El oficio del fotógrafo

No existe fotógrafo, por malo, mediocre, notable o extraordinario que sea, que no se haya preguntado por el oficio de fotografiar.  

Texto original de Óscar Collazos(1), adaptado y editado por Óscar Colorado (2)

Un fotógrafo que empieza es un proyecto incierto, una cámara a la deriva, un sujeto lleno de ansiedades. Observa y busca en el camino trazado por sus predecesores y no halla la manera de emularlos. Y si llega a conseguirlo, no será él, el fotógrafo que pretende llegar a ser un día, sino una huella difusa de aquellos predecesores que imita. Si de verdad desea ser auténtico, debe olvidarse de las obras de aquellos fotógrafos que admira. Y esto no es fácil: se cuelan en sus imágenes con insidiosa frecuencia; pertenecen a su memoria de fotógrafo y nada puede hacer para desalojarlos de allí.

El hallazgo de un estilo o un acento propio suele ser un primer escollo. Y es por momentos tan irrebasable, que el aprendiz de fotógrafo cae en la tentación de mimetizar en el estilo o el acento de los fotógrafos que admira.

Muy a menudo, las formas elegidas también forman parte de este mimetismo. El fotógrafo nace al mundo con tantas rebeldías y tanta inconformidad, que sueña pegar un salto sin precedentes, así como sueña matar a sus mayores o esos predecesores a los que tarde o temprano (mejor que sea temprano) pretende quitar de su camino. Empieza por creer (creencia ilusoria) que todo empieza con su fotografía y por ello hace de ella un amasijo de influencias extraídas de aquellos fotógrafos que sí han hecho una verdadera revolución en los géneros fotográficos o la forma de fotografiar. Puede que de este mimetismo salga algún día un acento propio. Pero la apuesta de este artista no es tanto con la fotografía como las formas que los fotógrafos han subvertido para darle a su arte un carácter de exploración cada vez más profunda en las raíces de la condición humana.

No es extraño que un “fotógrafo cachorro”, teniendo a su mano un arsenal de experiencias de donde podrían salir sus temas fotográficos, se deslice hacia la experimentación formal, sin sospechar que, de lo que se trata, es de conseguir un equilibrio entre sus temas y sus formas de fotografiar. Sacrifica (y doy fe de este sacrificio) aquello que tiene de más significativa su experiencia, para demostrarse que pertenece a una época en la que la fotografía alcanzó grados insólitos de experimentación formal. Ahoga su propia voz con las estridencia de un “estilo” que, muy a menudo, no es su propio estilo. No es distinta esta dificultad a la que afronta en el momento de elegir sus temas, que sólo tendrán el sello de la autenticidad si vienen del mundo no siempre reconocible de sus obsesiones individuales. Así, el camino que conduce al hallazgo de una temática y un estilo, no siempre tiene el sello de autenticidad. Como un galgo joven, demuestra más ganas de correr y saltar que deseos de llegar a alguna parte, fustigado como está por asuntos ajenos a la creación artística: el deseo de ser reconocido, la a veces desesperante necesidad de llegar a la fama.

El fotógrafo que empieza, y hablo del fotógrafo que empieza porque estos comienzos son los que forjan una personalidad fotográfica, aprende su oficio de los demás, de aquellos que le precedieron, aunque en el camino, por una suerte de elección o guiado por las instituciones de su talento o genio, establezca una disputa en la medida que le arrebatan su identidad. En el oficio del fotógrafo, todo o casi todo se reduce a consolidar esta identidad. Si se fotografía “a la manera de”, pronto se pondrán en evidencia los síntomas del mimetismo o del fracaso. Porque fotografiar “a la manera de” sólo será posible desde el pastiche o la parodia, que es un ejercicio de amor y de odio mediatizado deliberadamente por la ironía. De pastiches está llena la fotografía postmoderna, pero como no se trata en el aprendizaje, de este experimento, lo mejor será que el fotógrafo en ciernes se cuide de caer en estos abismos.

