adolphe-Eugène Disdéri. Brady lo haría a la usanza europea mediante entregas “compuestas cada una de un retrato litográfico y una biografía…”[14]
Llegó el momento en que la popularidad de Brady era tal que “Empezó a delegar sus retratos de estudio en sus ayudantes, sobre todo en Alexander Gardner que trabajó con él desde 1856 hasta 1863, contratándole para que le enseñara la técnica del colodión.”[15] Gardner era un inmigrante escocés cuyo talento fotográfico solamente era igualado por su facilidad para hacer negocios y logró convertir el Estudio Brady en un gran negocio.
Los estudios Brady
Elementos simbióticos para los estudios de Brady eran sus galerías. La primera fue su Galería de Miniaturas establecida en el bajo Manhattan en 1844. El año siguiente exhibe sus retratos de americanos destacados que lo encumbran y transfiguran a su vez en celebridad.
Para 1849 Brady ya cuenta con un estudio en Washington, D.C. y realiza las fotografías del presidente Zachary Taylor y su gabinete.[16]
Su Gallery of Illustrious Americans le hizo aún más popular. En Nueva York abrió un nuevo estudio, esta vez en la parte alta de Manhattan. Para 1858 establece en su estudio de Washington la Brady’s National Photographic Art Gallery (pone al frente al fotógrafo Alexander Gardner) y en Nueva York abre su National Portrait Gallery.[17]
“…entre sus retratados se encontraban Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Quincy Adams, Mark Twain…”[18] El retrato en el Estudio Brady fue un certificado de celebridad decimonónico como ocurría con Richard Avedon en el siglo XX quien también haría retratos con fondo neutro como Brady.
Durante la época existen afamados estudios como el de Martin M. Lawrence[19] o el de los hermanos Mead, pero el de Mathew Brady destacaba como uno de los más importantes.[20]
Quentin Bajac explica que eran “…estudios lujosos, creados con el apoyo de capital exterior, entre los cuales los más célebres son los de las décadas de 1850 y de 1860: el de Fredericks, los de Jeremiah Gurney, Southworth & Hawes, el de los hermanos Mead y, sobre todo, el de Matthew Brady, «el non plus ultra de su profesión».”[21]
De la «cadena Brady» la sucursal más importante era la de Washington, D.C. Su clientela habitual estaba compuesta por diplomáticos, militares y líderes políticos. Brady llegaría a afirmar que “…su principal misión consistía en inmortalizar los rostros «de las madres y padres que han hecho historia ».”[22] Ya entonces el retratista y empresario parecía sentirse llamado a una misión trascendente por medio de la fotografía.
Mathew Brady más que un fotógrafo era para entonces una auténtica marca. Muchos de los retratos que aparecían en su galería no eran de su autoría, sino de algún miembro de su estudio.[23]
Si bien el propio Brady realizaba algunas de las fotografías, “pronto tuvo que verse involucrado en los aspectos de gestión y promoción de su establecimientos.”[24] Es importante hacer notar que Brady era un artista y autor más cercano, como afirma Mary Panzer, a un director de orquesta o a un director de cine donde se entiende que hay un número importante de gente involucrada en el proyecto pero un solo director a quien se otorga el crédito general.[24b]
“Durante años mantuvo tres galerías –dos en Nueva York y una en Washington- y empleó a muchos ‘operadores’, como se denominaba a los cameramen. Asimismo, adquirió –por compra o por intercambio- muchos retratos hechos en otras galerías. La frase de crédito «De un Daguerrotipo por Brady», que apareció una y otra vez bajo grabados en madera, publicados en revistas ilustradas de la década de 1850 o como frontispicio de biografías, era la marca registrada de una empresa y no la firma de un artista.”[25]
«Todo se lo debo a Brady»
El archivo de celebridades de los estudios Brady rebasó las diez mil fotografías[26] que lo mismo incluía políticos, militares, científicos que artistas.[27] El popular formato de la Carte de Visite causó furor y existían ávido coleccionistas de accesible retratos de famosos. Brady se asoció con la casa editorial E. & H. T. Anthony y que logró crear copias aceptables a precios accesible de los retratos hechos en el estudio. La editorial venderían millones de copias de fotografías con las celebridades que pasaban por el Estudio Brady. [27b]
De todos sus clientes el más relevante llegó a ser Abraham Lincoln, quien fue retratado en el Estudio Brady en más de 30 ocasiones. El político entendía, junto con Brady, la importancia de la fotografía como medio de comunicación política[28] e incluso llegó a declarar que “Brady y el Instituto Cooper[29] me hicieron presidente.” [30]
El retrato Brady de Abraham Lincoln fue utilizado por el pintor Francis B. Carpenter para la efigie que figuraría en el billete de cinco dólares durante décadas. El fotógrafo encargado del retrato fue Anthony Berger, según consta en los registros del pintor.[31]
La Guerra de Secesión
Las posturas sobre la abolición de la esclavitud y la confrontación de una sociedad industrial opuesta a otra agraria y esclavista, así como el deseo del control gubernamental provocaron que la joven nación sufriera una grieta al crearse la Unión Americana y los estados Confederados. Norte contra sur se enfrentaron en una de las contiendas armadas más importantes del siglo XIX.
