Después de revisar la breve relación entre arte y la fotografía, entender el giro que dio Duchamp al mundo del arte y ver cómo la fotografía es una de las bellas artes más complejas de descifrar por la relación imagen-imaginación y un repaso por los géneros contemporáneos, uno de los temas que no puede pasar por alto cuando se habla de fotografía artística contemporánea es el tema del valor monetario de la fotografía.
Por Óscar Colorado Nates*
Desde su presentación en 1839, la fotografía ha cuestionado qué es el arte. Por otra parte una foto es reproducible, al contrario de la pintura donde cada pieza es única. Este fue un primer obstáculo para la coleccionabilidad de la fotografía: Todo el mundo parece estar de acuerdo en que se paguen millones de dólares por un Van Gogh original, una pieza única e irrepetible hecha por la mano santa del mismísimo don Vincent, y todo el mundo también está dispuesto a pagar unos cuantos dólares (o euros, o pesos) por un cartel con la fotografía Le Baiser de l’Hotel de Ville (París, 1950) de Robert Doisneau.
Pongamos un caso: si se logra descargar en internet Crimen y Castigo de Dostoievsky, ni siquiera se tuvo que pagar el precio de una edición impresa. Y sin embargo sigue siendo una obra de arte. La reproducibilidad no amerita ni demerita el valor de una obra de arte. Walter Benjamin es un autor obligado con su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica de 1931.
Sin embargo esto sigue generando una gran violencia al mundo del arte y su coleccionismo absurdo y empedernido. Rehin (1996) de Andreas Gursky es la fotografía más cara de la historia.
Por otra parte tenemos la fotografía The Pond – Moonrise (1904) the Edward Steichen. Solamente se conocen tres versiones de esta fotografía. En febrero de 2006 uno de estos tres ejemplares se vendió por casi $3 millones de dólares. En su momento fue el mayor precio jamás pagado por una fotografía hasta que se pagaron $4.2 millones de dólares por Rehin de Gursky.
Ahora bien, una copia de época aumenta notablemente su valor. Si aparece una fotografía en una impresión moderna, tiene un valor de mercado mucho menor que si es una copia de época. Supongamos que tenemos frente a nosotros una impresión de Ansel Adams. Si se utilizó el negativo original y se hizo una ampliación en 2012 vale mucho menos que si es una ampliación hecha en la misma época y, mejor aún, si fue hecha por el propio Adams. Una reproducción genérica (aunque de alta calidad) puede costar unos $100 dólares mientras que un original impreso a mano por Ansel Adams puede costar hasta $20,000 dólares. [3]
El debate aún no termina. Observemos la siguiente fotografía:
La fotografía original es un archivo crudo (RAW) procesado por el autor y que fue exportado ex-profeso para este post. Los bits y bytes son una interpretación, pero podría decirse que son lo más fiel que pudiera esperarse a la intención original del artista. Se podría decir que es una pieza lo más fiel que podría caber, (del Lightroom a su mesa). Aún así hay consideraciones sobre si la computadora del lector es nueva o vieja, una lap-top o una de las nuevas Macbooks con monitor retina. ¿No debería todo lo anterior aumentar el valor de esta fotografía porque está en consonancia total con lo que pretendía su autor? ¿Por el hecho de estar publicada en esta red de manera gratuita disminuye su valor? Si se hiciera una copia en aluminio, con tinta especial en un tamaño de unos 2×3 metros ¿Habría que pagar $80,000 dólares para sentir que tenemos enfrente una obra de arte valiosa? ¿En qué medida importa si el autor es conocido o no, está de moda o no?
Observemos las siguientes fotografías:
En el primer caso, a la izquierda, tenemos la obra original del fotógrafo, en este caso Diego Flores. A continuación la misma fotografía, pero alterada en post-producción por otro artista. ¿Cuál vale más? ¿Cuál es la original? ¿Cómo cambia la fotografía? ¿En qué afecta al valor de la imagen si es realizada por un artista joven o maduro? ¿Cambia la percepción de la segunda foto dependiendo del prestigio (o desprestigio) de quien la post-procesó?
Pensemos en una obra maestra, prácticamente inmejorable: La novena sinfonía de Beethoven, sin embargo esta pieza fundamental del repertorio musical puede comprarse por unos 11€ si la orquesta, coro y director son de poca monta, o puede costar el triple bajo la dirección de Karajan validada, además, con un simpático sello amarillo de la Deutsche Grammophon. Y sigue siendo la misma novena sinfonía del mismo Ludwig. Entonces, en la fotografía, podemos tener una «partitura» original de Diego Flores y las preguntas sobre la interpretación de Óscar Colorado podrían incluir ¿La interpretación altera el valor de la original? ¿Lo aumenta? ¿Lo disminuye? ¿Destruye la escencia de la pieza el que otra mano la toque?
Para finalizar este punto, es interesante mencionar que hace no mucho tiempo un coleccionista demandó [5] a William Eggleston, porque el fotógrafo se había atrevido a producir nuevas impresiones de su emblemática fotografía Tricycle (1970) y esto podía provocar una baja en el mercado del valor de las copias previamente adquiridas.
Por cierto, esta fotografía se exhibió en el Museum of Modern Arte en Nueva York. Dicha exposición fue calificada por un crítico como «la exposición más odiada en 1976.» [6]
Gregory Crewdson y su millón de dólares
No podemos concluir sin mencionar a Gregory Crewdson, una de las figuras más importantes de la fotografía artística contemporánea. El señor Crewdson arma un montaje fenomenal cada vez que hace una fotografía. Cuenta con un equipo de trabajo similar al de un set de cine y se cuida hasta el último detalle. Las imágenes son capturadas con una cámara Hasselblad Sinar 8×10.
Cuando hace un montaje, Crewdson sabe que cada fotografía valdrá en el mercado entre $150,000 y $200,000 dólares y que con una serie de 6 impresiones puede ganarse fácilmente un millón de dólares. Antes de iniciar el shooting, Crewdson ya cuenta con una clientela interesada en su siguiente trabajo. Un último dato: Crewdson ni siquiera presiona el botón de disparo. Tiene a su propio operador de cámara.
Si lo anterior suena absurdo (fotografías que valen tres millones de Euros, gente pagando $200,000 dólares por una fotografía de Crewdson) habría que dar un vistazo al mundo del espectáculo y encontrar cómo se cotiza el derecho a fotografiar celibridades como Angelina Jolie+Brad Pitt, Jennifer Lopez+Marc Anthony, et al. Algunas revistas como Hello! o People están dispuestas a pagar promedio de $6 millones de dólares para contar con una serie exclusiva de fotografías. [8]
La fotografía sigue desafiando qué es y qué no es arte así como al propio proder burocrático-cultural pero también al establishment del libre mercado y ese mundillo del arte constituido por curadores, dueños de galerías y coleccionistas pero, paradójicamente, por pocos artistas.
Pero si hay una artistas que obtenido millones de dólares y fama por igual es la quintaesencia de la fotografía artística contemporánea: Cindy Sherman, la niña de los disfraces.
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* Óscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra “Fotografía Avanzada” en la Universidad Panamericana (Ciudad de México) donde encabeza la Academia Audiovisual. Es director general de la Agencia de Imagen FotoUP, integrante de MediosUP. Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las opiniones y/o posturas de la Universidad Panamericana.
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