Fotografía, insensata odisea

Siempre que iniciamos o emprendemos la fotografía, nos sentimos sobre la faz del abismo.

Texto original de Azriel Bibliowicz (1), adaptado y editado por Óscar Colorado (2)

Sin lugar a dudas, fotografiar es un oficio arcano, difícil, arriesgado y, tal vez por ello, fascinante. Y sólo quienes se aventuran en él con pasión y saben bajar al Hades, amarrarse al mástil y correr los riesgos y peligros que demanda esta insensata odisea, logran acariciar los laureles que confiere su destino.

Pero para lanzarse a la aventura se necesita estar preñado, preñado de obsesiones, memorias y fobias, y tener ganas de mostrarlas. Incluso, se debe sentir que si no se convierten en una foto, se le pudren por dentro. Sólo quien vive con dicha sensación irremediable, cultiva la fotografía. Y para ser fotógrafo se necesita, de manera ineludible, fotografiar. Y de afán. El afán resulta necesario y un acicate.

En el fotógrafo debe persistir la actitud de desarrollar con ahínco y todas sus energías el arte de fotografiar. Además, no se hacen fotografías como se quiere, sino como se puede, y por ello la intuición es fundamental. Hay que aprender a dejarse llevar. En el baile fotográfico, sólo el que siente la necesidad, aquel cuyos pies (en este caso serían los ojos) no aguantan la tentación de la música interna, el que se suelta, es quien termina por ser fotógrafo. Cuanto más se fotografía, más gracia se adquiere. En la medida que uno se familiariza con el oficio, éste se vuelve natural y se abren nuevos retos. Se empiezan a distinguir los pasos, y se le permite a la intuición que los marque. La intuición es una brújula que por lo general no se equivoca y puede resultar superior a la propia reflexión. Pero ante todo hay que tener ganas de hacer fotos. Las ganas lo son todo. El encanto y la gracia, si bien son regalos de los dioses, sin disciplina y rigor nunca florecen. Lo importante es fotografiar y lanzarse a esta fabulosa aventura de develar la poesía, porque si se cultiva con vehemencia y se tiene gracia, ella aflora.

Así como se aprende a apreciar la música, también se aprende a apreciar el lenguaje visual. El fotógrafo que se asume como artista y que cultiva la conciencia del vocabulario visual, la confianza que le tiene y el amor hacia él, necesariamente termina por comprender la responsabilidad que le confieren.

Así como el fotógrafo debe concentrarse en el lenguaje visual y en sus significados, tal vez deba obviar o, mejor, olvidar a ratos la gramática de la imagen. Cuando se comienza a fotografiar no se le debe prestar demasiada atención a las reglas. Lo importante es fotografiar. En verdad, lo concerniente a la técnica es difícil y complejo, porque si bien hay una elegancia en el buen manejo de la imagen, la etiqueta siempre puede resultar ceremoniosa, plana y presuntuosa. Lo importante no es tanto si fotografiamos correcta o incorrectamente, sino si lo hacemos con inteligencia e intuición. La pureza, como cualidad única de las fotografías termina por ser desdeñable.

La paciencia es fundamental para ser fotógrafo. Odiseo llega a Ítaca por su tesón y paciencia, y ésa es la lección que trata de enseñarle a su hijo Telémaco. La paciencia es el gran complemento del brío y la pasión.

Una de las característica más sorprendentes de la fotografía es la forma en que quiebra el sentido del tiempo y el espacio y cómo establece un diálogo que infringe todas las barreras. La fotografía es una conversación entre fotógrafos, y por ello encontramos a Winogrand reescribiendo, reinterpretando y desentrañando significados recónditos de la obra de Cartier-Bresson. La fotografía es el gran juego intertexutal de todas las fotografías, una gran apropiación. El juego y el diálogo visual vencen, como sólo puede hacer la fotografía, todas las cercas del tiempo y el espacio.

Las imágenes van a alimentar la fotografía, y sin buenos modelos claros que sean dignos y merezcan ser imitados, no es posible hacer fotografía. Fotografiar es un placer que va de la mano de la observación, ya que si no fuera por el placer que produce ver una imagen, sería difícil comprender el deseo de fotografiar. Por ello, cuando hablamos de la fotografía tendemos siempre a referirnos a las lecturas y la forma en que observamos una foto o una escena. El cómo se lee una imagen es reflejo de cómo se hace una fotografía. Si se observa atentamente, haciéndole preguntas a las imágenes, buscando la agenda escondida, las múltiples posibilidades y se regresa a la geometría para encontrar modus operandi, la observación fotográfica se transforma en acto creativo.

Borges solía decir que una de las gracias de las historias de detectives era que nos obligaban a hacerle, por lo menos, una pregunta al texto, al iniciar su lectura: ¿quién fue el asesino? Ahora bien, cuantas más preguntas sepamos hacerle a la foto, más ofrece y más secretos termina por revelarnos. El buen fotógrafo será el que le hace preguntas a las fotografías, a las escenas.

Por lo general, los buenos fotógrafos tienden a ser grandes observadores. Pero como también anota Susan Sontag, si leer genera seguridades, fotografiar genera inseguridades. Son dos caras de una misma moneda. Indiscutiblemente para fotografiar es importante tener modelos claros y dignos de ser imitados. Los clásicos son, ante todo, modelos imitables.