Mathew Brady decidió documentar fotográficamente el combate. Se aducen dos causas diferentes para emprender esta empresa: según Reuel Golden, Mathew Brady sintió que “un espíritu en mis pies me dijo «ve» y fui.”[32] La otra posibilidad versión, menos esotérica y en nuestra opinión más plausible, es que este retratista tenía una cierta grandilocuencia y veía su propia misión con un sentido trascendente. “Brady […] se consideraba explícitamente «historiador a través de la fotografía»”[33] y “…sintió que era su responsabilidad el proveer de un testimonio visual de los eventos e individuos cruciales para su tiempo y se organizó rápidamente para registrar todos los aspectos de la guerra.”[34]
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Sus buenos e influyentes contactos en Washington le otorgaron los permisos necesarios para registrar fotográficamente el conflicto. No sólo obtuvo una autorización, incluso logró la protección del Servicio Secreto.[35]
De inmediato hizo una importante inversión en químicos, placas de vidrio y cámaras adecuadas para el abuso en el campo de batalla.[36] Se asoció con el empresario fotográfico Edward Anthony y trazó un plan para comercializar sus fotografías. [37] Las posibilidades comerciales lucían prometedoras, sin embargo había que documentarlo todo pues nadie sabía cuál de los más sencillos soldados podría convertirse en el próximo gran héroe o qué paraje desolado podría ser el seno de la siguiente batalla legendaria y gloriosa. Documentarlo todo era la misión del equipo de fotógrafos y laboratoristas de Brady. [37b]
Durante la guerra trabajaría con una veintena de fotógrafos como Alexander Gardner, Timothy O’Sullivan y George Barnard entre los más destacados.[38] También figuraron entre sus operadores James Gardner y William Pywell.[39]
Tres días después de recibir el permiso presidencial otorgado por Lincoln para realizar la cobertura informativa, Brady ya contaba con bases en varias zonas de conflicto con fotógrafos asignados a cada área.[40]
A pesar de que el grueso de las fotografías fueron realizadas por sus operadores, Brady inició personalmente el registro en la batalla de Bull Run, la primera del enfrentamiento.
Bull Run y la Caravana de los ¿Qué-es-esto?
“Brady fue el primer fotógrafo en el campo de batalla de Bull Run, mandó transformar un buggy en laboratorio que quedó destruido en esta batalla, creyéndose que Brady había muerto en su interior.”[41] Efectivamente, Brady llegó a figurar entre los desaparecidos, aunque realmente fue capturado.[42]
El buggy de Brady se hizo famoso: era un carruaje fotográfico con un laboratorio ambulante. Seguramente debieron existir muchos de estos carromatos a los que las tropas llamaban afectuosamente los furgones de los “¿Qué-es-Esto?” y se referían respetuosamente a Brady como “el gran hacedor de fotos”[43] Al equipo fotográfico se le llamaba el “Brady’s Photographic Corps”.[44]
Toda la aventura suponía, por supuesto, un gran peligro, pues como cuenta Beaumont Newhall “Hacía falta no poca dedicación e intrepidez para permanecer acurrucado durante varios minutos en la oscuridad de ese frágil cuarto oscuro, realizando las delicadas manipulaciones de preparar y procesar las placas de vidrio, mientras el estruendo de la batalla hacía vibrar el suelo…”[45]
Por su parte Martin W. Sandler describe el proceso: “Los negativos eran revelados en el lugar, y los fotógrafos mantenían registros de campo –notas con la fecha, ubicación, situación o evento y la gente fotografiada. Los correos recogían los negativos de vidrio a intervalos y los llevaban hasta el cuartel general de Brady en Washington, D.C. Las fotografías eran entonces catalogadas, impresas y se les agregaban los pies de foto y textos descriptivos basándose en las notas de los fotógrafos.”[46]
