Héctor García, el pato de La Candelaria

Niño de la calle, amigo de artistas e intelectuales, documentalista del México de los cincuentas y ganador, tres veces, del Premio Nacional de Periodismo, Héctor García transita con su fotografía de Allá en el Rancho GrandeNosotros los Pobres.

Por Óscar Colorado Nates*

No se olvida…

El ruido era atronador: sirenas de patrullas y ambulancias, gritos desesperados… Pero lo peor eran las detonaciones de los rifles y metralletas que eran amplificados por los muros de aquel mar de edificios de vivienda en el conjunto multi-familiar de Tlatelolco en la Ciudad de México.

Era 2 de octubre del año en el que los estudiantes armaron barricadas y se enfrentaron a la policía en París, el año de Vietnam, de la invasión de los tanques soviéticos en Praga, del Dr. Martin Luther King Jr. Era el azaroso 1968. Y en México, aquel día marcaría a Tlatelolco con la sangre de miles de personas; el hito más importante de su historia en la segunda mitad del siglo XX.

Ahí, en la Plaza de las Tres Culturas, a unos pasos de los multi-familiares de Tlatelolco, el Batallón Olimpia había abierto fuego contra los estudiantes que se manifestaban sin perdonar a los transeúntes. No importaba si eran mujeres, niños o ancianos: todos caían bajo el fuego del ejército. Desde un helicóptero había surgido una bengala, que indicó la orden del gobierno a los cuerpos armados para entrar en acción. Y a partir de ese momento, el infierno.

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Cuando casi concluía el mitin en la Plaza de las Tres Culturas, efectivos del Ejército perpetraron su incursión Fotograma del documental Tlatelolco, las claves de la masacre, producido por el canalseisdejulio. Cortesía de
Cuando casi concluía el mitin en la Plaza de las Tres Culturas, efectivos del Ejército perpetraron su incursión. Fotograma del documental Tlatelolco, las claves de la masacre, producido por el canalseisdejulio. Cortesía de «La Jornada»

Héctor García corría, se guarecía, a veces hacía fotos, otras se olvidaba de la cámara -hecho inédito en él-. Foto-periodista ferozmente independiente, era el ciclotrón omnipresente. A bordo de su motocicleta, siempre con dos cámaras al cuello, cruzadas al pecho cual cananas, recorría día y noche la ciudad. De modo que no era raro que estuviera en Tlatelolco: ya le había avisado del mítin su amigo Carlos Monsiváis. El propio García había vivido el movimiento desde su inicio porque era profesor del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC). Además, ya había sido testigo de la revuelta estudiantil en la Ciudad Universitaria, al sur de la capital mexicana.

Foto: Manuel Gutiérrez Paredes. Algunos detenidos en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968
Foto: Manuel Gutiérrez Paredes. Algunos detenidos en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968

Héctor había registrado el conflicto desde su germen. Fue testigo de hechos similares cuando el líder sindical ferrocarrilero Demetrio Vallejo había instigado a trabajadores y estudiantes para manifestarse en las calles casi 10 años antes. Y también ya había visto las consecuencias de querer oponerse “al sistema”, al gobierno post-revolucionario, tan absolutista como intolerante.

Héctor García. Zócalo de la Ciudad de México (1968)
Héctor García. Zócalo de la Ciudad de México (1968)

Sin embargo, lo que ocurría entonces en Tlatelolco no tenía paralelo. Además, la supervivencia en aquellos momentos desdichados, se dificultaba por un lastre: otro colega, foto-reportero novato, que había salido de quién sabe dónde y le hacía las preguntas más impertinentes en el peor momento, como si estuvieran en un pic-nic.

Héctor había desactivado el flash de su cámara, pero su inexperto compañero tuvo el desatino de disparar una placa con la luz suplementaria activada. Un soldado se asustó con el destello del flash, se volvió hacia ellos y abrió fuego.

Fotógrafo no identificado. Mítin en la Plaza de las Tres culturas, 2 de octubre de 1968
Fotógrafo no identificado. Mítin en la Plaza de las Tres culturas, 2 de octubre de 1968

García era un fortachón aporreado en las lides del periodismo, preso más de una vez, sobreviviente de una niñez marginada en uno de los peores barrios en la ciudad de México. Pero cuando entendió que el soldado les había disparado directamente, sintió por primera vez que le temblaban las piernas.

Afortunadamente al militar le falló la puntería y sobrevivió Héctor Garcia. Las fotos que realizó aquel infame 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, le valieron el Premio Nacional de Periodismo.

Primera parte. Te toca a ti tocar el pato, bato[1]

La candelaria de los patos

Sorprende saber que, a no muchas cuadras del Zócalo, corazón de la Ciudad de México, se encuentra una zona relativamente pequeña -cuatro manzanas a lo más-, que ha sido durante muchas décadas la quintaesencia del barrio bajo, donde se mezcla la venta de frutas y verduras con los estupefacientes y la supervivencia es la única ley. MAPA_HECTOR_GARCIA_2015

Todavía hoy, en el siglo XXI, sigue siendo un espacio marginal donde el tianguis, el mercado sobre ruedas de antecedente precolombino, llena las calles durante el día y, por la noche, las calles son infestadas por las prostitutas, chulos, drogadictos y hampones de todo tipo. El caló convierte a la Candelaria en una patria nueva, donde los versos de Jaime López, trovador del Movimiento Rupestre[2] –entonados por Café Tacvba o Margie Bermejo- son coreados por los chilangos, habitantes de la capital mexicana:

Pachucos cholos y chundos

chichinflas y malafachas

aca los chómpiras rifan

y bailan Tíbiri tábara.”[3]

La Candelaria

La Candelaria es una advocación de la Virgen María que tiene su origen en la fiesta de la purificación: en la ley de Moisés, cuando una mujer había parido a un varón, era necesario purificarse a los 40 días del nacimiento. “Para tal efecto estaba obligada además de llevar un holocausto, si era pobre, «un par de tórtolas o dos pichones». Hecha la ofrenda, el sacerdote rezaba una oración por la mujer y así ésta quedaba purificada.[4]” La iglesia Católica celebra, tradicionalmente, el 2 de febrero la fiesta de la Purificación de la Virgen o Fiesta de la Candelaria. Y precisamente, el templo de la Candelaria, da nombre a ese pequeño distrito en la Ciudad de México.

Héctor García. Candelaria de los Patos (Ciudad de México, 1965)
Héctor García. Candelaria de los Patos (Ciudad de México, 1965)

De los patos

¿Y los patos? Tiene que ver con las canales, herencia del México pre-cortesiano que, todavía a principios del siglo XX, alojaban fauna salvaje, particularmente anátidas[5] como gansos y patos[6].

“Candelaria Macuitlapilco o de los Patos, era a modo de isla rodeada de una acequia. De ahí salían los patos que se vendían por la ciudad cocidos o enchilados.[7]

Plazuela de la Candelaria de los Patos

El mexicano José Revueltas nos recuerda que Candelaria Macuitlapilco, que lo mismo podría llamarse también Purificación de las Anátidas, pero cuyo nombre oficial es La Candelaria de Los Patos, es “uno de los barrios más sórdidos y deprimentes con que cuenta nuestra capital. La mayor parte de sus habitantes constituye -dicho sea de modo global- carne de presidio de todas las incursiones policíacas que de vez en vez realizan las autoridades.[8]

Candelaria de los Patos. Crimen
Fotógrafo no identificado. En La Candelaria de los Patos persiste todavía hoy el crimen, donde la «muerte natural» sigue siendo una puñalada. Fuente: Impacto.mx

Según este poeta mexicano, en La Candelaria de los Patos hay una psicología común del delito y la culpa: “ser habitante de La Candelaria ya resulta entonces, en sí mismo el autoconsiderarse una persona perseguida y sobre la cual pesan de un modo virtual acusaciones informuladas, pero que la colocan desde el primer momento al margen de la ley.[9]

Candelaria de los Patos
Fotógrafo no identificado. De noche, La Candelaria es terreno de prostitutas y proxenetas. Fuente de la imagen: tiempodealacranes.wordpress.com/2010/08/09/columna-67/

Y ahí, en el corazón de La Candelaria de los Patos, nació y creció Héctor García.

De hijo de familia a niño de la calle

El 23 de agosto de 1923, Amparo Cobo Soberanes dio a luz, en el barrio de La Candelaria de los Patos, a un varón a quien bautizó con el nombre de “Héctor”. Proveniente de la provincia mexicana, era viuda de Áureo García, con quien habían tenido cuatro hijos: Guillermo, María, Luisa y Jorge. Amparo conoció a Ramiro do Porto, de origen portugués y con él procreó a su hijo menor, Héctor. Antes de que naciera el niño el padre abandonó el hogar.[10]

Así pues, aunque el pequeño debió llamarse Héctor do Porto Cobo, heredó el apellido de Áureo García, y acabó siendo Héctor García Cobo[11].

Héctor García.
Héctor García. «Sus caracolitos». Candelaria de los Patos, ca. 1950

Amparo Cobo buscaba ganarse la vida, pues era cabeza de una familia pobre, igual al resto de quienes vivían en La Candelaria. Su pequeño Héctor, o torito (por Hectorito) como ella le decía, desde muy pequeño había probado ser un vago de primera, un “pata de perro”, alguien que no sabía quedarse –pacíficamente- en casa. De modo que la madre, ante el temor de que su hijo anduviera por aquellos andurriales, le amarraba a la pata de una cama durante algunas horas.[12]

Sin embargo, el indomable Hectorito no podía quedar confinado y acabó saliendo al mundo.

“La marginación imperante del barrio de la Candelaria -donde la muerte natural era de cuchillada-, detonó en el fotógrafo su curiosidad entre las calles del centro de la ciudad, materia prima para su profesión. Caminante sin sueldo, conoció el Distrito Federal entre la pobreza e injusticia social…[13]

Héctor García. Candelaria de los Patos, México D.F. 1965. Portada del suplemento La Cultura en México de la revista
Héctor García. Candelaria de los Patos, México D.F. 1965. Portada del suplemento La Cultura en México de la revista «Siempre!» (Noviembre de 1965)

En las mañanas trabajaba como voceador, como se le llamaban en México a los expendedores ambulantes de periódicos; vendía dulces y chicles y, a veces, cuando se encontraba a un viejecito desayunando, le pedía dinero o que le diera algo de comer. El hombre se llamaba Gerardo Murillo. Le decía al pequeño Héctor que se sentara con él y le pedía algo de comer. Así conoció al pintor que fue conocido con el sobrenombre del Dr. Atl, un importante muralista.