El único hombre que puede sustituir a todos los demás es mi viejo Henri, a quien voy a observar y releer de cabo a rabo, y al que no soltaré hasta que sus fotos se me peguen a los dedos. Cuando observo a Cartier-Bresson me encuentro más grande, más inteligente y más puro. Llegando a la cumbre de una de sus obras, me parece como si me hallara en una elevada montaña. Todo desaparece y todo aparece. Uno ya no es un fotógrafo, uno es un ojo.

Cuando se escogen modelos claros, cuando nos basamos en los clásicos, como afirmaba Isaac Newton, se tiene la sensación de ver más lejos porque evidentemente uno se ha parado sobre los hombros de gigantes.

Los modelos, los fotógrafos que uno escoge para imitar y crecer al lado de ellos, sirven de baranda para subir la empinada escalera de la fotografía, y ascender paso a paso con la firmeza hacia el encuentro de nuevos diálogos y posibilidades estéticas. Ver fotografías crea una columna vertebral que da firmeza y valor. No se debe tener miedo de usar, copiar o dejarse influir por los clásicos. Se aprende de modelos que se imitan.

Picasso decía que no le daba miedo copiar a nadie, su único temor era copiarse a sí mismo. Resulta cómico ver cómo algunos críticos buscan demeritar la obra de grandes fotógrafos acusándolos de estar basados en otros autores.

No estamos en el paraíso terrenal, y como bien ya lo decía Qohelet o el predicador del Eclesiastés: no hay nada nuevo bajo el sol. Nada surge del vacío y pocas cosas pueden ser tan cuestionadas como aquellas que se denominan originales. Original, como la palabra bien lo indica, señala un origen. La imaginación del fotógrafo está en su capacidad de relacionar disciplinas, temas e historias que no se habían relacionado antes. La imaginación radica en la capacidad de juego y relación, en la cualidad que posee un fotógrafo para recontar con nuevas imágenes y redescubrir con nuevos elementos los espacios de siempre, que siempre nos sorprenderán y por ello serán novedosos.

La fotografía es un oficio cargado de temores y anhelos. Son muchos los miedos, que alcanzan a abrazarlo a uno. Pero lo importante es zafarse de ellos.

Siempre que iniciamos o emprendemos la fotografía, nos sentimos sobre la faz del abismo. Toda creación nos coloca al filo de la navaja. Son muchas las angustias y, por lo general, se cuenta entre ellas la de cómo iniciar y se habla mucho del bloqueo creativo, tal vez demasiado. En verdad, con el tiempo se aprende que no es tan importante por dónde se empieza, sino de qué manera se desarrollan los temas y adónde se llega con ellos.

Mi impresión es que a veces se piensa con los ojos, y que las ideas brotan del trabajo mismo. El trabajo es la musa y en cuanto uno se deja llevar por él, surge la inspiración, y no viceversa. A medida que hago fotografía se abren los temas, aparecen inquietudes y por ello tal vez en mi caso la palabra anudar se acerca más a la idea de cómo lograr hacer la foto. En el transcurso del proceso aparecen muchos cabos sueltos que intento reunir, relacionar y redondear. Pero al final, así mismo, termina por ser un descubrimiento.

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(1) Bibliowicz, Azriel, “Pidiendo peras al olmo” en Gómez Buendía, Blanca Inés y Henao de Briard, Luis Carlos, Artesanías de la palabra, experiencias de quince escritores colombianos, Edit. Panamericana Editorial, Bogotá, 2003, pág. 13
Azriel Bibliowicz (Bogotá, 1949). Estudió sociología en la Universidad Nacional de Colombia y terminó su licenciatura en 1973. Continuó estudios de postgrado en la Universidad de Cornell, Estados Unidos, dónde obtuvo un Ph.D. en sociología y comunicaciones en el año de 1979. Ha sido profesor de sociología, comunicaciones y literatura en las universidades: Nacional, Andes, Javeriana, Valle, Externado de Colombia y Cornell. Su novela El rumor del astracán fue publicada en 1991 y tuvo tres ediciones. En la actualidad es Profesor Asociado de la Escuela de Cine y Televisión en Facultad de Artes de la Universidad Nacional, donde enseña clásicos.
(2) Mea culpa. El presente ensayo forma parte de una colección de textos referidos al arte de escribir que, cuando los leí, de inmediato pensé en la fotografía. Quise hacer esta adaptación para poder reflexionar con mayor transparencia sobre el oficio fotográfico. Sé que muchos de los dilemas del fotógrafo son similares a los que plantean algunos escritores. Espero que Azriel me perdone la transgresión de alterar y recortar su texto para que los fotógrafos también podamos disfrutar de estas enseñanzas. Los escritores expresan con precisión y belleza un conjunto de aprendizajes que pueden ser de aplicación y de gran provecho para cualquier fotógrafo, pero muy especialmente al que comienza. Con la intención de compartir estas enseñanzas con la comunidad fotográfica de manera mucho más directa me he atrevido a estas versiones. Sin embargo no le pongo noticias de Copyright a estas palabras porque no son mías, ni tampoco ahora del autor original pues el texto ha sido alterado, sin embargo el crédito pertenece al autor originalmente citado, por supuesto

8 comentarios sobre “Fotografía, insensata odisea”

  1. Gracias por adaptar este maravilloso texto hacia la fotografía Oscar, tu blog es de los mejores en la red para inspirarse, con cada newsletter que recibo me sumerjo en tus artículos con mucha atención. Este ensayo me sirvió para preparar una ponencia a estudiantes de publicidad en una Univ de Caracas. Gracias por la inspiración.

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