Es entendible que Brady obtuviera el permiso de Lincoln y que hubiese tomado el bando de la Unión, sin embargo resulta sorprendente saber que el fotógrafo también logró ganarse la confianza de los máximos líderes, Jefferson Davis (Presidente) y el general Robert E. Lee (comandante de las Fuerzas Confederadas), para hacer fotografías del otro bando. Nadie sabe cómo lo logro. “Lo que es cierto es que nunca traicionó la confianza que pusieron en él, pues jamás utilizó la información secreta que obtuvo.”[47]
Gracias al trabajo de Brady “La guerra de Secesión se convierte en el primer conflicto extensamente documentado [fotográficamente].”[48]
El conflicto autoral
Aunque era de todos conocido que las fotografías del Estudio Brady no eran de Mathew, el conflicto autoral resultó inevitable: “…el hecho de que Brady no presionara el obturador no le detenía para reclamar la paternidad de todas y cada una de las fotografías al tiempo que omitía los nombres individuales de sus empleados de los créditos y persistía en la injusta práctica de firmar colectivamente como el «Estudio Mathew Brady».”[49]
Como era de esperarse, llegó el momento en el que los operadores decidieron reclamar su crédito y conservar los negativos realizados en sus tiempos libres. Brady se negó tajantemente. “Gardner se separó de Brady en 1863 y fundó su propio grupo fotográfico, llevándose consigo a [Timothy] O’Sullivan y a otros fotógrafos.”[50]
Ciertamente que Alexander Gardner emprendería su propia cobertura, la cual también sería importante por derecho propio.
Pero Brady no operaba la cámara por una razón adicional: según Anne H. Hoy, Brady ya desde entonces estaba perdiendo la vista.[51]
El debate moral
Pero el conflicto autoral no era el único problema que empañaba los días de Brady: el público comenzó a incomodarse con lo explícito de las fotografías que se exhibían en su estudio.
Antes de Brady ya se habían realizado registros fotográficos de conflictos armados como los realizados por Roger Fenton de Inglaterra en la Guerra de Crimea, de los francés Langlois y Méhédin, Durand-Brager y Lassimone o incluso el rumano Szathmary. Estos primeros creadores mostraron únicamente “evocaciones indirectas –imágenes de ruinas, campos de batalla sin cadáveres.”[52]

Existía una razón por la cual no se capturaban los campos de batalle en plena acción: la reducida sensibilidad de los materiales hacía imposible el congelado de sujetos en movimiento. Sin embargo también existía un cierto pudor por parte de los fotógrafos para evitar escenas explícitas.
Sin embargo “Brady había ordenado a sus reporteros gráficos no descuidar ni un solo detalle de la tragedia que se desarrollaba frente a sus ojos. Los muros de su galería estaban cubiertos por cadáveres que yacían en el suelo o apilados en despiadadas fotografías. En el estudio de Brady quedaba claro que aquello que antes era una lista de nombres en los boletines adquiría cuerpo y rostro.”[53]
Las fotografías de guerra solían ser abstracciones, pero ahora Brady mostraba detalles que la gente encontró incluso repugnantes. Las fotos mostraban con claridad lo que le ocurría a padres, hermanos e hijos que iban al frente de batalla.
Las fotografías “…de cadáveres hinchados tras la batalla de Gettysburg, marcan un nuevo y brutal realismo.”[54]
“La presencia cada vez más frecuente de imágenes de este tipo en la prensa del momento […] levantó debates en torno al impacto producido por ellas…”[55]
La guerra de Crimea se sentía lejana en lo geográfico pero también en lo anímico. En el estudio de Brady podían verse imágenes de lo que ocurría a unas cuantas millas de Nueva York. Esas fotografías despojaban a la guerra de toda idealización creada por las grandes pinturas épicas.