Por las noches, Héctor García “se refugiaba en las coladeras o donde podía, junto con sus compañeros de andanzas.[14]

Héctor García.
Héctor García. «Aquí es Puebla». México, D.F. (1967)

Aunque comenzó a ir a la escuela solía “irse de pinta”, jugando en los llanos y acercándose a las pistas de la Fuerza Aérea Mexicana en la Jardín Balbuena.

Sus escapadas no eran tan inocentes. En alguna ocasión acabó subido, junto con sus amigos, en una travesía por tren hasta Veracruz que duró varios días. Tenía tan solo siete años. Retornaron a la capital mexicana y la madre, al son de “la letra con sangre entra”, complementó la educación que el niño eludía en la escuela y con una cuerda mojada, a reatazo limpio, le alfabetizó.

Héctor García.
Héctor García. «Celestina» Candelaria de los Patos (Ciudad de México, 1965)

Cargador, limpiabotas, polizonte, ladronzuelo… Héctor seguía la escuela de la Candelaria y pronto acabó como la mayoría de los chicos de su edad: “A los 14 años fue acusado de robo y cumplió cinco años en la Correccional para Varones de Tlalpan, en la Ciudad de México.[15]

La correccional de varones

Héctor terminó en el reformatorio: “Acusado de haberme robado unos panes y comida, y a pesar de mi resistencia, me mandaron al Tribunal de menores.[16]

Aunque los sistemas penales suelen acabar perfeccionando delincuentes, más que reformarlos, el caso de Héctor García fue muy diferente. Lo mejor que pudo ocurrirle fue haber sido recluido:

“La correccional era una especie de internado y para mi fue sensacional, porque me permitió salir de un destino que se veía muy negro.[17]

Héctor García. El Dr. Gilberto Bolaños Cacho (1964)
Héctor García. El Dr. Gilberto Bolaños Cacho (1964)

El director de la institución, el Dr. Gilberto Bolaños Cacho, se empeñaba –genuinamente- en tratar de reformar a sus muchachos.

“Después de años de internamiento, el doctor Bolaños tomó aprecio por el muchacho y lo convidó a acompañarlo a pescar en las lagunas de Zempoala, cerca de la ciudad de México. Allí, Héctor recibió su primera cámara fotográfica de manos de su mentor y tomó sus primeras fotografías.[18]

De bracero a fotógrafo

Para cuando Héctor García quedó libre, la II Guerra Mundial estaba en su apogeo y los hombres estadounidenses se habían marchado a luchar por su patria. Era una época difícil pues hacían falta brazos para trabajar en la industria, el ferrocarril o los campos. Fue entonces que se creó el “Programa Bracero” que permitía la inmigración legal de mexicanos a Estados Unidos.

Héctor viajó a Estados Unidos para ganarse la vida. “Con una tarjeta de bracero en la bolsa, atravesó la frontera del norte y se fue hacia Nueva York, Pensilvania, Washington, en donde trabajó, para vivir, de cargador, de peón y de rielero.[19]

Fotógrafo desconocido. Héctor García en la peluquería del campamento para trabajadores en Perryville Maryland, Estados Unidos (1943)
Fotógrafo no identificado. Héctor García en la peluquería del campamento para trabajadores en Perryville Maryland, Estados Unidos (1943)

No importa a dónde fuera, siempre llevaba la pequeña cámara de cajón que le había obsequiado el Dr. Bolaños Cacho. Y fue, precisamente en Estados Unidos como trabajador del ferrocarril, donde descubrió su vocación como fotógrafo. Él mismo narra el episodio:

“Un domingo en la madrugada, nos llamaron de emergencia para ir a limpiar unos cambios de rieles eléctrico-automáticos que se habían congelado a unas veinte millas de nuestro campamento. Fuimos doce compañeros a quitar la nieve de los rieles, pero repentinamente uno de los trenes pasó a gran velocidad y arrolló a un compañero. La nieve quedó llena de amapolas, de flores rojas: ésos eran los restos del compañero trabajador. O llevaba en mi lonchera una camarita de cajón, totalmente de aficionado, la saqué y fotografié eso que por su dramatismo me había impresionado terriblemente. Al revelar los rollos, éstos no salieron; la reflexión de la nieve los había velado. Fue tan grande mi frustración, que me obligué a estudiar fotografía para saber qué había sucedido con mi rollo.[20]

Como trabajador del ferrocarril, tenía un pase que le permitía viajar. Y así fue que cada fin de semana se trasladó de Filadelfia a Nueva York para estudiar fotografía. Durante seis meses siguió esta rutina hasta que se le terminó el permiso de trabajo. Se quedó un poco más de tiempo hasta que fue deportado pues, para entonces, su estancia resultaba ilegal.

Segunda parte. De regreso a México 

Celuloide

Cuando regresó a México, se matriculó en el Instituto Politécnico Nacional. Era 1946. “Aprovechando los conocimientos sobre fotografía que aprendió en la Academia de Artes Fotográficas de Nueva York, comienza a cubrir marchas, huelgas y mítines estudiantiles. Sus primeros reportajes aparecieron en los periódicos murales del IPN. Así comenzó su trabajo como reportero gráfico.[21]

Revista
Revista «Celuloide» (15 de abril de 1946)

Buscó al doctor Bolaños Cacho, quien le recomendó con Edmundo Valadés para que trabajara en una revista de cine.[22]

Celuloide se convirtió en el lugar de trabajo para aquel fortachón: “Empecé de hueso, llevando las cuartillas. Barría las oficinas, traía las tortas, los refrescos, en fin, todo lo que se me ordenaba. Husmeaba por allí, lavaba las charolas de revelado. Me arrimaba al área de diseño, oía con atención las órdenes de trabajo y veía cómo hacían los reporteros sus entrevistas.[23]

Fotógrafo desconocido. Retrato de Edmundo Valadez. Fuente: http://proyectofaz.blogspot.mx/2007/06/edmundo-valads-guaymas-sonora-1915.html
Fotógrafo no identificado. Retrato de Edmundo Valadés. Fuente: http://proyectofaz.blogspot.mx/2007/06/edmundo-valads-guaymas-sonora-1915.html

Edmundo Valadés se dio cuenta, rápidamente, que el barrendero era bastante más avispado que lo común: respondón, inquieto, sabía hablar inglés y usaba una Kodak de fuelle.[24] Así es que envió a Héctor al Instituto de Ciencias Cinematográficos.

En aquel lugar encontró a maestros enormes: le enseñaron drama escritores como Salvador Novo o Xavier Villaurrutia[25] y artes visuales nada menos que Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa.»[26]

Archivo Héctor y María García. Héctor García, Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa (sin fecha)
Archivo Fotográfico Héctor y María García. Héctor García, Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa (sin fecha)

“Bajo la protección de su maestro Manuel Álvarez Bravo, el fotógrafo comenzó a dominar  la fotografía desde la paradoja: plasmaba la cotidianidad mexicana por la que sentía cariño y respeto, pese a la miseria y  episodios desgraciados que sufrió en ella[27].

En cuanto a las influencia, García siempre ha visto a Manuel Álvarez Bravo como su gran maestro[28], quien más le influyó, el que le abrió los ojos[29].

Ángeles Torrejón. Walter Reuter, Manuel Álvarez Bravo y Héctor García en Bellas Artes (Ciudad de México, 1989)
Ángeles Torrejón. Walter Reuter, Manuel Álvarez Bravo y Héctor García en Bellas Artes (Ciudad de México, 1989)

En el futuro confesaría su admiración por Henri Cartier-Bresson y diría del fotógrafo francés: “ha sido un gran maestros para mí. En mi trabajo he buscado retratar el momento decisivo.[30]

1950, inicio del “Milagro Mexicano”

1950 encontró a un México que se descubría en un proceso de modernización y crecimiento acelerado: terminada la II Guerra Mundial y prácticamente hasta 1964, el país entró en una etapa de estabilidad política, que implicó un crecimiento económico sin precedente. Entre 1950 y 1960 se dio un período al que se le conoció como el “Desarrollo Estabilizador”. Un tiempo que ha recibido varios nombres, como El Milagro Mexicano, Proteccionismo, Sustitución de Importaciones que hacen referencia a los años que van de los 50 al inicio de los 70…[31]

México buscaba, ansiosamente, mejorar rubros sociales como la salud y las campañas para atraer a las aulas de la educación pública a millones de niños mexicanos.

Harry Pot / Anefo. Adolfo López Mateos, 48º presidente de México y artífice del
Harry Pot / Anefo. Adolfo López Mateos, 48º presidente de México y artífice del «Milagro mexicano»

Fue una época en la que se pasaba del México rural a uno urbano. En el cine es fácil entender esta transición, pues se pasaba de Allá en el Rancho Grandes (Fernando de Fuentes, 1949) con caballos, pistolas y charros a Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1948), melodrama que sintetizaba mucho de la miseria que, a pesar de todo, seguía imperando en buena parte de México.

Héctor García. Trabajadores petroleros (1960)
Héctor García. Trabajadores petroleros (1960)

Con un campo empobrecido, y un gobierno deudor de las promesas hechas en la Revolución, los campesinos no tenían más remedio que la migración. En algunos casos era externa y se marchaban a Estados Unidos, pero otras el movimiento era hacia la capital del país. Esto amplificó la desigualdad en la ciudad de México, donde convivían los edificios y avenidas modernos con los arrabales más infectos, como La Candelaria de los Patos. El gobierno buscaba, desesperadamente, crear nuevos espacios públicos para el beneficio de la población urbana que acababan al lado de colonias populares, “ciudades perdidas” y barrios que no se vieron favorecidos por los beneficios que ofrecía la modernizada urbe.