Olvidemos que las dificultades materiales sean un obstáculo. Menos superables son las incertidumbres e inseguridades de aquel fotógrafo que pugna por alcanzar un tono propio, una identidad reconocible en el mapa de sus contemporáneos, mapa en el que existen depresiones y alturas, llanuras tediosas o accidentes de alto riesgo. La pelea de un fotógrafo por conseguir una identidad individual es un acto solitario y de extrema sinceridad. No caben los engaños. Todo fotógrafo, si de verdad lo es, se hace a un código moral y a unas exigencias despiadadas y nada atenta contra uno y otras como la facilidad o la confianza desmedida en su talento. Acto solitario, fotografía y crítica simultáneas, la concepción de una imagen, o un foto-ensayo es el producto de un largo conflicto interno, una lucha a brazo partido contra el lugar común.

¿La carrera fotográfica? Jamás me propuse semejante ejercicio deportivo. Desconfío de esta gimnasia que se hace por acumulación acelerada de kilómetros e intrigas. Sospecho que un autor que vivará más pendiente de la carrera fotográfica que de la creación misma, que no tiene mestas fijas y a veces ni siquiera un punto cierto de partida, acabará convirtiéndose en víctima del pavoneo o de esos sentimientos bastardos que animan toda competencia: la prepotencia o los celos, la jactancia o el ninguneo, actitudes o sentimientos muy frecuentes en la tribu fotográfica o acaso también en todas las tribus artísticas.

Mis experiencias con la crítica han acabado por convertirse en una relación distante. No soy el único en afirmar que desconfía a distancia del elogio desmedido y que la diatriba me deja indiferente. No desconozco la importancia de la crítica. Desconfío de sus excesos, que se sitúan en dos extremos: en el de la teorización gratuita, hecha por fuera a la obra fotográfica, o en el impresionismo ligero e irresponsable que atiende más al grado de antipatía o simpatías que produzca un fotógrafo que a la naturaleza misma de su trabajo.

Existen fotógrafos que se anclan, con todas sus fuerzas, en un universo o en un estilo. Hasta donde me reconozco, y lo he hecho al ver mi propia obra, he preferido la aventura y el riesgo, el vagabundeo por temas y estilos, algo que, seguramente, obedece a una personalidad cambiante, reacia a fijar su residencia en un solo puerto. Nuestra fotografía es, en el fondo, nuestra biografía, directa o sublimada.Y en lo que a mí concierne, he tendido, más por azar que por elección, una biografía de nómada. El nomadismo temático y estilístico de mis fotografías ha establecido lazos indisolubles con el nomadismo de mi vida. ¿Es esta experiencia parte del oficio de fotógrafo? Me temo que sí. Pero temo también que, más debajo de la superficie, siguen estando los temas que me obsesionaron desde el comienzo.

Quizá sea poco lo que haya llegado a decir sobre el oficio de hacer fotos. Es poco porque el resto sigue estando en los paréntesis del misterio o en esas preguntas que sólo hallan respuestas en el proceso mismo de la creación.

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(1) Collazos, Óscar. “El oficio del escritor” en Gómez Buendía, Blanca Inés y Henao de Briard, Luis Carlos, Artesanías de la palabra, experiencias de quince escritores colombianos, Edit. Panamericana Editorial, Bogotá, 2003, pág. 45
Óscar Collazos (Bahía Solano, 1942), es un escritor, periodista, ensayista y crítico literario colombiano. Es Doctor Honoris Causa en Literatura de la Universidad del Valle (Cali, 1997) y es profesor invitado de la Universidad Tecnológica de Bolívar, de Cartagena de Indias. Más información aquí.
(2) Mea culpa. Cuando leí este texto de Óscar Collazos, referido al arte de escribir, de inmediato pensé en la fotografía. Quise hacer esta adaptación para poder reflexionar con mayor transparencia sobre el oficio fotográfico. Por mi propia experiencia muchos de los dilemas del fotógrafo son similares a los que plantea este escritor colombiano. Espero que él me perdone la transgresión de alterar y recortar su texto para que los fotógrafos también podamos disfrutar de sus palabras. Escritor al fin, Collazos expresa con precisión y belleza un conjunto de enseñanzas que pueden ser de aplicación y de gran provecho para cualquier fotógrafo, pero muy especialmente al que comienza. Con la intención de compartir estas enseñanzas con la comunidad fotográfica de manera mucho más directa me he atrevido a esta versión. No le pongo noticia de Copyright porque no es mío, ni tampoco ahora del autor original pues el texto ha sido alterado, sin embargo el crédito es suyo evidentemente.

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