Con Brady “Sus fotografías sobre la Guerra Civil no escatiman las imágenes sobre el horror de la guerra; son publicadas en la prensa diaria, copiando de ellas grabados o litografías, por lo que son consideradas la mayor contribución a la documentación de la historia pictórica.” [56]
Incluso el New York Times publicó el 20 de octubre de 1862 una nota sobre el impacto de estas fotografías:
“…Brady ha realizado algo para hacernos presentes la terrible realidad y seriedad de la guerra. Si no ha traído cuerpos y los ha tirado frente a nuestras puertas y a lo largo de las calles, ha hecho algo muy parecido. En la puerta de su galería cuelga un pequeño letrero. «Los muertos en Antietam». Multitudes de personas están subiendo continuamente esas escaleras; síguelas, y se las verá inclinadas sobre las vistas fotográficas de ese aterrador campo de batalla, realizadas inmediatamente después de la acción…
Esas imágenes poseen una terrible nitidez. Con la ayuda de una lente de aumento, se pueden distinguir los rasgos de los seres muertos. No desearíamos estar presentes en la galería cuando una de las mujeres allí inclinadas reconocen a un marido, a un hijo o un hermano en esas hileras de cuerpos, rígidos y sin vida, que yacen ya puestos para ser volcados a las trincheras…”[57]
Existe una contradicción peculiar pues Jae Emerling en Photography: History and Theory aduce que los propios consumidores también expresaban el deseo de ver escenas violentas.[58]
En cualquier caso el debate dañó seriamente la reputación de Mathew Brady. A pesar de todo, estas fotografías representan “la fotografía de guerra como la conocemos actualmente.”[59]
Fin del conflicto y fin de una carrera
Cuando terminó la Guerra de Secesión, Mathew Brady contaba con la cobertura fotográfica más completa jamás realizada de una contienda bélica. Había capturado “desde la primera gran batalla en Bull Run del 21 de julio de 1861 hasta la victoria final del ejército de la Unión en Appomattox en abril de 1865.”[60]
Si Brady pensó que podría realizar un negocio con las imágenes de guerra claramente se equivocó. “Al finalizar la Guerra Civil, Brady se enfrentó al rechazo de una sociedad que quería olvidar ésta y, por lo tanto, cualquier imagen que le recordara el episodio.”[61] Los mismos que alabaron el valor histórico de la colección le dieron la espalda cuando Brady quiso colocar a la venta sus placas. Diez años lo intentó hasta que se quedó sin dinero para pagar el alquiler de la bodega donde almacenaba las fotografías.
La aventura le costó todo a Brady: tuvo que malvender su estudio a Gardner[62] y remató cinco mil placas al Congreso estadounidense por apenas $2,840 dólares [63] cuando la inversión había requerido obtener prestados más de $100 mil y aunque finalmente le dieron una suerte de «premio de consolación» por $25 mil dólares era insuficiente para pagar todas las deudas. Como le era imposible almacenar los miles de placas acumuladas, muchas acabaron con los junk dealer. [62b]
Brady terminó en total bancarrota, hecho desgraciadamente bastante común en la historia de la fotografía del siglo XIX. Gustave Le Gray, Mayer y Pierson, el propio Disdéri o el mismísimo Nadar acabaron igualmente arruinados económicamente.[64]
Al final de su vida Brady declaró que “Nadie sabrá jamás por lo que pasé para asegurar esos negativos. El mundo nunca podrá apreciarlo. Cambiaron el curso de toda mi vida.”[65]
Mathew B. Brady murió en el Hospital Presbiteriano de Nueva York en la pobreza total, solitario, deprimido, alcohólico y casi ciego. [66] Los gastos de su funeral tuvieron que ser cubiertos por los veteranos de la 7ª Compañía de Infantería. [67] El fotógrafo y empresario fue enterrado en el cementerio nacional de Arlington (Virginia). [68]
La inmortalidad
Si Brady lo perdió todo, ganó la inmortalidad como y su nombre aparece en el pantheon de los grandes documentalistas de la historia junto con Henri Le Secq, Jacob Riis, Lewis Hine, Eugène Atget, Paul Strand, August Sander, Walker Evans, Dorothea Lange y los miembros de la Farm Security Administration, Lee Friendlander o Diane Arbus.[69]
Mathew Brady fue un visionario en todas las etapas de su vida y no solamente destacó como uno de los grandes fotógrafos de la historia, sino como un emprendedor pionero en el marketing, la logística y el management. Fue una piedra angular del foto-periodismo y en cierto sentido fue el inventor de la fama y la celebridad como el fenómeno de masas que conocemos hoy en día.
En el siglo XXI recuperamos y reconocemos la obra del fotógrafo y empresario que dio todo para “hacer que la fotografía fuera considerada como el testimonio más veraz y directo para reflejar una guerra y sus efectos.”[70]
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* Óscar Colorado Nates es fotógrafo y académico. Profesor/Investigador titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México). Es autor de los libros El mejor fotógrafo del mundo (2010), Fotografía de documentalismo social (2013) y Fotografía artística contemporánea (2013). Director del programa fotográfico Origins con la DePaul University (Chicago). Miembro Fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia.
Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las posturas de la Universidad Panamericana.
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Un comentario sobre “Mathew Brady, retratista de personas y conflictos”