Héctor García. Hacienda de Tlaxcala (1963)
Héctor García. Hacienda de Tlaxcala (1963)

Miguel Digón lo sintetizas así:

“…el México nostálgico de los bailes en las salas de fiestas a ritmo de danzón; de la clase media que soñaba con disfrutar de los encantos de la modernidad atrapada por las promesas del bienestar desarrollista. Una ciudad de México que daba una imagen de prosperidad hacia el exterior pero que en su interior estaba ya fuertemente tocada por una serie de problemas como el de la pobreza […] Era una ciudad que quería ser moderna a toda costa pero que detrás de los hermosos y vanguardistas edificios que se construían, escondía otras “ciudades perdidas”, barrios pobres y suburbios compuestos por una infinitud de inhóspitas vecindades […] La población de la ciudad crecía, resultado del éxodo rural, de manera desorbitada sin que se llevara a cabo ningún control urbanístico y sin garantías sociales, lo que a la larga ocasionó muchos problemas y pocos cambios favorables a la gran babel.[32]

Héctor García.
Héctor García. «Yo» (Ciudad de México, 1952)

La población que se asentaba en estos lugares, generalmente ubicados en las afueras de la gran ciudad, vivieron el constante crecimiento por diversos factores, como el decreto de las rentas congeladas, el auge migratorio interno y un incipiente desempleo provocado por el proceso de industrialización y la presión demográfica.

Este México fue el que Héctor García capturó con su cámara. Tras los años formativos en Nueva York y luego como discípulo de don Manuel Álvarez Bravo, el muchacho se había convertido en reportero gráfico y recorría la ciudad de palmo a palmo, capturando la farándula, la alta sociedad, los políticos… Pero, mirándole siempre de reojo, estaba la pobreza, y La Candelaria parecía murmurarle constantemente al oído que regresase a su origen.

Avistando el porvenir: El vientre de concreto

Hay un segmento, el más personal, en la producción fotográfica de García que documenta una parte de la realidad citadina, aquella que no cabía en la representación oficial, porque no daba prueba de los supuestos beneficios de la modernización y el auge económico. A través de su objetivo, las fotografías de Héctor cuestionaron y contradijeron el discurso oficial, haciendo explícitos los diferentes grupos marginales y mostrándolos en blanco y negro.[33]

Héctor García.
Héctor García. «Nuestra señora sociedad» (1947)

“No es que no me gustaran el relajo y las fiestas sociales, pero creo que todo lo que había vivido me dejó marcado y no podía sacar simplemente fotos bonitas, cuando la realidad de la calle y la vida era muy diferente.[34] […]Lo que yo quería era tener algo que decir, un testimonio de cómo era la vida, de cómo se vivía en la calle, porque como siempre digo, cuando retrato esa otra realidad me estoy retratando a mí mismo.[35]

Héctor García.
Héctor García. «Entre el progreso y el desarrollo» (1950)

A principio de la década de 1950, García realizó algunas fotografías que mostraron cómo, en México, persistían la pobreza y la desigualdad.

Héctor García.
Héctor García. «Avistando el porvenir» (Ciudad de México, 1958)

Esto puede verse en fotografías como Avistando el porvenir donde un hombre con atuendo urbano (chaqueta de mezclilla en lugar de zarape, pantalón de gabardina y no calzón de manta, zapatos en vez de huaraches) pero con sombrero y carga campesinos (arrastra un “diablito” con “guacales”) se abre paso entre el tráfico urbano: no vemos el rostro del hombre, símbolo de incertidumbre y futuro. El varón es el México rural, y el tráfico la nueva etapa urbana: la nación que no deja su etapa de atraso (subdesarrollo) y está en peligro de ser atrapada por la nueva fase “desarrollista”.

Héctor García.
Héctor García. «¡Córrele!» (Ciudad de México, 1947)

En ¡Córrele! existe una metáfora muy similar, esta vez protagonizada por un hombre con vestimenta campesina (sombrero de palma y zarape) y una menor con vestimenta urbana (vestidito, zapatos y calcetas) que es tomada de la mano a trompicones: la inusual pareja busca cruzar el umbral de dos Méxicos que coexisten incómodamente.

Otras fotografías de García donde se aborda el tema de la pobreza son Niño Pobre, Soy mi cuerpo y mi cuerpo está triste y cansado, Navidad en la Calle y de manera más sutil, pero igualmente presente en Las moscas y Prometeo.

Héctor García. Ciudad de México (ca. 1958)
Héctor García. Ciudad de México (ca. 1958)

Niño en el vientre de concreto

Quizá no exista una imagen más emblemática de la pobreza, tanto en el corpus de García como en el conjunto del imaginario fotográfico mexicano del siglo XX como Niño en el vientre de concreto, publicada por primera vez en Últimas Noticias 2ª edición en 1958[36].

García reconoció que esta fotografía “marca mi interés particular dentro de la información sobre los problemas sociales”[37]   y explicó a Claudi Carreras en entrevista: “…siempre estoy detrás de los problemas sociales. Me ha preocupado mostrar todo lo que pasa a mi alrededor.[38]

Héctor García.
Héctor García. «Niño en el vientre de concreto» (Ciudad de México, 1953)

Niño en el vientre de concreto es un testimonio de la marginación que se vivía a mediados del siglo XX en el México urbano. La figura del niño es una analogía del México aprisionado que parece no poder salir de la exclusión y realmente había acabado sumido, comprimido, en lo que André Malraux, ex Ministro de cultura en Francia bautizó como “el vientre de concreto”[39]

Fernando Belmont acerca de las Fotografías de Héctor García afirma:

“Imágenes tan creíbles como testimoniales de la realidad social y política de un país que aspiraba a la consolidación de su modernidad; de un México con ganas de ser grande y una capital orgullosa de su cosmopolitismo; con sus avenidas elegantes y atrayentes a los turistas; sus teatros, cabarets, salones de baile, cines, restaurantes de postín, pero con un traspatio donde confluyen paralelamente historias de acritud, en las que los verdaderos protagonistas eran, como lo son hoy, la pobreza, la ignorancia y la injusticia socia. Historias muy semejantes a las descritas por Luis Buñuel en Los olvidados, donde retrata, al igual que Héctor, a un México sin maquillaje.[40]

Héctor García.
Héctor García. «Niño en el vientre de concreto». Excélsior, Últimas Noticias, 19 de septiembre de 1958

“…realizada en 1953 y bautizada en 1963 por el ministro francés de cultura André Malraux, Héctor García dio a conocer a los lectores mexicanos uno de los mayores hallazgos fotográficos sobre la cruda realidad que existía, y existe, en la ya entonces moderna y cosmopolita Ciudad de México.[41]

El propio André Malraux calificó esta imagen como “uno de los testimonios más crueles de nuestro tiempo.[42]

Héctor García. Revista
Héctor García. Revista «Ya!» 19 de junio de 1946, Nº 16

En la fotografía de la pobreza de García, el espectador es confrontado con una realidad destemplada donde nadie desea verse reflejado. El imaginario y representación social de la pobreza en el México de mediados del siglo XX logró en un grado de dramatización muy importante en la llamada Época de Oro del cine mexicano a través de la famosa trilogía de Ismael Rodríguez integrada por los filmes Nosotros los pobres (1947), Ustedes los ricos (1948) y Pepe el Toro (1952) en donde la mítica figura del actor Pedro Infante, junto al melodrama lacrimógeno hizo patente una vía para acceder al microcosmos de la desigualdad, la marginación y la complejidad urbana.

Fotograma de
Fotograma de «Ustedes los Ricos» (Ismael Rodríguez, 1948)

Mientras el espectador del cine de melodrama ríe con los gags de Pedro Infante, suspira con sus canciones y se indigna ante las injusticias, el lector de las revistas ilustradas y los diarios vespertinos se escandaliza antes las imágenes de Héctor García.

Héctor García. Del reportaje sobre la vida de un ferrocarrilero (Ciudad de México, ca. 1950)
Héctor García. Del reportaje sobre la vida de un ferrocarrilero (Ciudad de México, ca. 1950)

Ambas manifestaciones estéticas dan cuenta de un fenómeno, el de la pobreza, desde puntos de vista distintos: unos desprendidos de la realidad, otros claramente afincados en la ficción. Son como el mexicanísimo “volado”, donde se echa la moneda a suertes y puede salir “águila o sol”. Son las dos caras de un México en el que, todavía hoy, coexisten la riqueza y la pobreza más extremas.

El “desarrollismo” de García

En los inicios de la década de 1950, a la par del milagro mexicano, Héctor García tenía su propio desarrollismo: el de Don Juan. “Yo les ganaba a los marinos porque no tenía un amor de puerto en puerto, sino de puerta en puerta.[43]

Héctor García. María García (Ciudad de México, 1954)
Héctor García. María García (Ciudad de México, 1954)

Fue en aquellos años de “rico vacilón” como él decía, que conoció a María del Carmen Sánchez, y se enamoró de ella: “…hermosa, morena, garbosa; me sentí inmediatamente atraído por ella. Lupita Martínez, una tía suya y mi ayudante en el laboratorio, fue quien nos presentó.[44] […] La cortejé por más de un año. Mari, que solamente tenía dieciocho años, me confesó después que yo le parecía un hombre ya mayor.[45]´» García tenía entonces 30 años.

Fotógrafo no identificado. Boda de Héctor y María García (Ciudad de México, 1954)
Fotógrafo no identificado. Boda de Héctor y María García (Ciudad de México, 1954)

Finalmente, María accedió y se casó con aquel ciclotrón[46], como también se apodó a García. Su unión matrimonial duró hasta la muerte de Héctor, en 2012.

María aprendió fotografía de su marido y le ayudaba en el laboratorio. Mientras Héctor andaba a toda velocidad recorriendo en su motocicleta la ciudad de México a la caza de fotografías, la esposa archivaba, procesaba, ampliaba y clasificaba el trabajo de García. Con justa razón hoy la fundación que resguarda el acervo fotográfico de Héctor lleva con orgullo el nombre de Fundación  María y Héctor García.

Héctor, el omnipresente

Héctor García se había convertido en un exitoso fotógrafo independiente. Su labor como free-lance le otorgaba una autonomía sin igual: podía trabajar para revistas mexicanas o extranjeras y en el diario de su preferencia. Su valentía, astucia y velocidad le convertían en el sueño de todo editor: profesional, rápido y omnipresente.

Héctor García.
Héctor García. «Presagio funesto» (Ciudad de México, 1954)

García admiraba a documentadores de la desigualdad como Jacob Riis[47], pero también encontraba eco en el estilo ensayístico de W. Eugene Smith.

Sin embargo, su método de trabajo realmente parecía un equivalente azteca de Weegee, el famoso reportero gráfico de nota roja en Estados Unidos.

Arthur H. Fellig
Arthur H. Fellig «Weegee». El fotógrafo de nota roja por excelencia.

“Para Héctor, la vitalidad y perseverancia de Weegee en su trabajo fueron un ejemplo…[48]

Así como Weegee, quien tenía su propio radio enlazado con la frecuencia restringida de la policía y mejor olfato para la sangre que el Conde Drácula, Héctor García se movía ágilmente por las calles de la Ciudad de México: “…me compré una motoneta y me movía tan rápido, que cumplía no en un día, sino en unas cuantas horas, muchas tareas. Siempre procuraba tener los nervios y la sangre fría para poder obtener la mejor imagen.[49]

Dice Alejandro Castellanos que “Héctor García ha sabido conservar el don que caracteriza a los fotorreporteros: la ubicuidad.[50]

Héctor García.
Héctor García. «El grito de Independencia en el Zócalo» (Ciudad de México, 1957)

Y es que para García “La cámara es una herramienta con la que uno realiza su trabajo; es el medio de expresión con el que yo me siento cómodo. Tener el equipo es importante, pero más importante es tener claro qué es lo que quieres expresar. […] …lo que importa es la relación que establezcas con ese instrumento. Con él estarás muchas horas, prácticamente dormirás con él, por lo que deberás tenerle respeto y llevarte bien…[51]

Elena Poniatowska llegó a decir que García usaba “Su cámara de escapulario[52]

Con agilidad imparable Héctor García “…asiste a los acontecimientos, a las huelgas, a las marchas y también a los actos sociales, al sepelio de Frida Kahlo y al de Diego Rivera, a las fiestas en casa de María Félix, al encarcelamiento de David Alfaro Siquieros, y a los concursos de baile en los cabarets de la zona de Niño Perdido. Mientras, su esposa, María Sánchez de García, trabaja en el laboratorio revelando, imprimiendo, puliendo las imágenes: una estrecha y poco común colaboración que merece ser celebrada…”[53]

Para Héctor no había diferencias: pobreza o riqueza, norte o sur. “Gustoso trabajaba día y noche sobre los hechos cotidianos que luego se hacían noticia; iba a todas partes con mi cámara.[54]

Héctor García. Ciudad de México (1959)
Héctor García. Ciudad de México (1959)

García recuerda que “…salía a recorrer las calles en mi motocicleta, armado con mis cámaras camufladas bajo una chamarra o un abrigo. Acostumbraba traerlas cruzadas al pecho, ya cargadas con el rollo y listas para tomar la imagen, como si fueran cananas. Me hice tan ducho en eso, que podía sacar fotos mientras manejaba la motocicleta a toda velocidad…”[55]

Foto Press

Héctor García forjó una buena reputación entre los editores de la capital. De hecho recuerda que “…en Excélsior me pidieron que trabajara de planta y así empecé con mi columna F 2.8 que se mantuvo por muchos años. Yo hacía a las fotos y periodistas del calibre de Manuel Becerra Acosta escribían los textos que las acompañaban.[56]” La columna no podía ser publicada de forma sistemática ni periódica por la cantidad de encargos que realizaba el fotógrafo así como sus numerosos viajes.

Héctor García. Avenida Bucareli (Ciudad de México, 1967)
Héctor García. Avenida Bucareli (Ciudad de México, 1967)

Con el éxito que había logrado, Héctor no requería atarse a ningún medio de difusión: “Siempre operé de manera independiente, aunque claro, eso me obligaba a trabajar el doble. Fue una temporada difícil, con otros reporteros cubría lo mismo nota roja que política, de espectáculos. Fue duro, pero aprendí, aunque lo que más me interesaba dentro del fotoperiodismo eran los problemas sociales.[57]

Héctor García.
Héctor García. «Ventana de las ansias [Adelaido el Conquistador]» (Ciudad de Mèxico, 1949)

Por aquel tiempo habían tres agencias de fotografía: la de Enrique Díaz, la de los hermanos Mayo y la de los Casasola. Héctor García fundó en 1950 su propia agencia: Foto Press[58]. “Una de las razones por las que me hice independiente fue para trabajar con libertad en diversos periódicos y revistas.[59]

Periódicos y Revistas ilustradas

La década de 1950 también estuvo marcada por revistas ilustradas. García vio sus fotografías publicadas en magazines como “Mañana, Siempre!, Impacto, Paris Match, Revista América, Time, Life, O’Cruceiro y Cine Mundial, y los periódicos: Excélsior y Novedades, así como las agencias internacionales: News Service, Reuter, France Press, UP y AP[60].”

Héctor García. Ciudad de México (1963)
Héctor García. Ciudad de México (1963)

De esta época resulta indispensable la siguiente anécdota: “…cuando le llevaba sus fotos a Regino Hernández Llergo, director de la revista Mañana, él le hacía comentarios acerca de lo extraordinario que le parecían y las clasificaba. Decía: «ésta es para la historia, ésta es para publicar», etcétera, En una ocasión, Regino salió de la habitación y Héctor aprovechó para ver el archivo de la historia, su sorpresa fue ver que era el bote de la basura.[61]

La presencia de García fue más importante en los periódicos por su labor intensa de reportero gráfico. Nacho López, colega y amigo entrañable de Héctor tenía una vocación más marcada por el foto ensayo, a lo W. Eugene Smith, en el formato de la revista ilustrada que García.

Tercera parte. Sociedad sísmica: los movimientos sociales

El vallejismo

Héctor andaba detrás de la noticia todo el día, todos los días. No era extraño que comenzara a seguir los pasos de un movimiento social, el del líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo.

Héctor García. De la serie
Héctor García. De la serie «Semana Ardiente», protestas del movimiento vallejista (1958)

Las marchas y manifestaciones unieron tanto a estudiantes como empleados del tren quienes se congregaban en la Alameda Central y en el distrito de la colonia Tabacalera[62]. Era 1958 y esta rebeldía mostraba las grietas en el “Milagro Mexicano.” Por supuesto, el gobierno reprimió con mano dura estos movimientos y encarceló durante doce años a Vallejo.

Sin embargo, Héctor pudo capturar con su cámara toda la historia: los desfiles de antorchas, los autobuses quemados y la dureza policial que reprimió la libertad de expresión.

Héctor García. De la serie
Héctor García. De la serie «Semana Ardiente», protestas del movimiento vallejista (1958)

García no tuvo problema en capturar con su cámara toda la historia: “…como siempre nadaba en la calle y cubría todos los actos, manifestaciones y mítines, ya muchos de los policías me conocían y me dejaban acercarme para cumplir con mi trabajo sin problema.[63]

El reportero gráfico terminó con un cuerpo de obra extraordinario en su oportunidad y donde comenzaba a traspasarse la frontera de lo meramente registral, está está “…en el filo de la navaja entre lo puramente informativo la expresión personal.[64]

El fotógrafo llevó la colección de fotografías a los editores del periódico Excélsior. Todos alababan su trabajo, pero ponerlo en página significaba confrontar al gobierno, controlador del papel para periódicos y principal comprador de anuncios. Een la prensa mexicana post-revolucionaria operó una fiera auto-censura.

Héctor García decidió, ante la negativa de los medio formales, poner en circulación, él mismo, su trabajo.

Hector García. Portada de la revista
Hector García. Portada de la revista «Ojo! Una revista que ve» (1958)

Excélsior, como era de esperar, se negó a publicar el reportaje. Fue entonces cuando, gracias al apoyo de Horacio Quiñones, Héctor García publicó Ojo, una revista que ve, la cual sacaría a la luz este único -y ahora histórico- número de septiembre de 1958, un notable esfuerzo por sobrepasar la censura en el que García publica la secuencia fotográfica in extenso.[65]

Héctor García. Interiores de
Héctor García. Interiores de «Ojo! Una revista que ve» (1958)

Una vez impresos los cinco mil ejemplares, llegó un nuevo obstáculo: todo el mundo admiró el trabajo, pero nadie quería distribuirlo por temor a las represalias oficiales. Sin embargo los años de voceador de Héctor rindieron fruto: “…afortunadamente me acordé de mi amigo con el que de niño me fui de pinta a Veracruz y él le entró al toro.” En un santiamén volaron los cinco mil ejemplares de Ojo! Una revista que ve.

Héctor García. Contraportada de la revista
Héctor García. Contraportada de la revista «Ojo! Una revsita que ve» (1958)

Esta revista era una muestra de la autonomía de García. “En un país donde la prensa ha mantenido una posición ambigua frente al poder -cuando no de franco contubernio de los sectores conservadores- miradas como la de Héctor García han debido hacer acopio de voluntad para mantenerse independientes.[66]

Feliz por el éxito de su iniciativa, Héctor ponderaba seriamente el continuar con su aventura editorial[67]. Sin embargo cambió rápidamente la decisión cuando su socio, Horacio Quiñones, le avisó que la policía lo había requisado todo, incluso los grabados de la imprenta[68].

El fotógrafo realizó, ipso facto, una retirada estratégica. La sorpresa de García fue enorme cuando se le otorgó, por sus fotos del vallejismo, el Premio Nacional de Periodismo: “me llevé una gran sorpresa, porque resultaba paradójico que unas fotografías que habían sido tan censuradas, al grado de retirarlas de la circulación, merecieran ese reconocimiento.[69]

Héctor García. Quema de autobús. De la serie
Héctor García. Quema de autobús. De la serie «Semana Ardiente», protestas del movimiento vallejista (1958)

John Mraz, reconocido investigador de la década de 1950 y la obra de foto-periodistas como Nacho López, explica que: “Con el movimiento aplastado y sus líderes encarcelados, el gobierno premió fotografías que antes fueron censuradas. Noticia convertida en arte permitió al gobierno la reconsitución de su fachada de tolerancia democrática.[70]

Héctor García. De la serie
Héctor García. De la serie «Semana Ardiente», protestas del movimiento vallejista (1958)

Sin embargo no sería la única vez en que Héctor estuviera en el corazón de la turbamulta, y tampoco sería la única ocasión en la que recibiría la máxima presea del periodismo en México.

Tlatelolco

En el verano de 1968 unos estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria fueron duramente reprimidos por el cuerpo de granaderos por un pleito suscitado en la Ciudadela de la capital mexicana. Esto provocó una declaración de huelga por parte de los alumnos quienes comenzaron a manifestarse en las calles.

Héctor García. México, 1968
Héctor García. México, 1968

Para finales de julio los estudiantes se enfrentaron a la policía y el ejército “con piedras, bombas molotov y barricadas a base de vehículos volteados. Las escaramuzas duraron hasta que el ejército en plena madrugada sitió la Escuela Nacional Preparatoria e inició la moda de los bazukazos para hacer ver que el gobierno «va en serio.»[71]

Lejos de aminorar, el conflicto escaló. “Los ataques contra los estudiantes se recrudecieron, pues era evidente que el movimiento estudiantil se había vuelto popular y que representaba una válvula de escape para mucha gente inconforme con el sistema.”[72]

Héctor García. Mítin en la Plaza de las Tres Culturas. Ciudad de México, 2 de octubre de 1968
Héctor García. Mítin en la Plaza de las Tres Culturas. Ciudad de México, 2 de octubre de 1968

Ante el movimiento estudiantil, las marchas vallejistas parecían cosa de niños.

En la oficina presidencial desfilaban las placas del fotógrafo de inteligencia de la Secretaría de Gobernación, Manuel Gutiérrez Paredes, apodado “Mariachito” por su corta estatura. Las imágenes mostraban los contingentes, los rostros de los líderes, y lo más preocupante, el eco social: por un puñado de manifestantes se aglutinaban ciudadanos de todo tipo al rededor de sus marchas y mítines. El gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz no podía soportar tal clase de presión y el mandatario declaró: “hemos sido tolerantes hasta extremos criticados”.[73]

El 2 de octubre de 1968 era el día estipulado por el Consejo Nacional de Huelga (CNH) para realizar un mítin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco a las seis de la tarde.[74] Y ahí estaba, por supuesto, Héctor García, cámara en mano cuando inició el tiroteo:

“Después de una señal de guerra -luces de bengala que suelta un helicóptero- el ejército rodeó el lugar y en coordinación con el Batallón Olimpia disparó contra la multitud. Niños, mujeres, jóvenes y ancianos, nunca se sabrá cuántos, fueron cayendo en la Plaza de las Tres Culturas.[75]

Héctor García.
Héctor García. «La Cultura en México», suplemento de la revista «Siempre!» (Septiembre de 1968)

García recuerda: “Cuando desde el edificio Chihuahua empezaron los balazos, realmente no sabía uno para dónde correr.[76] “ Y relata que “Cuando empezaron los guamazos, el chasquido de las balas, pues a correr, echarme de clavado, rodar. Hay un momento en que la cámara deja de funcionar porque se impone el pánico, porque estás sintiendo que la muerte, te roza.[77]

Consuelo Sánchez, en su Cronología documental de 1968 narra:

“En la plaza se ha generalizado la balacera. Mujeres, niños, jóvenes y adultos corren despavoridos; algunos se tiran al suelo; otros buscan protección en las escalinatas o entre los vestigios prehispánicos; otras más se esconden debajo y detrás de los automóviles estacionados, o intentan refugiarse en los departamentos de Tlatelolco. Mucha gente logra huir por el costado oriente de la plaza, otras personas se topan con «columnas de soldados que empuñaban sus armas a bayoneta calada y disparaban a todas direcciones». Las menos afortunadas están tendidas en el suelo, muertas o heridas.”[78]

Héctor García. Ciudad de México, 1968
Héctor García. Ciudad de México, 1968

En medio de la confusión, Héctor no dejaba de trabajar: “Mientras corría, seguí tomando fotografías, pero el colmo de la temeridad fue -ahora lo veo así- que después de ponerme a salvo, en vez de irme a casa o al periódico, volví a la plaza.[79] […] Tomé más fotografías mientas el ejército desalojaba a culatazos a los que se habían refugiado en los edificios, los ponían con las manos en alto de cara a la pared y luego los introducía violentamente en las julias[80].”[81]

A pesar de haber enfrentado las balas de uno de los soldados que disparó en su contra cuando el flash de un compañero sorprendió al militar, García salió vivo de aquel día negro. Afortunadamente Héctor era, para entonces, un fotógrafo veterano que seguía el ejemplo del revolucionario Pancho Villa “«Primero dispara y luego virigua». Primero toma la foto y después piensa.[82]

Héctor García. Ciudad de México, 1968
Héctor García. Ciudad de México, 1968

Sus fotografías de aquel día fueron publicadas en la Revista de la Universidad y también en el semanario Siempre! Estas imágenes se convirtieron en “los iconos de referencia del movimiento que cimbró al país.[83]

La represión gubernamental tampoco se hizo esperar con los medios y acalló cuanto pudo del acontecimiento. Sin embargo Héctor García explica que “Cuando llegó el 7 de junio de 1969, día en que se celebrar la libertad de prensa, varios medios, como señal de protesta, decidieron no asistir a la premiación. Entonces nos reunimos un grupo de periodistas y en ese cónclave se decidió otorgar un reconocimiento periodístico, de manera independiente, avalado por don José Pagés llergo, en un acto que se realizó en el Centro Libanés.[84]

Sus imágenes de Taltelolco le otorgaron su segundo Premio Nacional de Periodismo, casi diez años después del primero.

El coronelazo

Ocho años antes de Tlatelolco, el gobierno del presidente Adolfo López Mateos había castigado con rudeza a quienes se oponían al régimen oficial. Una de las voces que se levantaron fue la del muralista que había luchado en la mismísima revolución mexicana y había obtenido el grado de coronel,[85] el artista David Alfaro Siqueiros: “El 9 de agosto de 1960 fue aprehendido nuevamente y condenado a ocho años de prisión, acusado de instigar a grupos de estudiantes, pero más que nada, por sus ácidas críticas al gobierno del presidente Adolfo López Mateos. En su celda de Lecumberri, que era al mismo tiempo su estudio, pintaba o escribía sin cesar.[86]

Héctor García. David Alfaro Siqueiros en la prisión de Lecumberri (Ciudad de México, 1960)
Héctor García. David Alfaro Siqueiros en la prisión de Lecumberri (Ciudad de México, 1960)

Héctor García asistió al “Palacio Negro” en compañía de Elena Poniatowska. Acompañaron al “coronelazo” y García realizó, a pesar de la prohibición presidencial sobre hacer fotografías en Lecumberri, placas del artista encarcelado. Fue la ocasión de realizar una de sus fotografías esenciales, la del coronelazo tras los barrotes. Su autor explica: “Al sacar la mano entre las rejas, [David Alfaro Siqueiros] intentó trascender la prisión. Demostró que era un hombre libre… […] Su brazo es un faro y su mano una estrella que trasciende la prisión.[87]

Finalmente, las fotografías de García “fueron las de mayor trascendencia al convertirse en el estandarte para liberar al prisionero.[88]

Cuarta Parte. Astros, intelectuales, políticos: el universo de Héctor García

El fotógrafo estrella

Al tiempo que Héctor García capturaba los movimientos sociales, denunciaba la pobreza y se colaba en todos los rincones de la ciudad, hacía lo propio con todas las capas de la sociedad.

Armado con su cámara, lograba el acceso a cualquier lugar, incluso las casas, yates y camerinos de las estrellas del momento. De Dolores del Río a María Félix, de Pedro Infante a Jorge Negrete, abrazando al Indio Fernández o compartiendo habitación con Germán Valdés “Tin Tan”, Héctor García había favorecido a los artistas con su lente, y a cambio, se había ganado la confianza, y en muchos casos amistad, de actores de cine y teatro, vedettes y cómicos.

Ciertamente, Héctor tenía el corazón en La Candelaria, “Sin embargo, la vida de la farándula y el brillo de ese México que me tocó en suerte vivir, también me atraía como la luz a la mariposa…”[89]

La mafia

Si Héctor se hizo un indispensable para la farándula nacional, también trabó amistad con algunos de los intelectuales más importantes de México a finales del siglo XX. Es decir, Héctor García era amigo de La Mafia:

Héctor García. Fotonovela
Héctor García. Fotonovela «Lo que La Mafia se llevó» Revista «Siempre!» Septiembre de 1965

La mafia, apelativo acuñado por Luis Guillermo Piazza,[90] fue “un grupo de jóvenes artistas que rompieron con los viejos cánones establecidos que rigieron desde la llamada Revolución Cultural Nacionalista, impulsada por José Vasconcelos a principios de siglo […] «La Mafia» fue una contrapropuesta a todo esto y fue conformada por pintores, escultores, actores, cineastas y escritores, en su mayoría. No era fácil pertenecer a esta «Mafia». Era muy selectiva y cerrada. Ellos mismos se jactaban de serla.”[91]

Héctor García. Octavio Paz (Sin lugar, sin fecha)
Héctor García. Octavio Paz (Sin lugar, sin fecha)

Entre sus miembros destacaban “Fernando Benítez, historiador, periodista y escritor; Carlos Fuentes, escritor; José Luis Cuevas, artista plástico; […] José Emilio Pacheco, escritor y periodista; Francisco Corzas, pintor; Juan García Ponce, escritor; Luis Guillermo Piazza, escritor; Salvador Elizondo, escritor; Fernando García Ponce, pintor, y por supuesto, Gabriel García Márquez, escritor.”[92]

Héctor García. Carlos Fuentes (Ciudad de México, 1965)
Héctor García. Carlos Fuentes (Ciudad de México, 1965)

Quizá de todos los miembros de La Mafia, uno de los más cercanos habrá sido el ya fallecido escritor Carlos Monsiváis, quien bautizó a Héctor como “El Fotógrafo de la Ciudad”[93] y dijo que en su amigo “informar puede ser también un hecho estético”.[94] Monsiváis, El Sabio, remataba: “Héctor García es testigo, actor, narrador, sentencia, absolución, demanda y voz interpretativa.[95]

El paso por la Presidencia

Héctor García “tuvo la fortuna y habilidad de establecer relación con grupos de pensadores de los setenta y ochenta, convirtiéndolo en un privilegiado al retratar a sus amigos, que serían con el paso del tiempo, los hombres y mujeres más importantes de la intelectualidad mexicana.[96]

También hay que reconocer que fue un hombre muy hábil y con la habilidad para “saberse manejar en círculos culturales, así como en los políticos[97]

Héctor García recibe por tercera ocasión el Premio Nacional de Presidente (1978)
Héctor García recibe por tercera ocasión el Premio Nacional de Periodismo (1978)

Durante el sexenio de José López Portillo trabajó como Jefe de Fotógrafos de la Presidencia[98], sin embargo la experiencia no fue buena. Renunció a ese cargo tan rimbombante: “…juré no volver a dejarme tentar por el canto de las sirenas y respetar siempre mi independencia.[99]

El legado

Héctor García se convirtió en uno de los foto-periodistas mexicanos más importantes de la historia. Después de sus Premios Nacionales de Periodismo en 1958 y 1969, diez años después volvería a recibir esta distinción, por tercera ocasión, gracias a un reportaje realizado en Medio Oriente.[100]

Ya era un hombre mayor cuando recibió, en 2002, el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En 2007 recibió el Homenaje Nacional al Periodismo Cultural Fernando Benítez, que promueve la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco.[101]

Héctor García. Tabasco (ca. 1963)
Héctor García. Tabasco (ca. 1963)

Héctor García dedicó seis décadas de su vida a la fotografía y hoy, tras su muerte “…es considerado como uno de los más importantes cronistas gráficos de la historia reciente de México.[102]

Este documentador del México de mediados del siglo XX es un referente “no sólo para los fotógrafos y periodistas, sino para todos los mexicanos que valoran la cultura y riqueza del país; y que el «fotógrafo de la calle» ha sabido captar en sus imágenes, a decir de los críticos.[103]

De García puede decirse que es “la memoria visual del México posterior a la Revolución.[104]” Y es que “ Lo que hace extraordinarias sus fotografías es que sabía ver muy bien en todo momento lo que estaba frente a su lente; no ignoraba su significado. Tenía la conciencia política, ética, estética, periodística, histórica, erótica, para distinguir y privilegiar tal o cual instante. Su obra no es un testimonio indiscriminado de la vida mexicana…”[105]

Héctor García. Salón México. (Ciudad de México, ca. 1953)
Héctor García. Salón México. (Ciudad de México, ca. 1953)

Con sus fotografía Héctor García logró darnos un rostro colectivo, decirnos “esto somos.”[106] No en balde este reportero gráfico “ha sido considerado uno de los últimos grandes maestros de la fotografía mexicana.[107]

Enrique Villaseñor dice que García es “la memoria de México en blanco y negro, porque a él le tocó abrir brecha junto con otros pioneros ―Nacho López, Enrique Bordesmangel y Rodrigo Moya―, para hacer que el fotoperiodismo tuviera expresiones y valores propios.[108]

Para Gustavo Durán de Huerta, Premio Nacional de Periodismo en 1985, Héctor García como Nacho López, son reconocidos como “periodistas de la ciudad, de la gente, de sus usos y costumbres. La tarea de Héctor es la que hace un antropólogo social: la de estudiar y conocer a la gente, sólo que él lo hace a través de la lente.[109]

Héctor García. José Clemente Orozco (Ciudad de México, 1948)
Héctor García. José Clemente Orozco (Ciudad de México, 1948)

El propio Nacho López decía de su colega: “Lo importante de la obra de Héctor García desde sus inicios es su actitud crítica social y la profundidad que de ésta emana […] no es arte purista que pretenda,como muchos insertados en el boom fotográfico,el refocilamiento de los malabares, lucecitas y texturas; busca, eso sí, la máxima expresión humana […] es violento, apasionado y generoso:constantes que se reflejan en su obra fotográfica”.[110]

Marco Antonio Cruz dice de Héctor García que “…es puente de esa enorme cadena que es la fotografía mexicana, sobre todo la periodística y documental, es un eslabón, el anterior fue su maestro Manuel Álvarez Bravo[111]

El propio Diego Rivera escribió en una carta al fotógrafo en 1955: “Héctor García es un excelente artista”, resaltó la “emoción, belleza, plenitud de forma y profunda sensibilidad y comprensión humanas” que fue capaz de registrar en sus imágenes.[112]

Armando Bartra dice que García es “Emblema del arrabal redimido por el oficio de fotorreportero y luego por el arte…”[113]

Héctor es “…El fotoperiodista que tránsito de la calle al palacio y de la farándula a la política, el reportero gráfico que llevó imágenes de los diarios vespertinos a los muros de la galería; el amigo de bailarinas exóticas, artistas de renombre e intelectuales de izquierda; el cronista de la «semana ardiente» de 1958, del verano rebelde de 1968…[114]

“…La obra de Héctor García se encuentra inmersa en el ámbito artístico relacionado con el compromiso ideológico-social con el estético cultural. Es por tanto una obra que contribuyó de manera sustancial a la consolidación del tránsito de la fotografía de prensa hacia canales de recepción estética y formal.[115]

Héctor García. Excelsior, Últimas Noticias. 1 de septiembre de 1959
Héctor García. Excelsior, Últimas Noticias. 1 de septiembre de 1959

Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013 y Premio Nacional de Periodismo por Trayectoria 2014[116], dice acerca del ciclotrón que le acompañó a la celda de Siqueiros que:

“Las fotos de Héctor no son chiripadas ni juegos de azar, sino el resultado de muchos años de calle, muchas jornadas con la cámara al hombro, muchas horas en el cuarto oscuro con la ayuda de María, su leal compañera, muchos momentos de tensión, muchas corretizas, muchas persecuciones, una vida entera con el ojo atento, el corazón y el cerebro enfocados en una dirección, el camino por el que ascienden los mexicanos más olvidados, los más humillados, los más inventivos también, el llamado lumpen de las piqueras y las taquerías, el de la Plaza Garibaldi y el de La Merced, el de los circos de barrio y el de las grandes manifestaciones, el de los que se ganan la vida a trompa talega y gritan en el Zócalo: ¡Viva México, hijos de la garnacha![117]”.

La llamada Princesa Roja[118] profundiza:

“Niño sin padre, Héctor García refleja en sus fotografías su propia vida, su condición de niño solo, de vagabundo, de pato de la Candelaria, de niño amarrado a la pata de la cama mientras la madre salía a trabajar, de patito feo, de huérfano de la Candelaria ya sin patos ni puesto de teporochas. Si él mismo vivió una infancia de injusticias y atropellos, nunca ha dejado de enfocar su cámara hacia donde está los golpeados, los pobres, el «lumpen» de los sociólogos.[119]

Héctor García.Tlaloc (Esquina de las calles Pedro Moreno y Zaragoza, colonia Guerrero, Ciudad de México, 1960)
Héctor García.Tlaloc (Esquina de las calles Pedro Moreno y Zaragoza, colonia Guerrero, Ciudad de México, 1960)

Una candela que se apaga

A punto de cumplir 89 años, la noticia que relataba la muerte de Héctor García se esparció en periódicos, noticieros, blogs y la tuitósfera. Era el 3 de junio de 2012.

Siete años antes, el fotógrafo había sufrido una caída que le impidió, desde entonces, caminar: “No hay mayor suplicio para alguien que ha vivido libremente que verse forzado a permanecer en cama. Cuando a finales de mayo del 2005 sufrí la caída que provocó la fractura de mi cadera, pasé uno o dos días soportando terribles dolores, con la esperanza de que fueran resultado únicamente del tremendo madrazo que recibí al dar con mis huesos en el suelo. […] Me costó mucho tiempo poder aceptar que ya no volvería a andar de pata de perro por las calles del mundo”.[120]

Héctor García junto a su busto en la galería de la Casa de la Cultura en la Delegación Venustiano Carranza (Ciudad de México, 2006)
Héctor García junto a su busto en la galería de la Casa de la Cultura en la Delegación Venustiano Carranza (Ciudad de México, 2006)

“Finalmente puedo decir que he sido un hombre con suerte, y encontré gente buena que me ayudó, que confió en ese niño de La Candelaria de los Patos y me tendió la mano; porque jamás he olvidado que hace años también dormí en la calle, cobijado solamente por periódicos, con la única compañía de unos perros tan desamparados y hambrientos como yo.”[121]

Andrea Ocampo-Carbot. Héctor García revisa negativos con Norma Inés Rivera (Ciudad de México, abril de 2007)
Andrea Ocampo-Carbot. Héctor García revisa negativos con Norma Inés Rivera (Ciudad de México, abril de 2007)

Las enseñanzas de don Héctor

El trabajo realizado por Héctor García es un recordatorio de la importancia que tiene, todavía, la fotografía como un medio de construcción de la memoria histórica del espacio y tiempo que nos ha tocado vivir. Su disciplina es una inspiración, sin sacarina, sobre el poder del individuo para construir su propia realidad.

Gracias a García, es posible re-valorar la importancia de nuestras historias locales. No importa si se es mexicano, francés, español, alemán, argentino, italiano o uruguayo. Es triste recordar el número de países donde se han oprimido, en distintos momentos, los derechos civiles, la libertad y la posibilidad de expresar las propias ideas.

Fotógrafo no identificado. Héctor García detenido en la Sexta Delegación de Policía (Ciudad de México, 1959)
Fotógrafo no identificado. Héctor García detenido en la Sexta Delegación de Policía (Ciudad de México, 1959)

Don Héctor nos retorna a la importancia de inspeccionar nuestro propio origen y aceptar nuestra historia personal, con sus conflictos, pifias y aciertos.

Este monumental corpus, fruto de seis décadas de trabajo, nos exige comprender que la cámara también nos convierte en testigos y preservadores. Hoy podemos asomarnos, gracias al ojo de García, al México de los cincuentas. ¿Podrán quienes vean nuestras fotografías, en el futuro, asomarse a nuestro país en el tiempo que nos tocó vivir?

La obra de Héctor García está formada por más de un millón de negativos[122], de partículas, que fueron aceleradas por el ciclotrón de un corazón inquieto, de un pata de perro imparable.

Héctor García.
Héctor García. «El vendedor de milagros» (Tepito, Ciudad de México, 1950)

A lo largo de sus fotos, pareciera que siempre nos encontráramos con un pequeñito de La Candelaria de los Patos anonadado, estupefacto, que en cada escena pareciera no creer que está ahí y que nos dice “¡Mira!” apuntando con un dedito cubierto por la mugre.

En el trabajo de Héctor García se nota la prisa de ir de una encomienda a otra. Son fotografías con hambre, pero también con empatía, donde lo mismo hay denuncia que curiosidad, oportunidad y oficio.

Héctor García.
Héctor García. «Descúbrase» (Lugar desconocido, 1960)

Héctor se expresa, fotográficamente, con nitidez, con templanza, anteponiendo la necesidad de informar al deseo de una manifestación puramente estética. Es un trabajo que responde al deseo genuino por expresarse a través de un medio específico, la fotografía. García responde a una vocación, un llamado. De la aceleración interior hace una ansia de libertad, una necesidad por salir a la calle.

Este fotógrafo mexicano es un pato, un delincuente de La Candelaria, que le arrebata un girón a la historia y le arranca un trozo de Tlatelolco, un poco de vallejismo, una sonrisa a la doña, María Félix, o un mendrugo de fama a Pedro Infante.

Héctor García. Calle del órgano (Ciudad de México, 1955)
Héctor García. Calle del órgano (Ciudad de México, 1955)

García es el heredero de Riis, de Weegee, de Cartier-Bresson, de Álvarez Bravo que responde, valiente, al encubrimiento de la verdad con perseverancia y eficacia. Hay en su constancia un trasfondo ético, el de cumplir las promesas.

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Héctor García lleva, junto al estuche donde guarda sus rollos y accesorios, a La Candelaria de los Patos, que le acompaña a todas partes, todo el tiempo.

Es un fotógrafo que ignora las neurosis formales, no tiene tiempo para ello. Es un revoltoso que confronta la realidad, interpretada con su cámara, contrapuesta al discurso demagógico de un régimen hegemónico. Resuelve el problema del olvido y tiende un puente entre los diferentes “Méxicos”.

Héctor García.
Héctor García. «Los fantasmas de Palacio» (Ciudad de México, 1963)

Este pato de la Candelaria cuestiona con sus fotos la pobreza, el absolutismo; echa en cara la desigualdad al tiempo que disputa la marginación social, la represión.

Héctor García nos provoca para salir a la calle y ver con ojos nuevos nuestra realidad, esa que damos por hecho. Este maestro nos compromete a trabajar sin descanso y satisface la necesidad de una gran colección de la vida, el arte, la cultura, en suma, un espacio/tiempo irrepetible.

Es imposible ver las fotografías de don Héctor sin sentir indignación, incluso temor por las posibilidades de la opresión y la marginalidad. Su trabajo puede recordarnos las infinitas posibilidades que tiene una cámara fotográfica como medio para exponer nuestro punto de vista. Su obra es una enseñanza universal sobre el poder de la fotografía para abrir una ventana cerrada por el olvido o la ignorancia.

Héctor García.
Héctor García. «Paso a la luz» (Campeche, 1960)

Pero, por encima de todo, el trabajo de Héctor García es un testimonio por la inquietud social, de la importancia por interesarse en los demás seres humanos. Si buscáramos el pegamento que une a las piezas de su obra (las imágenes de la farándula, los movimientos sociales, la pobreza) lo encontraríamos en la pasión por la persona. Ya Juan de la Cabada, refiriéndose a Héctor García, parodia las palabras del poeta Enrique González Martínez:

“Quien las vea no se asombre de hallar aquí la integridad de un hombre, sin nada que no sea profundamente humano.”[123] [124]

Publicado en la Ciudad de México el 2 de febrero de 2015, fiesta de la Candelaria.

Fotógrafo desconocido. Héctor García visita el puerto de Nueva York. (1944)
Fotógrafo no identificado. Héctor García visita el puerto de Nueva York. (1944)

ocn_smallÓscar Colorado Nates es Profesor/Investigador titular de la Cátedra de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (Ciudad de México).

Es autor de los libros:

  • Ideas Decisivas: 650 reflexiones fotográficas
  • Fotografía 3.0 Y después de la Postfotografía ¿Qué?
  • Instagram, el ojo del mundo
  • Fotografía de documentalismo social
  • Fotografía Artística Contemporánea
  • El Mejor Fotógrafo del Mundo.

Co-fundador de la Sociedad Mexicana de Daguerrotipia y miembro de The Photographic Historical Society (Rochester, NY).

Las opiniones vertidas en los artículos son personales y no reflejan necesariamente las posturas de la Universidad Panamericana.

© Copyright 2015 by Óscar Colorado Nates. Todos los derechos reservados.


Fuentes de investigación

Bibliografía

  • Agustín J., Tragicomedia Mexicana . La vida en México de 1940 a 1970. Booket, México, 2007
  • Carreras C., Conversaciones con fotógrafos mexicanos, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 2007
  • Debroise O., Fuga mexicana. Un recorrido por la fotografía en México, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 2005
  • Gallegos, L., Autorretratos del fotoperiodismo mexicano. 23 testimonios, Edit. Fondo de Cultura Económica, México, 2011
  • Kismaric, S. y Ortiz Monasterio, P., et. al. Héctor García, Turner/Conaculta, México, 2004
  • Navarro, R., Héctor García en Ojo! Una revista que ve, Edit. Conaculta, México, 2012
  • Rivera, N., Pata de perro. Biografía de Héctor García, Edit. Conaculta, México, 2007

Fuentes de Internet

Hemerografía

  • Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003

Fuentes audiovisuales

Notas

[1] El epígrafe hace referencia a la letra de la canción Caite Cadáver de Jaime López, cuyo tema es el atraco con una subsecuente persecución. En La Candelaria también se le suele llamar patos a los ladronzuelos. Transcribimos aquí la letra completa de esta composición de López y que ha sido interpretada por Botellita de Jerez y por Cecilia Toussaint. Caite cadáver sintetiza mucho del espíritu que se vive, de día y de noche, en La Candelaria de los Patos:

“Te toca a ti pagar el pato, bato
No le saques
no me digas que te vale, gato flaco
Ya no jales
que te toca a ti pagar el pato
Te toca a ti pagar el pato, bato
No digas que no tienes vela en el entierro
que ya sábanas paquetes d’hilo, loco.

Caite cadaver, ya caite cadaver eh
Caite cadaver, ya caite cadaver
Caite cadaver, eh caite cadaver ya.
Estaba echándome aguas esa noche aquel carnal
La chota no chotea te catea ya sabrás
El bisnes era al chile por el mero callejón
La transa estaba hecha pero el bato se peló.
Qué aguas ni qué aguas con la tira el apañón
Las manos en la masa y que al tambo caigo yo.

Te toca a ti pagar el pato, bato
No le saques
no me digas que te vale, gato flaco
Ya no jales
que te toca a ti pagar el pato
Te toca a ti pagar el pato, bato
No digas que no tienes vela en el entierro
que ya sábanas paquetes de hule, loco.

Órale ése: póngale póngale póngale póngale
póngale póngale póngale póngale
Póngale ese bato póngale…”  La obra de Jaime López. Disponible en http://losdiscosdejaimelopez.blogspot.mx/2008/10/pongale.html Consultada el 1 de febrero de 2015

[2] Retrofutura, Chilanga banda / Jaime López (1995). Historia de una canción. Disponible en http://algarabia.com/desde-la-redaccion/chilanga-banda-jaime-lopez-1995/ Consultada el 1 de febrero de 2015

[3] Traducción: “Pachucos, cholos y chundos / Pachucos: mexicanos que vivían en Estados Unidos que visten como Tin Tan; cholos: jóvenes con look pandillero, y chundo: gente de baja calidad y hábitos inapropiados. Chichinflas y malafachas / Chichinflas: asaltantes de poca categoría y malafachas: gente de muy mal gusto para vestir y con poca limpieza.
 Acá los chompiras rifan / Aquí los grandes amigos son muy fieles.
Y bailan tibiritabara / «Tibiritabara» es una canción de La Sonora Matancera”

Retrofutura, Chilanga banda / Jaime López (1995). Historia de una canción. Disponible en http://algarabia.com/desde-la-redaccion/chilanga-banda-jaime-lopez-1995/ Consultada el 1 de febrero de 2015

[4] Virgen de la Candelaria. Disponible en http://advocaciones-marianas.blogspot.mx/2011/02/virgen-de-la-candelaria.html?q=candelaria Consultada el 1 de febero de 2015

[5] Anátidas. Disponible en http://www.botanical-online.com/animales/patos.htm Consultada el 1 de febrero de 2015

[6] El pato. Disponible en http://www.botanical-online.com/animales/pato.htm Consultada el 1 de febrero de 2015

[7] Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 172

[8] Revueltas J., Un caso humano lleno de horror y patetismo. Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 174

[9] Revueltas J., Op. Cit. Pág. 175

[10] Rivera, N.., Pata de perro. Biografía de Héctor García, Edit. Conaculta, México, 2007, Pág. 34

[11] Aunque también se le ha nombrado Héctor Cobo García y en una ocasión en la que visitó la cárcel de Lecumberri y que unos ex-compañeros de la correccional lo reconocieron y coreaban: “¡Cobitos, Cobitos!” Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 52

[12] Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 7

[13] Solís Arturo. La escritura luminosa de Héctor García. Disponible en http://www.forbes.com.mx/la-escritura-luminosa-de-hector-garcia/ Consultada el 27 de enero de 2015

[14] Carreras C., Conversaciones con fotógrafos mexicanos, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 2007, Pág. 79

[15] CNNMéxico. Héctor García, ‘el fotógrafo de la calle’, fallece a los 88 años. Disponible en http://mexico.cnn.com/entretenimiento/2012/06/02/hector-garcia-el-fotografo-de-la-calle-fallece-a-los-88-anos Consultada el 27 de enero de 2015

[16] Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 12

[17] Carreras C., Op. Cit., , Pág. 80

[18] Kismaric, S. y Ortiz Monasterio, P., et. al. Héctor García, Edit. Turner/Conaculta, México, 2004, Pág. 194

[19] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 179

[20] Gallegos, L., Autorretratos del fotoperiodismo mexicano. 23 testimonios, Edit. Fondo de Cultura Económica, México, 2011, Pág. 153

[21] CNNMéxico. Op. Cit.

[22] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 184

[23] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 62

[24] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 180

[25] Ibídem

[26] López Sergio Raúl. La camarita es como el oxígeno para Héctor García. Disponible en http://desletradero.blogspot.mx/2012/06/la-camarita-es-como-el-oxigeno-para.html Consultada el 27 de enero de 2015

[27] Solís Arturo. La escritura luminosa de Héctor García. Disponible en http://www.forbes.com.mx/la-escritura-luminosa-de-hector-garcia/ Consultada el 27 de enero de 2015

[28] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 64

[29] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 65

[30] Carreras C., Conversaciones con fotógrafos mexicanos, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 2007, Pág. 8

[31] García Gaspar Eduardo, Desarrollo Estabilizador Mexicano. Disponible en http://contrapeso.info/2005/desarrollo_estabilizador_mexicano/ Consultado 28 de enero de 2015

[32] Digón M., Nosotros los pobres, ustedes los olvidados. Disponible en http://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00530090 Consultada 28 de enero de 2015

[33] Navarro, R. Héctor García en Ojo! Una revsita que ve, Op. Cit.,Pág. 112

[34] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 75

[35] Ibídem

[36] Navarro, R. Héctor García en Ojo! Una revsita que ve, Op. Cit.,Pág. 131

[37] Gallegos, L., Op. Cit.,

[38] Carreras C., Conversaciones con fotógrafos mexicanos, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 2007, Pág. 83

[39] Navarro, R. Héctor García en Ojo! Una revsita que ve, Op. Cit.,Pág. 34

[40] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 21

[41] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 193

[42] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 195

[43] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 111

[44] Ibídem

[45] Ibídem

[46] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 180

[47] Gallegos, L., Op. Cit., , Pág. 159

[48] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 195

[49] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 81

[50] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 197

[51] Gallegos, L., Op. Cit., , Pág. 158

[52] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 191

[53] Debroise O., Op. Cit., Pág. 284

[54] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 81

[55] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 119

[56] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 75

[57] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 74

[58] Solís Arturo. Op. Cit.

[59] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 74

[60] Del Castillo A. Reseña de «Héctor García obra fotográfica» de Susan Kismaric. Disponible en http://www.redalyc.org/pdf/898/89804312.pdf Consultada el 1 de febrero de 2015

[61] Rosales P.. Biografía fotógrafo Héctor García. Disponible en http://www.mazatlaninteractivo.com.mx/new/mazatl%E1n/espacio-libre/biograf%EDa-fot%F3grafo-h%E9ctor-garc%EDa/ Consultada el 27 de enero de 2015

[62] Debroise O., Fuga mexicana. Un recorrido por la fotografía en México, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 2005, Pág. 282

[63] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 119

[64] Debroise O., Op. Cit., Pág. 284

[65] Debroise O., Op. Cit., Pág. 282

[66] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 199

[67] Raquel Navarro Castillo afirma que ha encontrado evidencias sobre un número 2 de Ojo! Una revista que ve. Navarro R., La fotografía de prensa como actor social. Héctor García en Ojo! Una revista que ve. Disponible en https://centrodelaimagen.files.wordpress.com/2014/03/raquel-navarro-presentacion.pdf Consultada el 27 de enero de 2015

[68] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 120

[69] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 120

[70] Mraz John, Ojo!, una revista que ve. Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 74

[71] Agustín J., Tragicomedia Mexicana. La vida en México de 1940 a 1970. Edit. Booket, México, 2007, Pág. 253

[72] Agustín J., Op. Cit., Pág. 255

[73] Agustín J., Op. Cit., Pág. 256

[74] Movimiento estudiantil de 1968. Disponible en http://www2.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB209/informe/tema03.pdf Consultada el 1 de febrero de 2015

[75] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 197

[76] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 154

[77] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 197

[78] Movimiento estudiantil de 1968. Op. Cit.

[79] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 154

[80] Las “julias” eran furgonetas de la policía donde se transportaba a los detenidos.

[81] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 154

[82] Carreras C., Op. Cit., , Pág. 81

[83] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 197

[84] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 155

[85] Pérez A., Siqueiros, la suerte del guerrero. Disponible en http://museografo.com/siqueiros-la-suerte-del-guerrero/ Consultada el 1 de febrero de 2015

[86] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 68

[87] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 69

[88] Montes M., Preso No. 46788. Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 80

[89] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 76

[90] 361- Mafia. Disponible en http://www.e-radio.edu.mx/Para-un-diccionario-de-la-imaginacion/361-Mafia Consultada el 1 de febrero de 2015

[91] Castillo Mauricio. El fin de la mafia. Disponible en http://www.record.com.mx/opiniones/noticias/1185389/el-fin-de-la-mafia Consultada el 1 de febrero de 2015

[92] Ibídem

[93] Notimex. Fue Héctor García uno de los grandes fotógrafos de México. Disponible en http://www.cronica.com.mx/especial.php?id_tema=1626&id_nota=665881 Consultada el 27 de enero de 2015

[94] Moreno Villarreal Jaime, Héctor García y el dios del fuego. Disponible en http://www.letraslibres.com/revista/artes-y-medios/hector-garcia-y-el-dios-del-fuego Consultada el 27 de enero de 2015

[95] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 192

[96] Gallegos, L., Op. Cit., , Pág. 149

[97] Ibídem

[98] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 167

[99] Ibídem

[100] Rosales P., Op. Cit Consultada el 27 de enero de 2015

[101] Héctor García. Disponible en http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/acervos/113-acervos-y-biblioteca/1620-hector-garcia-colecciones-foto Consultada el 27 de enero de 2015

[102] Notimex. Op. Cit.

[103] Ibídem

[104] Vargas Rafael, Héctor García y la fotografía de todo. Disponible en http://www.proceso.com.mx/?p=310629 Consultada el 27 de enero de 2015

[105] Ibídem

[106] Ibídem

[107] Centro de la Imagen. Muestran en homenaje a Héctor García y Poniatowska. Disponible en https://centrodelaimagen.wordpress.com/tag/hector-garcia/ Consultada el 27 de enero de 2015

[108] Rosales P., Op. Cit Consultada el 27 de enero de 2015

[109] Ibídem

[110] Jiménez Trejo Pilar, Héctor García, creador de íconos escritos con luz. Disponible en http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/9712/pdf/97jimenez.pdf Consultada el 27 de enero de 2015

[111] Sánchez Luis Carlos, Pierde la ciudad su fotógrafo; muere Héctor García. Disponible en http://www.excelsior.com.mx/2012/06/03/comunidad/838547 Consultada el 27 de enero de 2015

[112] Ibídem

[113] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 198

[114] Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 1

[115] Peña A., F 2.8: La vida en el Instante, Luna Córnea Nº 26 mayo-agosto 2003, Pág. 41

[116] Poniatowska Elena, Premio Nacional de Periodismo por Trayectoria. Disponible en http://www.jornada.unam.mx/2014/11/07/opinion/a05a1cul Consultada el 1 de febrero de 2015

[117] Toussaint Alejandro, Héctor García, Fotógrafo de la Ciudad de México. Disponible en http://www.mexicanisimo.com.mx/hector-garcia/#articulo Consultada el 27 de enero de 2015

[118] Elena Poniatowska. Disponible en http://escritoras.com/escritoras/Elena-Poniatowska Consultada el 1 de febrero de 2015

[119] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 191

[120] Rivera, N., Op. Cit., , Págs. 214 y 215

[121] Rivera, N., Op. Cit., , Pág. 223

[122] Montaño E., Nace la fundación María y Héctor García con un millón de negativos. Disponible en http://www.jornada.unam.mx/2008/10/24/index.php?section=cultura&article=a03n1cul Consultada el 1 de febrero de 2015

[123] Kismaric, S., Op. Cit., , Pág. 189

[124] El poema al que alude Juan de la Cabada es La palabra en el viento de 1921 que puede leerse en Aub M. Enrique González Martínez. Vida y poesía. Disponible en http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/9550/public/9550-14948-1-PB.pdf Consultada el 1 de febrero de 2015


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14 comentarios sobre “Héctor García, el pato de La Candelaria”

    1. Gracias Luis. Efectivamente, cuando pudo haber dado la espalda a su origen, siempre mantuvo un lazo y la mirada hacia lo social. Gracias también por compartirlo, como siempre me da mucho gusto saludarte.

  1. Saludos Oscar, desde El Salvador, agradezco mucho tu trabajo, para mi es referencia transitable de la fotografía y los maestros y las maestras de la foto, de verdad gracias.

  2. Brillante y sentido homenaje. Sin duda, todo un ejemplo de superación, de visión, de independencia y de objetividad. Enhorabuena, Óscar.

    1. Estimada Gabriela, claro que sí. De hecho yo tenía pendiente contactarles para entrar entrar en comunicación con la Fundación. ¿Hay algún correo para poder comunicarme con ustedes? Por supuesto que pueden integrar mi artículo a la página de la Fundación y si hay cualquier cosa en la que pueda apoyarles lo haré con muchísimo gusto. ¡Saludos cordiales! Óscar Colorado

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